“Marruecos acaba de evitar lo peor”, declaraba ante un grupo
de periodistas hace un par de semanas un alto responsable
marroquí en la lucha antiterrorista. “A esta conclusión se
ha llegado después de analizar la documentación confiscada a
una célula terrorista recientemente desmantelada, con
ramificaciones en Europa y que mantendría, según todos los
indicios, estrechos vínculos con Al Qaeda”, añadía.
Según este responsable, los mapas y planos confiscados a los
35 componentes arrestados de la red, identifican los
objetivos de la organización: querían dirigir los ataques
[algunos en adelantado estado de preparación] contra los
lugares turísticos que más visitantes acogen en el época
estival, principalmente ciudades como Tánger, Marraquech,
Fez, Casablanca e incluso la misma capital, Rabat.
Atendidas las evidencias, el Ministerio de Interior ha
decidido elevar al máximo el nivel de alerta ante “la
amenaza (terrorista) actual que planea en nuestro país, en
base a estas informaciones fiables, que exigen de nuestros
cuerpos y fuerzas de seguridad una movilización extrema y
una vigilancia estricta” añadió el mismo responsable. En
este sentido, se ha ordenado un importante refuerzo de
efectivos para la vigilancia de puertos y aeropuertos, sobre
todo en Tánger, Casablanca y Marraquech. Además, se han
puesto marcha controles suplementarios de carretera, tanto
en vías principales como en secundarias, y en los accesos a
las grandes urbes. La última vez que Marruecos elevó el
estado de alerta fue durante la primavera pasada, cuando, en
Casablanca, la capital económica del país, seis suicidas se
inmolaron y un séptimo fue abatido por la policía antes de
que pudiera accionar su cinturón de explosivos. El coste de
estos ataques fue un inspector de policía muerto y 45
personas heridas, nueve de ellas graves.
Sin llegar a estos extremos y a partir de las últimas
investigaciones, las autoridades no han dudado ahora en
incrementar los ya de por sí elevados controles de
seguridad, más teniendo en cuenta que desde comienzos de año
han desmantelado tres células terroristas, de los que varios
responsables terroristas todavía están en búsqueda y captura
[entre ellos, Abou Makhlouf, la cabeza de la última red
desarticulada], y que durante el verano se produce una
llegada masiva de centenares de miles de turistas y de
marroquíes residentes a el extranjero. El estado de alerta
máxima contrasta, no obstante, con la opinión de los
expertos. “La amenaza no es nueva ni más importante o
intensa que ayer. Si nos comparamos con otras regiones del
mundo, hemos de llegar a la conclusión de que las células
que operan en el Magreb no cuentan con granos medianos ni
actúan coordinadamente”, asegura Kader Abderrahim,
investigador del Instituto de Análisis e Investigaciones
Estratégicas. Según él, “la cooperación entre los Estados
magrebíes en la lucha antiterrorista funciona muy bien; hoy
en día están más predispuestos a intercambiarse información
porque la amenaza es regional, lo cual lo hace todo más
difícil para las organizaciones terroristas”.
“En Marruecos, al contrario de lo que pasa en Argelia,
efectivamente el turismo es un factor agravante porque los
terroristas persiguen también intereses occidentales. De
todas maneras, no hemos de exagerar la amenaza”, afirma el
experto en islamismo Barah Mikail. Si bien la acción
policial es una dimensión importante en la lucha contra el
terrorismo, no se han de olvidar algunas de las causas que
se encuentran en el origen de este fenómeno. “Hace falta
poner atención a la islamización de la sociedad, fenómeno
que se asemeja más a un recurso de carácter religioso que a
un retorno al Islam. Lo que esto denota es el malestar
político y económico de la sociedad”, destaca Mikail.
Respuesta múltiple
“Igual que el terrorismo islamista no es un producto
únicamente de la miseria, la respuesta [al extremismo] no
está únicamente en la acción de los cuerpos y fuerzas de
seguridad del Estado”, destaca Moha Ennaji, investigador
universitario. “Por eso es por lo que en Marruecos también
se han implementado iniciativas como por ejemplo la reforma
en el campo religioso y el control de las mezquitas, la
iniciativa nacional para el desarrollo humano, las reformas
del código de la familia, de la educación y del trabajo”,
indica Ennaji, que concluye: “Al fin y al cabo ha tenido
efectos sobre la paz social y también ayudan, en otros
terrenos, a combatir el extremismo”.
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