Ya durante el siglo pasado fueron
documentados vestigios humanos ancestrales: en 1933 se
encontraron cerca de Rabat (playa de Temara) restos humanos
neanderthalenses y en Casablanca algunas herramientas -de
las más antiguas de África del Norte- atestiguan la
presencia humana hace más de 500.000 años; en la pasada
primavera una mandíbula fósil perteneciente a la variedad
maghrebí del Homo erectus se encontró cerca de ésta ciudad;
otra mandíbula humana, del Neolítico ésta vez, fue hallada
en enero en Essauira. Durante el Paleolítico se desarrolla
la cultura indígena de Mousillah (localidad fronteriza entre
Marruecos y Argelia), que desarrolló la agricultura abriendo
el periodo Neolítico; restos de ésta época se encontraron en
la cueva de Mechraha, Tetuán. También hay indicios que
apuntan a la práctica de la trepanación. Todos estos
descubrimientos deberían relacionarse con los encontrados en
los últimos años en el área del Estrecho.
Los últimos hallazgos confirman, hace unos 7000 años, la
cohabitación de los primeros habitantes del país con
poblaciones desplazadas desde Oriente Próximo cuyos
descendientes, como veremos mañana, serían los antepasados
de la etnia amazigh. Hace 3000 años pastores bereberes nos
dejaron su huella grabando y pintando sobre rocas del Alto
Atlas (Oukaimeden) representaciones de utensilios utilizados
para pescar, cazar y guerrear: escudos, hachas, puñales…,
además de animales y ruedas solares de un alto simbolismo
religioso. En Tafraut (sureste de Agadir), los grabados
atestiguan la existencia un clima y una fauna diferente al
actual (leones, jirafas, antílopes…), mientras que dibujos
de carneros con un disco solar en sus cuernos (“dios solar”
o “dios carnero”) hallados en estaciones rupestres del Atlas
y macizos saharianos podrían apuntar antiguos contactos con
las civilizaciones fenicia (culto a Ba´al Hammon) y egipcia
(dios tebano Amón Ra). Los guanches de Tenerife, por cierto,
también venerarían una deidad similar llamada Achamon. Para
un observador sin orejeras no dejan de ser inquietantes los
grabados pétreos del Atlas, a unos 2.600 metros de altitud,
mostrando a figuras antropomórficas en actitudes cuando
menos llamativas, como por ejemplo criaturas con cabeza
redonda dotadas de alas cuya interpretación roza el
misterio. Son de alto interés los petroglifos del yacimiento
de Tatá y las sorprendentes figuras humanas, casi a tamaño
real, de la región del Yagour.
Del Neolítico marroquí se conocen varios túmulos y cromlech
propios de la cultura megalítica, localizados en el Gran
Atlas, la frontera con Argelia y en los alrededores de
Tánger, siendo el más famoso el de M´zora, al noroeste de
Larache y a 5 kms. del zoco Tenín, muy estudiado bajo el
Protectorado y, debido a la incuria rampante, actualmente en
un lamentable estado de abandono. Formado por un círculo de
monolitos (alguno mide más de 5 metros) y con cerca de 50
metros de diámetro, se alzaba en su centro (en parte ya
excavado) un túmulo formado por piedras y tierra, separado
de los monolitos por un murete de piedras ligadas con barro
que le servían de contención. Es ilustrativa una visita al
céntrico Museo Arqueológico de la vecina Tetuán.
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