Decía la sabia de mí abuela,
porque nadie dude de que mí abuela era sabia, en esa
sabiduría que dan los años y todos los acontecimientos
vividos desde que uno abre los ojos al mundo. Bueno, en la
época en la que nació la sabia de mí abuela, los niños
venían al mundo con los ojos cerrados. Hoy nacen con los
ojos abiertos y en eso, que duda cabe, llevan ventaja.
Sin embargo, a pesar de que en aquella época, la de mí
abuela, los niños nacían con los ojos cerrados, veían mucho
más que los que, hoy día, nacen con los ojos abiertos. Todo
ello, pensándolo bien, se debía a que los ojos hay que
abrirlos en su momento oportuno.
Aclarada la situación, desde mí personal e intransferible
punto de vista, lo que les quería decir referente a la frase
de mí abuela es ella, siempre, decía: “en casa de comunidad
no demuestres tu habilidad”. Como siempre, que razón llevaba
la sabia de mí abuela.
Este problema de “en casa de comunidad no demuestres tu
habilidad”, se da mucho en los partidos políticos. En cuanto
algunos de sus miembros con cierto mando empieza a mostrar
su habilidad en determinados temas, se va creando muchos más
problemas de los que le corresponden.
Al principio todos son alabanzas para ese político o
política, aquí debe caber lo de miembro y miembra, que está
destacando y mostrando todas las habilidades que adornan su
persona, solucionado problemas que a otros compañeros les
costaría trabajo solucionar, incluso a la hora de tenerse
que enfrentarse a la oposición, gracia a sus conocimientos
y, sobre todo, a su oratoria. Sus conocimientos sobre
determinados temas y su facilidad de palabra para rebatir a
los contrarios, les hacen sentirse admirados, recibiendo
toda clase de alabanzas.
Pero todo ello, esos conocimientos, esa facilidad de palabra
para enfrentarse a los contarios, demostrando en casa de
comunidad sus habilidades, a la larga o a la corta, tampoco
deberá pasar mucho tiempo, les llevará a que se acaben los
halagos y hasta cierta admiración que está despertando entre
el pueblo, que empiezan a considerarlo o considerarla, como
a alguien con los suficientes conocimientos y preparación,
para que un día no muy lejano ocupar un cargo importante
dentro de su partido.
Y es ahí, en esos momentos en los que el pueblo empieza a
mostrar cierta admiración hacia ese político o política,
cuando empieza a fraguarse su tragedia.
Los inútiles, a cuya inutilidad acompaña la envidia, que
antes aplaudían y alababan su comportamiento, empiezan a
sentirse marginados, comprobando como su carrera política se
viene abajo y eso, de ninguna de las maneras, se puede
permitir, y menos en para un inútil que tuvo la suerte de
que en la tómbola de la vida, le tocará la gorra y el pito
con mando.
Esos son los más peligros y de los que se tienen que guardar
los políticos y políticas, que empiezan a subir y a sentirse
valorados por el pueblo por su bien hacer en las tareas
encomendadas. Trataran, por todos los medios a su alcance,
los inútiles de turnos, hacerles la vida imposible,
denigrarlos sacándoles historias para no dormir y, sobre
todo, intentar mandarlos al ostracismo político. Cuidate.
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