Se debate la objeción de
conciencia, por la que algunos farmacéuticos se niegan a
vender condones en sus establecimientos, del mismo modo que
algunos médicos se niegan a realizar el aborto. Hasta aquí
el debate, donde cada uno de los contertulios tenía
diferentes ideas sobre el asunto, dándole la razón a estas
personas y otros quitándoselas.
Si no nos equivocamos, estamos en un país de libertades,
donde se puede llevar a cabo todo aquello que la ley lo
permita. Y, por supuesto, no hay ninguna ley que obligue a
esos farmacéuticos a vender condones o a esos médicos a
negarse a practicar el aborto alegando, para ello, su
objeción de conciencia. Esa objeción, que por su creencia,
les impiden realizar ciertas cosas.
Dentro de esas libertades de las que disfrutamos, cada
quisqui puede hacer lo que le venga en ganas, siempre dentro
de lo que marcan las leyes. El que quiera vender, que venda
condones y el que quiera práctica el aborto que lo
practique. Es un problema personal de cada uno que, además,
está amparado por la ley.
Esto de que cada un o en conciencia y dentro de lo que marca
la ley, por la que se rige nuestro país, no entienden
algunos de esos progresistas de pacotillas que tanto abundan
y que, por supuesto, no tiene ni p… idea de lo que es y
significa progresismo.
En un alarde de suprema inteligencia, uno de los
personajillos que criticaba a las farmacéuticas que se
negaba a vender condones o esos médicos que se negaban a
hacer el aborto, tuvo la feliz idea de que todo ello se
podía solucionar haciendo unas leyes para regular la
objeción de conciencia.
Uno, como es así, se fue a su pequeño diccionario a buscar
el significado de conciencia:” Conocimiento que tiene el
hombre de si mismos, de sus existencia, de la existencia de
las cosas y de sus actos”. Y, ante esto, me gustaría
preguntarle al lumbrera, cómo se pueden hacer unas leyes qué
regule la objeción de conciencia.
Qué leyes puede regular un sentimiento. Qué leyes, se pueden
dictar, para regular el amor o el odio que como la
conciencia es un sentimiento.
Este personajillo, lo que quiere es deshumanizar al
individuo o despersonalizarlo, de tal forma que sólo sean
robot, que acaten las sin rechistar las ordenes emanadas por
los mandas de turno.
Es su idea sobre lo que debe ser le ser humano. Una idea
propia de los países de repúblicas bananeras, copiada de la
mamá esa que decía era un paraíso y que, cuando el muro de
la vergüenza cayó, en ese magnifico paraíso, sólo había
hambre, miseria, alcohólicos y muertos en las calles.
Porque, ahí, en esos “paraísos”, el ser humano sólo es un
número sin valor alguno.
Y este personajillo de medio pelo, aún no se ha enterado que
vivimos en un país democrático, con nuestro derechos y con
nuestros deberes y donde los seres humanos somos eso,
personas y no robot dirigidos por un mando a distancia.
Somos hombres y mujeres libres, con todo el derecho del
mundo, respetando las leyes que nos hemos dado en nuestra
Constitución, realizar lo que la conciencia de cada uno le
dicte y no lo que nos dicte un “papaito” cualquiera.
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