El sábado me levanté tan temprano
que todavía me estoy preguntando por qué me levanté tan
temprano.
Supongo que me levanté tan temprano porque iba a pescar con
un amigo en algún lugar remoto de la costa ceutí, tan remoto
que no pasó de la playa del Chorrillo.
¿Qué pesqué?, pescar, lo que se dice pescar solo conseguimos
dos esmirriados pececillos que tenían pinta de inmigrantes
recién desembarcados de la correspondiente patera. Los
devolvimos al mar. Lo que sí pesqué, de verdad, fue una
insolación de padre y muy señor mío. De tan dormido que iba
no agarré la gorra o el sombrero y… ya saben Vds. las
consecuencias. ¡¡Y para eso me levanté tan temprano!!
Después de pescar, no tuve más remedio que acercarme al
Parque, donde me esperaba la familia y pasar unas horas sin
perder de vista la sombrilla. Luego me pasé toda la tarde
sumergido en las aguas frías de la bañera de mi casa. Con
una buena bolsa de hielo pegada a la coronilla.
Antes, al salir del Parque, me encuentro con Mabel Deu, la
consejera de Cultura, que parece una diosa surgida en medio
del asfalto mediterráneo. Intercambiamos unas palabras sobre
un futuro proyecto que llevaré más adelante. Las prisas, de
Mabel Deu por cumplir con sus compromisos, y mía por
refugiarme del dolor de cabeza que la insolación me produjo,
forzaron a que el encuentro fuera breve. Quedamos en vernos.
La tarde-noche se me presentaba como la antesala del
infierno. Mi hijo pequeño emperrado con asistir, a la vera
de Juan Jesús Vivas, a la inauguración de la iluminación
ferial.
¡¡Papá, vamos a la feria!! ¡¡Papá que llegamos tarde a la
feria!!… ni que fuera un redoble de tambor con eco incluido.
Haciendo de tripas corazón, llevo al pequeño a su mundo de
ilusión, que no el mío, y ahí me gano una reprimenda que
acentúa el dolor de la tortura solar. El pequeño está
enfadado, terriblemente enfadado porque no ha tenido ocasión
de ver a su amigo Juan Jesús Vivas apretar el botón del
encendido de su mundo de fantasía. Por unos minutos. Por
unos minutos en que no he tenido el vigor de otros días
caminando.
Ante la formidable Casa de los Dragones lumínica (me quitaba
el sombrero ahí, pero como no llevo…), saludo a Juan Jesús
Vivas, que tiene la cara tremendamente colorada a causa de
los besos que le dan señoras, señoritas, jovencitas y niñas.
Los pintalabios han suplido los rayos solares para darle ese
“moreno” estelar al presidente de la Ciudad. Le felicito,
extendido a todos los que trabajaron en su realización, por
la obra ferial. Y le envidio por la de besos que recibe.
Saludo al Delegado del Gobierno, José Fernández Chacón,
hombre afable como pocos y cuya simpatía se trastoca en
amistad para uno, eso creo yo. Pero cuidado, que sea afable
y simpático no quiere decir que ocupe su cargo por
sevillanas. Aunque sea de Utrera sabe estar perfectamente en
el lugar y momento oportuno como lo que es: Delegado del
Gobierno. De Utrera… pero ceutí hasta donde quiera.
Al mismo tiempo saludo a Sergio Moreno, en su papel como
siempre. Solo quiero que se cuide más de las tensiones… ya
no somos jovencitos y no estamos como para tensar las venas
y la feria, con sus tentaciones...
Como no podía ser menos, me encuentro delante del Comandante
General de Ceuta, Enrique Vidal de Loño, fenomenal sin su
“traje de faena” de General de División del Cuerpo General
de las Armas del Ejército de Tierra, sin menoscabo por ello,
al que saludo y me responde con su proverbial franqueza y
simpatía. Un hombre de veras.
Tropiezo con el presidente de la Casa de Ceuta en Barcelona,
Rafa Corral con su hija Inmaculada y el novio, David. El
novio de Inmaculada, no de Rafa. Nos acompaña por el Real de
la Feria, pero al llegar a la zona de atracciones pone los
pies en polvorosa… ¿qué le habrá picado? ¿Habrá visto la
codiciosa mirada de mi hijo pequeño?
Al salir de la Feria, en la mismísima Puerta de los
Dragones, creo ver un rostro conocido… me acerco a la señora
que acompaña ese rostro conocido y le pregunto si el señor
que la acompaña se apellida Bascuñana. ¡La hostia!, cuarenta
y tres años después abrazo a mi compañero del C. D.
Diamante, aquel formidable defensa central que me evitaba
muchos goles y con quién compartí muchos domingos de gloria
y lágrimas en aquellos pedregales del “54” y del “Alfonso
Murube”.
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