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OPINIÓN - DOMINGO, 27 DE JULIO DE 2008

 
ANÁLISIS

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES. 21


lamo a la peluquería Logar a ver si me dan hora para pelarme. Y Paco López me dice que me espera a las doce y media de la mañana. Pero antes paso por la redacción de este periódico y recojo las muestras de agrado que me dedica Fernando M. Caracena, compañero del medio, por haber titulado con su nombre la columna del domingo pasado, correspondiente a Yolanda Bel. Mientras Luis Parodi me reclama también que le nomine cuanto antes. Nos reímos los tres bajo la mirada atenta del redactor jefe, David F. Pascual, a quien le tengo ley. A Paco López le felicito, nada más llegar a su establecimiento, porque me dijeron que le había tocado una magnífica televisión, sorteada por esta Casa. Luego, con el sol pegando vertical y de lo lindo, me dirijo a la ‘Tasca de Pedro’. A sentarme un rato con los miembros de la ‘Peña del ladrillo’. Y, dado que sus componentes son muy suyos, cada vez más, llega un momento en que alguien me concede la oportunidad de sacar a relucir el carácter que me ha hecho mantener mi identidad intacta, cuando estoy ya en esa edad en la que algunos todavía andan buscando hacerse con una personalidad. Aunque sea de quitaipón.

MARTES. 22


Era uno de esos días en los que había decidido quedarme en casa para leer ‘La sonrisa etrusca’ de José Luis Sampedro. Libro que dejé arrumbado en su momento y que ahora tengo encima de la mesa para devorarlo. Pero mira por dónde decidí echarme a la calle. Esa calle que suele patearse Juan Vivas, casi todos los días. De ahí que uno pueda hallarlo en el sitio más inesperado y a cualquier hora del día. De modo que a las doce y diez de la mañana lo encuentro conversando amistosamente con el superintendente, Ángel Gómez, y teniendo como testigo al consejero de Gobernación, José Antonio Rodríguez, en la puerta del edificio policial, situada en la avenida de Barcelona. Lo cual no tendría nada de particular, al menos para mí, si pocos metros más abajo, cobijado en el burladero de una esquina de la Avenida de España, no hubiera visto también a un ex consejero de Gobernación escudriñando desde su distancia todos los movimientos de sus tres compañeros de partido. Y, dado que yo gozaba de una atalaya extraordinaria para ver sin ser visto, creo haber apreciado que el ex diputado hablaba solo mientras no perdía ripio de lo que estaba sucediendo a tan poca distancia de él. Y, claro, lo primero que pensé es que uno cada día que pasa sabe menos. Y que los políticos pertenecen a una especie muy rara.

MIÉRCOLES. 23


Hacía ya su tiempo que no veía a Isidro Hurtado de Mendoza. Y ha sido hoy cuando me lo he encontrado y nos hemos puesto a hablar sin darnos cuenta de que el sol quemaba. Es lo que sucede cuando dos personas que se estiman se hallan en la calle y se olvidan de cuanto acontece a su alrededor. Con Isidro es difícil que al encontrarnos no surjan las muestras de satisfacción y que no reluzca la alegría que nos produce charlar aunque sea con la celeridad requerida. Porque es raro que Isidro no tenga siempre algo que hacer. Dada su vitalidad y sus deseos de no dormirse en los laureles. Lo primero que me dice, con el entusiasmo que él pone en todo y mucho más en lo que viene a continuación, es que va a ser padre otra vez y muy pronto. Aleluya... Luego me recuerda que ha obtenido el segundo grado de entrenador de fútbol y que ahora no descansará hasta conseguir el primero. En fin, que el vitalismo de Hurtado de Mendoza es contagioso y si continúo unos minutos más conversando con él, seguro que me contagia su amor por la velocidad y allá que termino cabalgando una Suzuqui a toda pastilla.

JUEVES. 24


Hoy me tocaba echar una parrafada con Miguel Ángel Vallejo. Y allá que me planto, a la una de la tarde, en La Pérgola: restaurante que he celebrado más de una vez por lo bien que se come. Noto que la tensión se me ha bajado y lo primero que hago es pedirme un Oporto. Mientras espero que el propietario termine de hablar con un proveedor. Y en cuanto ello sucede nos ponemos a charlar acerca de situaciones que se suceden en una ciudad que conocemos bien. Cháchara que me sirve para ir calentando motores. Puesto que media hora más tarde me hallo ya en la Tasca de Pedro. Allí me encuentro con el consejero de Recursos Humanos, Ángel Díez Nieto, y con el presidente del Consejo de Administración de Radio Televisión Ceuta, Jaime Wahnon. Y, claro, nos pusimos a pegar la hebra. Sí, ha leído usted bien, Wahnon y yo nos metimos en conversación como si tal cosa. Sin que en ningún momento a él se le notara animosidad contra mí por haberle criticado su gestión en varias ocasiones. De modo que todo transcurrió con la normalidad que debe imperar entre personas educadas.

VIERNES. 25


Manuel Montero, cordobés y periodista deportivo de esta Casa, nos informa cada día de cuanto sucede en el seno de la Asociación Deportiva Ceuta. Y, gracias a él, he podido saber cómo el secretario técnico del Cartagena firma a los jugadores tras haberlos requebrados el del Ceuta. Es decir, el sevillano José Enrique Díaz. Quien a su vez, entre reproches y sacadas de pecho, nos cuenta que el técnico cartagenero le birla los fichajes apalabrados, porque los murcianos les pagan a los futbolistas un cuarenta por ciento más de lo que él les ofrece. Creo que el avispado Díaz, quien cada vez se va pareciendo más a un personaje tan famoso como de infaustos recuerdos en su tiempo, no se da cuenta de que tales excusas no le redimen de sus fiascos. Y que si los sacamos a colación es porque estamos en pretemporada y no porque la tengamos tomada con él. Dios nos libre de caer en tamaña simpleza a estas alturas de la vida. Volviendo a Manuel Montero: ayer me lo encontré y me dijo que tenía un libro escrito por un tío suyo sobre una Córdoba de cuando yo la viví intensamente. Y me ha prometido dejármelo en el periódico. Espero tener más suerte que José Enrique Díaz con el secretario técnico del Cartagena.

SÁBADO. 26


Creo haber dicho, en alguna que otra ocasión, que a mí la Feria no me hace mucho tilín. Tal vez sea porque el recinto ferial se ha ido llenando de ruidos que, veintitantos años atrás, no tenían cabida en él. Las ferias han ido evolucionando en muchos sentidos mientras en otros los retrocesos han sido evidentes. Conviene destacar la limpieza que ofrecen las cocinas de las casetas y cómo han ido mejorando los servicios. En cambio, la música, convertida en manicomio de decibelios, impide el habla de la normalidad y, por supuesto, atenta contra cualquier intento de conversar. A pesar de ello, entiendo que haya muchas personas que estén lampando ya por verse en el recinto ferial. Lo que sí noto, cuando se aproxima el comienzo de las Fiestas Patronales, es un amago de melancolía, producido por los recuerdos de aquella primera feria que disfruté durante mi primer año en Ceuta. Me veo cenando en el jardín del entonces Hotel La Muralla, rodeado de un ambiente extraordinario, con el fin de hacer tiempo para llegar al recinto ferial en el momento preciso y a tono con el ambiente. Recuerdo que en aquella cena, a veces tomaba la palabra Manolo de Castro, bajo la mirada atenta de Eduardo Hernández, para decirnos que había un interventor accidental, llamado Juan Vivas, que era una joya de funcionario. Mientras Maribel Ugarte, la mujer de Manolo, nos contaba que estaba dispuesta a achisparse por ser fiesta. Y qué decir de Marián Hernández, con su cabello negro, colgándole, suelto, en espesa melena, haciéndole carantoñas a su padre para sacarle el regalo apetecido. Y a la hora de los postres apareció la secretaria de la Delegación del Gobierno, Margarita Subirón, luciendo modelo de colegiala con cuello redondo, lacito y seda a cuadritos. Era en el vestir, sólo en eso, un vivo retrato de Soledad Becerril. Pero Margarita estaba tan buena que los caballeros perdían el oremus y las damas torcían el gesto. Cosas de aquella feria de 1982.
 

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