Que las Comunidades Autónomas y
los Ayuntamientos estén más tiesos que la mojama, ponen en
entredicho los servicios públicos de primera necesidad como
es la sanidad, la educación o los mismismos servicios
sociales. Si en verdad importa la calidad de vida de los
ciudadanos hay que tomar cartas en el asunto y dejarse de
los cuentos de la lechera o del engaño permanente. Si acaso
lo que hay potenciar es la solidaridad interterritorial y la
garantía de igualdad de los servicios públicos en todo el
país. Por ello, es cierto que no se pueden tratar de igual
forma unas regiones y otras. Pero de ahí, a la estupidez de
los privilegios, va un océano. Que haya Comunidades más
ventajosas unas que otras, lo que pone de manifiesto es el
poco talante democrático y social con el que conducimos la
vida.
Lo que ha hecho el número uno de la coalición ICV-EUiA por
la provincia de Tarragona en las últimas elecciones
generales y concejal del Ayuntamiento de Torredembarra,
Lluís Suñé Morales, instando en un comentario colgado en su
blog a apadrinar a los niños de Extremadura por “1.000 euros
al mes”, me parece una salida de mal gusto. En su particular
forma de protestar contra el actual sistema de financiación
autonómica, Lluís Suñé ilustra su post con una foto de dos
niños medio desnudos y sucios, y dos lemas, uno en inglés:
SOS Extremadura needs you (Extremadura te necesita) y otro
en catalán: Un 8,7% del PIB catalán no es suficiente,
apadrina un niño extremeño por 1.000 euros al mes. Suñé
completa la mofa del fotomontaje con los logotipos del
Gobierno de España y de Unicef. Actitudes de este tipo
suelen ocultar una insolidaridad manifiesta. Y además, en
cualquier caso, la ironía está a años luz del descaro. Tiene
otro arte, el del respeto. Y máxime cuando se trata de
personas que concurren a la formación y manifestación de la
voluntad popular. Vamos a tener que darle la razón al
escritor Jardiel Poncela, cuando dijo que “el que no se
atreve a ser inteligente, se hace político”.
Dicho lo anterior, pienso que tampoco se puede legislar por
legislar, transferir sin contemplar financiación. La tan
rentabilizada ley de atención a la dependencia, hoy es un
claro ejemplo de tomadura de pelo. A las Comunidades hay que
proveerlas de recursos necesarios, tanto iniciales como para
el tiempo, para que los servicios transferidos no se queden
sólo en el espíritu de la ley o en la prestación de un mal
servicio. El afán recaudatorio de algunas administraciones,
vía subida de impuestos, es otra puñalada trapera al
ciudadano. El Estado es el que debe prever y proveer
financiación suficiente para llevar a buen término lo
transferido. No es de recibo que sólo a base de incrementar
los tributos se asegure la financiación de servicios
sociales de primer orden. Lo que hay que tener claro, es que
un sistema de Estado de Bienestar que aminore las
diferencias sociales es tan justo como necesario. Manos a la
obra, pues.
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