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OPINIÓN - JUEVES, 24 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Romper el turismo
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

El punto de partida, con defectos o sin ellos, para que nuestra economía saliera de la ruina en que se encontraba en la posguerra fue el turismo.

A partir de ahí, porque con pocos francos, o con pocos marcos, tanto alemanes como franceses, y no digamos ingleses con sus libras, los que venían de fuera iban a vivir como Dios, la hostelería empezó a ser la que tiró del carro inicialmente, en paralelo con la emigración, la mano de obra joven que salió a Alemania, Holanda, Suiza o Francia, con lo que las divisas llegaban, también, por esa vía a recuperar la paupérrima economía española.

Afortunadamente la emigración dejó de ser la salvación de algunos españoles, y aunque a intervalos con paro, desde los años 70 el que trabajaba, comenzó a trabajar más aquí.

El turismo siguió en alza y en estos momentos podemos decir que las instalaciones hoteleras en nuestro país pueden competir con las mejores del mundo.

Hay zonas que viven única y exclusivamente del turismo, durante todo el año, especialmente aquellas en las que el sol es el emblema y reclamo para los de las otras latitudes.

En otras partes, las menos afortunadas del sol, están esperando la época veraniega para atraer personal de fuera y así poder hacer su agosto con el buen tiempo, o las buenas comidas, que también son el reclamo de una buena parte del turismo.

Lo malo es cuando, precisamente, en esta época en la que los hoteles están llenos, con turistas de fuera o de la propia España, los gamberros de siempre, o algo más que gamberros, se empeñan en destrozar lo mucho y bueno que hay, para que esa zona no sea reclamo para nadie.

Es una vergüenza que cuatro cafres se empeñen en romper, un poco más, la economía, basándose en la “ley” del miedo, y eso es lo que parece que se intenta este año con Cantabria.

Si hay una zona encantadora, en todos los sentidos, esa es Cantabria. Allí nadie se siente extraño. Allí en el verano se vive como en el mismísimo paraíso y su gastronomía puede competir con la mejor.

Allí no hay problemas de bilingüismo, allí todos tienen las puertas abiertas siempre, salvo que unos cafres intenten y lo consigan que los visitantes a Cantabria cambien de dirección.

La explosión de varios artefactos, en estos días, precisamente, puede suponer unas pérdidas irreparables para esa comunidad autónoma, que en los años que lleva como tal no ha creado el más mínimo problema, a sus vecinos, a otras comunidades más alejadas, ni al resto de España.

En muchas ocasiones he escrito sobre esta lacra que tenemos y que no somos capaces de desterrar. Ya es lamentable que un grupo de 10, 20 o de 100 desalmados pongan en jaque a toda una sociedad y traten de cambiar el rumbo a quienes honradamente vienen trabajando para, también ellos, dar ejemplo de lo que son buenos servicios, en este caso, en el turismo.

La alegría más grande que podríamos tener las personas de buena voluntad sería que esos ataques nefastos no hayan roto las expectativas, buenas expectativas veraniegas, de esa hermosa comunidad autónoma que es Cantabria.

Ahora les ha tocado a ellos, y el punto de arranque ha estado donde siempre, en la barbarie de ETA.
 

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