Si las prisas son malas consejeras, en la AD Ceuta se ha
apostado por tener paciencia a la hora de terminar de
apuntalar una plantilla a la que faltan por llegar entre
cuatro y cinco jugadores. De los cuales seguro que uno será
delantero y otro interior izquierdo, sin olvidar que quedan
por cubrir dos fichas sub-23 y pendiente la opción de un
portero sub-25. Vacante alguna de ellas que podría cubrirse
con jugadores que llegaran con la carta de libertad en la
mano procedentes de equipos con problemas económicos que en
las últimas horas no hayan resuelto sus deudas.
Uno de esos equipos de los que se ha estado pendiente desde
muchas secretarías técnicas es el CD Linares, donde hasta
doce jugadores con contraro en vigor esperaron hasta la
media noche de ayer para conocer en que situación quedaban.
Alguno de los que podrían tener un sitio en la AD Ceuta como
Pedro Díaz, Sierra, Castillo, Chico, Moso, Dani Bouzas,
Cidoncha, Romerito, Vázquez, Óscar Martínez, Óscar Ventaja o
Catanha. Aunque ha habido otros conjuntos que se han
interesado por jugadores que tienen contrato en vigor en la
entidad linarense como el Granada, que tiene muy próxima la
llegada de Óscar Martínez.
Otro equipo con problemas económicos desde los que podrían
llegar jugadores al vestuario caballa es el descendido
Granada 74, donde en las últimas horas se alcanzaron
acuerdos con Cristian Díaz, José Juan, Fagoaga, Iván Amaya,
Godino, Assemoassa, Montoya, Marco, Borja Criado, Edu
Serrano, Martí Crespí, Benja, Curro Montoya y Paco Esteban,
sin haber concretado nada con Gibanel, Javi Guerra, Jaime,
Falcón, Nadal y Francisco.
Además de Linares y Granada 74, hay otros clubes con deudas
importantes con jugadores como el Fuerteventura, de donde
podría llegar Futre a la escuadra ceutí, además de
Vecindario, San Isidro o Logroñés entre otros, quienes en
los últimos días llegaron a acumular una deuda de 5,9
millones de euros repartidos en un total de 39 entidades que
la pasada campaña militaron en los cuatro grupos de Segunda
División ´B´. Un panorama tormentoso tras el que, en teoría,
debe llegar la calma.
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