Tras un día entero moviéndome por la ciudad, descansando de
vez en cuanto bajo las aguas mediterráneas, yendo de aquí
para allá buscando algo que merezca la pena para hacer un
buen artículo, no encuentro nada.
Cuando recalo en La Pérgola, mi buen amigo Miguel Ángel me
hunde un poquito más comunicándome que la temperatura, al
sol, ha llegado a 40º. A la sombra llegó a 33º. Tal vez sea
por eso, por el fuerte calor que me encuentre un poco
alicaído de ánimo.
Aunque en realidad me siento más hundido porque muchas
expectativas que tenía éste verano no se cumplen.
Expectativas de ver a seres queridos y amigos de toda la
vida acompañándome por la ciudad. No puede ser. Les resulta
muy oneroso venir aquí. Solamente los separan 14 kilómetros
(o 7,56 millas náuticas) de nada. Menos de una hora de
navegación.
Para variar, vayamos hasta ese impredecible presidente
venezolano Hugo Chávez Frías.
Antes haré alusión a un criminal profesional, terrorista por
más señas y que mantuvo en vilo durante largo tiempo a las
fuerzas de seguridad internacional.
Ilich Ramírez Sánchez (n. 12 de octubre de 1949) alias
Carlos es un conocido venezolano considerado terrorista por
los gobiernos de Francia, Israel y Estados unidos, y
considerado un revolucionario por los gobiernos de Libia,
Siria, Argelia, Líbano, Palestina, Venezuela, Cuba, entre
otros.
Originario de Caracas, Venezuela, después de varios
atentados clandestinos, se dio a conocer mundialmente cuando
en 1975 tomó por asalto las oficinas de la OPEP con sede en
Viena, secuestrando a los ministros integrantes, dejando
como resultado la muerte de tres personas. Durante muchos
años se encontró en la lista de los fugitivos
internacionales más buscados. Actualmente se encuentra
condenado en la prisión de Clairvaux, Francia cumpliendo
cadena perpetua acusado de terrorismo.
Carlos es el nombre de guerra que adquirió cuando se hizo
miembro de la Organización para la Liberación de Palestina
(OLP).
Dejándome llevar por la imaginación de novelista, puedo
escribir y lo escribo que hay algo raro en eso. No creo que
el preso de Clairvaux sea realmente el llamado Carlos.
Carlos no es un hombre, tal como entendemos, sino un
organismo dedicado a asesinar por encargo a gente
importante. Un organismo con estructura de gobierno. Un
organismo que dispone de tantos o más medios que cualquier
gobierno y mantiene una tupida red de terroristas. Opera
simplemente por dinero.
Sugiero a los investigadores de todo el mundo que
investiguen profundamente en ello. Las sorpresas saltarán y
mucho. Ilich Ramírez no es más que uno de tantos mercenarios
asesinos profesionales que sirvió de tapadera al organismo
cuando fue pillado.
Esa imaginaria organización, llamada Carlos, SÍ TIENE UN
LÍDER. Nada más ni menos que el actual presidente
bolivariano que por fin conseguió en su propio país lo que
no pudo conseguir en la OPEP: ser presidente de algún ente
que le diera poder y alas para hacer y deshacer a su antojo.
Chávez es Carlos. Carlos es Chávez. Esto ya no me lo quita
nadie.
Adjunto, íntegra, la carta que Chávez escribió a Ilich
Ramírez el 3 de marzo de 1999 para que saquen conclusiones.
«Miraflores, 03 de Marzo de 1999.
Ciudadano
Ilich Ramírez Sánchez
Presente
Distinguido Compatriota:
Nadando en las profundidades de su carta solidaria pude
auscultar un poco los pensamientos y los sentimiento, es que
todo tiene su tiempo: de amontonar las piedras, o de
lanzarlas… de dar calor a la revolución o de ignorarla; de
avanzar dialécticamente uniendo lo que deba unirse entre las
clases en pugna o propiciando el enfrentamiento entre las
mismas, según la tesis de Iván Ilich Ulianov. Tiempo de
poder luchar por ideales y tiempo de no poder sino valorar
la propia lucha… Tiempo de oportunidad, del fino olfato y
del instinto al acecho para alcanzar el momento psicológico
propicio en que Ariadna, investida de leyes, teja el hilo
que permita salir del laberinto…
El Libertador Simón Bolívar, cuyas teorías y praxis informan
la doctrina que fundamenta nuestra revolución, en esfíngica
invocación a Dios dejó caer esta frase preludial de su
desaparición física: ¡Cómo podré salir yo de este
laberinto…! La frase, de contenido tácito y recogida por su
médico de cabecera, el francés Alejandro Próspero Reverend
en sus Memorias, es llama profunda de iluminación del camino
que seguimos.
Otro francés, Alejandro Dumas, finaliza su obra El Conde de
Montecristo con esta frase de Jesús: «La vida de los hombres
está cifrada en dos palabras: Confiar y Esperar, induciendo
a pensar que al final de la batalla aparecerá algún Supremo
Alguien que, investido de sabiduría como el Abate Faría
inspiró el camino de salida, envuelto en nuevas síntesis
revolucionarias en aproximación al Dios que cada uno lleva
en su corazón.
Digamos con Bolívar que el tiempo hará prodigios sólo en
cuanto mantengamos rectitud de espíritu y en cuanto
observemos esas relaciones necesarias que se derivan de la
naturaleza de las cosas. La humanidad es una sola y no hay
magnitud espacio-tiempo que detenga el pensamiento del héroe
caraqueño. Digamos con él:
Yo siento que la energía de mi alma se eleva, se ensancha y
se iguala siempre a la magnitud de los peligros. Mi médico
me ha dicho que mi alma necesita alimentarse de peligros
para conservar mi juicio, de manera que al crearme Dios
permitió esta tempestuosa revolución, para que yo pudiera
vivir ocupado en mi destino especial.
Con profunda fe en la causa y en la misión, !por ahora y
para siempre!
HUGO CHÁVEZ FRÍAS»
Los frecuentes cambios de rumbo de las decisiones del
presidente venezolano no deben caer en saco roto. La última:
su disposición a la nacionalización del Banco Venezolano en
manos del Santander. Ojo al dato.
Su lapidaria frase “Los españoles compraron aquí unos
bancos; a mí no me cuesta nada recuperar esos bancos y
nacionalizarlos de nuevo y ponerlos al servicio del pueblo
venezolano, no me cuesta nada”, dice mucho más de lo que
pretende advertir.
Las andanzas del llamado Ilich Ramírez son las que describen
a los terroristas más famosos del orbe. No son narraciones
fantásticas ni noveladas, son hechos reales que constan en
todos los archivos policiales y que son cometidos por
criminales sin corazón y con la mete fija en una meta: ganar
dinero, mucho dinero, a costa de la vida de alguien. Pero
quienes de verdad dirigen a esos terroristas son los que
disponen de caudales inagotables de dinero.
Montar un crimen perfecto a través de un atentado no es cosa
de uno solo. Es cosa de organizaciones perfectamente
vertebradas.
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