LUNES. 21
lamo a la peluquería Logar a ver si me dan hora para
pelarme. Y Paco López me dice que me espera a las
doce y media de la mañana. Pero antes paso por la redacción
de este periódico y recojo las muestras de agrado que me
dedica Fernando M. Caracena, compañero del medio, por
haber titulado con su nombre la columna del domingo pasado,
correspondiente a Yolanda Bel. Mientras Luis
Parodi me reclama también que le nomine cuanto antes.
Nos reímos los tres bajo la mirada atenta del redactor jefe,
David F. Pascual, a quien le tengo ley. A Paco López
le felicito, nada más llegar a su establecimiento, porque me
dijeron que le había tocado una magnífica televisión,
sorteada por esta Casa. Luego, con el sol pegando vertical y
de lo lindo, me dirijo a la ‘Tasca de Pedro’. A sentarme un
rato con los miembros de la ‘Peña del ladrillo’. Y, dado que
sus componentes son muy suyos, cada vez más, llega un
momento en que alguien me concede la oportunidad de sacar a
relucir el carácter que me ha hecho mantener mi identidad
intacta, cuando estoy ya en esa edad en la que algunos
todavía andan buscando hacerse con una personalidad. Aunque
sea de quitaipón.
MARTES. 22
Era uno de esos días en los que había decidido quedarme en
casa para leer ‘La sonrisa etrusca’ de José Luis Sampedro.
Libro que dejé arrumbado en su momento y que ahora tengo
encima de la mesa para devorarlo. Pero mira por dónde decidí
echarme a la calle. Esa calle que suele patearse Juan
Vivas, casi todos los días. De ahí que uno pueda
hallarlo en el sitio más inesperado y a cualquier hora del
día. De modo que a las doce y diez de la mañana lo encuentro
conversando amistosamente con el superintendente, Ángel
Gómez, y teniendo como testigo al consejero de
Gobernación, José Antonio Rodríguez, en la puerta del
edificio policial, situada en la avenida de Barcelona. Lo
cual no tendría nada de particular, al menos para mí, si
pocos metros más abajo, cobijado en el burladero de una
esquina de la Avenida de España, no hubiera visto también a
un ex consejero de Gobernación escudriñando desde su
distancia todos los movimientos de sus tres compañeros de
partido. Y, dado que yo gozaba de una atalaya extraordinaria
para ver sin ser visto, creo haber apreciado que el ex
diputado hablaba solo mientras no perdía ripio de lo que
estaba sucediendo a tan poca distancia de él. Y, claro, lo
primero que pensé es que uno cada día que pasa sabe menos. Y
que los políticos pertenecen a una especie muy rara.
MIÉRCOLES. 23
Hacía ya su tiempo que no veía a Isidro Hurtado de
Mendoza. Y ha sido hoy cuando me lo he encontrado y nos
hemos puesto a hablar sin darnos cuenta de que el sol
quemaba. Es lo que sucede cuando dos personas que se estiman
se hallan en la calle y se olvidan de cuanto acontece a su
alrededor. Con Isidro es difícil que al encontrarnos no
surjan las muestras de satisfacción y que no reluzca la
alegría que nos produce charlar aunque sea con la celeridad
requerida. Porque es raro que Isidro no tenga siempre algo
que hacer. Dada su vitalidad y sus deseos de no dormirse en
los laureles. Lo primero que me dice, con el entusiasmo que
él pone en todo y mucho más en lo que viene a continuación,
es que va a ser padre otra vez y muy pronto. Aleluya...
Luego me recuerda que ha obtenido el segundo grado de
entrenador de fútbol y que ahora no descansará hasta
conseguir el primero. En fin, que el vitalismo de Hurtado de
Mendoza es contagioso y si continúo unos minutos más
conversando con él, seguro que me contagia su amor por la
velocidad y allá que termino cabalgando una Suzuqui a toda
pastilla.
JUEVES. 24
Hoy me tocaba echar una parrafada con Miguel Ángel
Vallejo. Y allá que me planto, a la una de la tarde, en
La Pérgola: restaurante que he celebrado más de una vez por
lo bien que se come. Noto que la tensión se me ha bajado y
lo primero que hago es pedirme un Oporto. Mientras espero
que el propietario termine de hablar con un proveedor. Y en
cuanto ello sucede nos ponemos a charlar acerca de
situaciones que se suceden en una ciudad que conocemos bien.
Cháchara que me sirve para ir calentando motores. Puesto que
media hora más tarde me hallo ya en la Tasca de Pedro. Allí
me encuentro con el consejero de Recursos Humanos, Ángel
Díez Nieto, y con el presidente del Consejo de
Administración de Radio Televisión Ceuta, Jaime Wahnon.
Y, claro, nos pusimos a pegar la hebra. Sí, ha leído usted
bien, Wahnon y yo nos metimos en conversación como si tal
cosa. Sin que en ningún momento a él se le notara animosidad
contra mí por haberle criticado su gestión en varias
ocasiones. De modo que todo transcurrió con la normalidad
que debe imperar entre personas educadas.
VIERNES. 25
Manuel Montero, cordobés y periodista deportivo de
esta Casa, nos informa cada día de cuanto sucede en el seno
de la Asociación Deportiva Ceuta. Y, gracias a él, he podido
saber cómo el secretario técnico del Cartagena firma a los
jugadores tras haberlos requebrados el del Ceuta. Es decir,
el sevillano José Enrique Díaz. Quien a su vez, entre
reproches y sacadas de pecho, nos cuenta que el técnico
cartagenero le birla los fichajes apalabrados, porque los
murcianos les pagan a los futbolistas un cuarenta por ciento
más de lo que él les ofrece. Creo que el avispado Díaz,
quien cada vez se va pareciendo más a un personaje tan
famoso como de infaustos recuerdos en su tiempo, no se da
cuenta de que tales excusas no le redimen de sus fiascos. Y
que si los sacamos a colación es porque estamos en
pretemporada y no porque la tengamos tomada con él. Dios nos
libre de caer en tamaña simpleza a estas alturas de la vida.
Volviendo a Manuel Montero: ayer me lo encontré y me dijo
que tenía un libro escrito por un tío suyo sobre una Córdoba
de cuando yo la viví intensamente. Y me ha prometido
dejármelo en el periódico. Espero tener más suerte que José
Enrique Díaz con el secretario técnico del Cartagena.
SÁBADO. 26
Creo haber dicho, en alguna que otra ocasión, que a mí la
Feria no me hace mucho tilín. Tal vez sea porque el recinto
ferial se ha ido llenando de ruidos que, veintitantos años
atrás, no tenían cabida en él. Las ferias han ido
evolucionando en muchos sentidos mientras en otros los
retrocesos han sido evidentes. Conviene destacar la limpieza
que ofrecen las cocinas de las casetas y cómo han ido
mejorando los servicios. En cambio, la música, convertida en
manicomio de decibelios, impide el habla de la normalidad y,
por supuesto, atenta contra cualquier intento de conversar.
A pesar de ello, entiendo que haya muchas personas que estén
lampando ya por verse en el recinto ferial. Lo que sí noto,
cuando se aproxima el comienzo de las Fiestas Patronales, es
un amago de melancolía, producido por los recuerdos de
aquella primera feria que disfruté durante mi primer año en
Ceuta. Me veo cenando en el jardín del entonces Hotel La
Muralla, rodeado de un ambiente extraordinario, con el fin
de hacer tiempo para llegar al recinto ferial en el momento
preciso y a tono con el ambiente. Recuerdo que en aquella
cena, a veces tomaba la palabra Manolo de Castro,
bajo la mirada atenta de Eduardo Hernández, para
decirnos que había un interventor accidental, llamado
Juan Vivas, que era una joya de funcionario. Mientras
Maribel Ugarte, la mujer de Manolo, nos contaba que
estaba dispuesta a achisparse por ser fiesta. Y qué decir de
Marián Hernández, con su cabello negro, colgándole,
suelto, en espesa melena, haciéndole carantoñas a su padre
para sacarle el regalo apetecido. Y a la hora de los postres
apareció la secretaria de la Delegación del Gobierno,
Margarita Subirón, luciendo modelo de colegiala con
cuello redondo, lacito y seda a cuadritos. Era en el vestir,
sólo en eso, un vivo retrato de Soledad Becerril.
Pero Margarita estaba tan buena que los caballeros perdían
el oremus y las damas torcían el gesto. Cosas de aquella
feria de 1982.
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