Continuación del primer capítulo ofrecido en el diario de la
jornada de ayer viernes.
Segunda fase: Europa envuelta en el yihadismo global (desde
la segunda mitad de los 90 hasta los atentados del 11 de
septiembre)
A lo largo de la década de los 90 el fenómeno yihadista
experimentó una profunda transformación. Las claves del
cambio fueron las siguientes:
a) Numerosas redes yihadistas comenzaron a colaborar entre
sí e incluso a refundirse en nuevos grupos, en función de
los vínculos personales, del lugar de residencia y de los
objetivos a alcanzar. En esta superposición tuvieron mucho
que ver la experiencia en combate en Afganistán y los lazos
de camaradería que allí se forjaron y, en especial, el
esfuerzo de Al-Qaida por aglutinar el radicalismo islamista,
a través de su política de alianzas entre grupos y el
patronazgo de campos de entrenamiento en Afganistán y Sudán
por donde pasaron miles de voluntarios a la causa yihadista
(Benjamín & Simon, 2003).
b) Occidente pasó a ocupar el primer puesto en la lista de
enemigos. Aunque los objetivosfinales seguían siendo la
purificación del islam y la restauración del califato, se
llegó al convencimiento de que esto no sería posible
mientras Estados Unidos y sus aliados ejercieran el
liderazgo mundial y respaldaran a los falsos musulmanes que
gobernaban los países de mayoría islámica (Gunaratna, 2002:
44). Los partidarios de combatir a ese enemigo de lejos
señalaban como argumentos el apoyo prestado por Washington a
la monarquía saudí antes y después de la guerra del Golfo de
1991, y el respaldo ofrecido por los países europeos (en
especial Francia) al golpe militar argelino de comienzos de
1992 y a la lucha del régimen contra los islamistas en los
años siguientes. La conclusión era que los esfuerzos por
derrocar a los “tiranos apóstatas” serían baldíos mientras
el mundo estuviese dominado por los enemigos del islam (Scheuer,
2004: 131-134).
La presentación en sociedad del nuevo rostro del yihadismo
(que a partir de entonces puede ser considerado yihadismo
global) tuvo lugar en Londres el 23 de febrero de 1998,
mediante la publicación de una carta en el periódico Al-Quds
Al-Arabi. En ella Osama Bin Laden y varios dirigentes
yihadistas anunciaban la creación del Frente Islámico
Mundial contra los Judíos y los Cruzados. En una fatwa que
acompañaba a la carta Bin Laden declaraba además la
obligación individual de todo musulmán de matar a los
americanos y a sus aliados (civiles y militares) y de
saquear sus riquezas allí donde fuera posible.
El anuncio de Bin Laden y sus socios no era en sí mismo una
novedad, sino la confirmación y convocatoria pública de un
cambio de estrategia que ya había comenzado a aplicarse
varios años antes. En lo referido a Europa, los primeros
síntomas se manifestaron a mediados de los 90 y se
agudizaron en los años posteriores. Los acontecimientos más
destacados en este sentido fueron los siguientes:
- Aproximadamente un millar de yihadistas marcharon a
combatir a Bosnia en defensa de la minoría musulmana entre
los años 1992 y 1995. Aquella experiencia contribuyó a que
se forjaran aún más los vínculos entre radicales de
diferente nacionalidad. Por Bosnia pasaron voluntarios
procedentes de Egipto, Jordania, Argelia, los países del
Golfo, y algunos de países europeos e incluso de Estados
Unidos. La organización de Osama Bin Laden apoyó a aquella
yihad y contempló en ella la oportunidad de establecer una
base de operaciones en los Balcanes desde la que atacar
posteriormente objetivos norteamericanos en Europa. Los
yihadistas no lograron construir un estado islámico en
aquella pequeña república (como algunos habían deseado).
Pero sí que lograron dos objetivos: entrenar a cientos de
individuos, comprometiéndoles con la causa yihadista global,
y lograr la implantación en Europa de nuevas células
conectadas entre sí y en muchos casos con Al-Qaida en
Afganistán (Kohlmann, 2004).
- A lo largo de los años 90 Al-Qaida fue atrayéndose
paulatinamente las redes yihadistas y de simpatizantes con
el islamismo radical presentes con anterioridad en Europa.
Grupos e individuos que hasta entonces habían militado por
agendas casi exclusivamente nacionales pasaron a colaborar
en defensa de los objetivos del yihadismo global y en apoyo
de los distintos frentes donde los musulmanes eran atacados:
Bosnia, Chechenia, Palestina y Afganistán.
- Al mismo tiempo algunos predicadores radicales también
utilizaron sus asociaciones y centros religiosos para
extender la llamada a la resistencia mundial. Los casos más
conocidos fueron los de Abu Qatada, Abu Hamza Al-Masri y
Omar Bakri en Londres, a
través de la mezquita de Finsbury Park los dos primeros, y
de la asociación Al-Mujahirun, el tercero. Pero el mensaje
también se propagaba a través de otras mezquitas de Europa
como por ejemplo el Centro Cultural Islámico de Milán o
diversas salas de oración del extrarradio de París, Marsella
y Lyon, así como en Bélgica y Holanda (Brynjar & Åshild,
2001: 12-15). A mediados de los 90 no resultaba alarmante
alabar de manera pública a Bin Laden o incluso reclutar a
jóvenes para marchar a Afganistán. Los islamistas radicales
gozaban entonces de una visibilidad desconocida después del
11 de septiembre y de los atentados que han tenido lugar en
suelo europeo.
Pero lo más significativo en el desarrollo del yihadismo
global dentro de Europa fue que a partir de la segunda mitad
de los 90 varias redes comenzaron a planificar y -en algunos
casosa ejecutar acciones terroristas en suelo europeo contra
intereses norteamericanos o del país en cuestión. Europa
también continuó siendo durante esta segunda fase una
retaguardia estratégica de las redes yihadistas, pero a la
vez se convirtió en un frente al que exportar la yihad. En
la mayor parte de las ocasiones los intentos fueron
abortados. Sólo logró consumar sus planes la campaña
terrorista de Francia entre julio y octubre de 1995 que
provocó una decena de muertos y más de doscientos heridos
(Gregory, 2003) Algunos meses antes (en diciembre de 1994)
las fuerzas de seguridad galas ya habían evitado que un
Airbus secuestrado en Argel volase hacia París, donde
presuntamente los terroristas iban a estrellar el avión.
Aunque aquellas acciones fueron interpretados inicialmente
como episodios circunscritos al apoyo que el gobierno galo
prestaba al régimen argelino (y que por tanto habría
motivado la violencia chantajista del GIA), lo cierto es que
puede verse en ellos uno de los primeros intentos serios del
yihadismo global por golpear al enemigo de lejos en su
propio territorio.
La campaña terrorista tuvo una dimensión más amplia que la
de un simple grupo nacional que pretendía acabar con la
intromisión de una potencia exterior en el conflicto interno
argelino. Algunos miembros de las redes que perpetraron
aquellos atentados habían pasado por Afganistán y, en
algunos casos, también por Bosnia (Kohlmann ,2004: 140-142).
Por tanto,aunque el ataque fue coordinado por líderes del
GIA -posiblemente residentes en el Reino Unido e Italia- la
inspiración, el entrenamiento y las conexiones, iban más
allá de la simple causa argelina. Como reconoció el propio
líder de uno de los grupos, Khaled Kelkal, en un entrevista
realizada por un sociólogo alemán cuatro años antes, él no
se sentía árabe ni francés sino sólo musulmán.
(Continúa mañana)
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