Más vale tarde que nunca y, aunque
ya bien avanzado el acto, pude al final acercarme ayer
jueves al “Centro Cultural Lerchundi” de Martil donde,
patrocinado por el Consulado General de España en Tetuán,
tuvo lugar un brillante y animado “Foro de Hispanismo”
coordinado por Ricardo Javier Barceló en el que se abordó,
desde diferentes ópticas, el presente y futuro de la lengua
española en la literatura marroquí. La novedosa sorpresa fue
aportada por el Cónsul de Tetuán y Larache, Javier
Jiménez-Ugarte, quién no solo inauguró la jornada sino que
bajó a la arena coordinando la mesa redonda “Escribir desde
otra lengua”, en la que participaron ni más ni menos que
Mohamed Lahchiri, Ahmed Mohamed Mgara, Mohamed Sibari y
Mohamed Bouissef Rekab. Tras la bienvenida del Cónsul,
Mustafá Adila, Jefe del Departamento de Hispánicas de la
Universidad “Abdelmalik Essaâdi”, dirigió unas cálidas
palabras a los presentes para después coordinar una segunda
mesa redonda sobre “Hispanismo, docencia y creación”,
contando con la participación de los profesores Abdelkader
Benabdelatif y Rachida Gharrafi, el ex Inspector de
Enseñanza Media Mohamed Messari y Ahmed Oubali, Profesor de
la “Escuela Normal Superior” de Tetuán.
Estoy seguro de que en Ceuta muchos de estos nombres
encontrarán resonancia pues, sin ir más lejos, Mohamed
Lahchiri es autor de un sugerente libro, en ocasiones
crudamente costumbrista y que ya va por varias ediciones
(“Una tumbita en Sidi Embarek y otros cuentos ceutíes”),
donde podemos bucear en la cercana intrahistoria (la veraz y
auténtica) con parrafadas como ésta: “Aunque el utensilio
tenía dos ganchos, lo llamaban ‘el gancho’ en las dos
lenguas de la ciudad, el español andaluz y el árabe
marroquí. Servía para traer agua a casa en aquel Príncipe
Alfonso de chabolas sin agua ni retrete de los años 50 y
60”. Mohamed Messari tuvo la gentileza de entregarme,
calurosamente dedicada, una traducción al árabe de “El
Lazarillo de Tormes” y, en fin, Mohamed Mgara me acerca,
“con afecto y amistad”, su última obra: “Presencias”, en la
que late como siempre el alma de la Blanca Paloma de la
Yebala: “Pero Tetuán no perdió nunca su vocación de ser
tierra de unos, de todos y de nadie a la vez. Una ciudad de
una cultura multidisciplinaria y sin dimensiones
disciplinadas”.
El embajador Jiménez-Ugarte no solo logró impulsar un
brillante elenco de reconocidos hispanistas marroquíes, sino
que el animado ágape adobado con sabrosas vitaminas de la
mar sirvió, a unos y otros, para reencontrarnos y pulsar los
profundos lazos que unen a los íberos de uno y otro lado del
Estrecho pues ahí está, soterrado pero bien presente, el
común substrato histórico prerromano y preislámico que
apuntaba, aguantando el tipo con sus más de ochenta años, un
lúcido Ibn Azzuz Hakim. Excelente comida, buena gente y
mejor ambiente, amenizado por una atractiva… mirada desde la
cumbre. Ayer, en una bella noche martileña, cálida y
cercana, tan solo parecía faltarnos (porque, quién sabe,
¡meigas haberlas háilas!) la mágica presencia de la popular
Aicha Kandicha. La vida nace, pasa rápido y luego vuelve, en
un eterno retorno. Me consta que Jiménez-Ugarte cree
firmemente en la Divina Providencia; yo, aunque no siempre,
también y encuentro, haciendo el camino, más un sinfín de
causalidades que el mero azar.
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