Estoy disfrutando de los baños en
el Parque del Mediterráneo con mi familia más uno. Ese uno
es mi sobrino que pasa unos días en Ceuta y que se niega a
abandonar la ciudad, regresando con su mamá, porque ha
calado hondo en él.
Se comprende esta postura de un chico de trece años cuando
ve que aquí tiene amplio campo de actuación para sus
inquietudes infantiles, a un paso de la juventud, y
encuentra terreno abonado para sus actividades de ocio y
diversión.
Mientras disfrutábamos de los baños junto a otras familias
amigas, me vienen a llamar que estoy invitado al cumpleaños
de una persona conocida, minusválida sensorial, que se
encuentra con que sus amigas, que no son minusválidas, no
pueden acudir después de haberlo prometido.
Comprendo el dolor de la chica minusválida que no encuentra,
excepto su novio, una cálida acogida a un evento que, para
ella, significa un acto social de relevancia como es
celebrar su cumpleaños.
Almudena, que es así como se llama la chica, cumple sus
veintitantos veranos de una manera feliz, a su modo, en
compañía de su novio y de cuantos nos hemos ofrecido a
acompañarla en tan señalado acontecimiento de su vida,
íntimo y a la vez entrañable.
Por sus escasos recursos, está en el paro después de haber
permanecido un tiempo trabajando en una entidad dedicada a
la atención de los minusválidos merced a los Planes de
Empleo, sólo nos ha podido invitar a una monumental tarta de
cumpleaños y ello ha significado un punto muy importante del
deseo de ésta guapa chica de estar acompañada por sus amigas
en la celebración, si n menoscabar el esfuerzo económico que
ha realizado.
Esta situación de una persona, que por derecho entra de
lleno en la igualdad de oportunidades, me ha hecho meditar
acerca de las dificultades que encuentran estos ciudadanos y
ciudadanas minusválidas en el desarrollo de parte de su
vida, la más importante, con la que pervivir en la sociedad
actual.
No todos los minusválidos sensoriales -llamados de otras
maneras como mudos, sordomudos, sordos y sordo-ciegos-
encuentran el apoyo de un padrino o madrina que les ayude a
encauzar su vida dentro de las pautas marcadas por la
sociedad contemporánea.
Muchos de ellos han padecido, y padecen, la incomprensible y
nula política educacional destinada a personas con cierto
grado de minusvalía, así como la ignorancia de familiares y
amigos acerca de cómo encauzar su educación y su trato en la
sociedad.
Esta ignorancia de los familiares, y la postura de ciertas
personas científicas y médicas, ha posibilitado la
existencia de organizaciones y entidades declaradas sin
ánimo de lucro pero que son todo contrario y cuyos fines
están bastante alejados de la propuesta inicial de su
creación.
He podido observar, personal e intransferiblemente como
acostumbra a titular uno de mis compañeros del diario su
opinión, que muchas de las personas minusválidas sensoriales
carecen de una sólida educación que les permitan vivir en
completa independencia en todos los ámbitos sociales,
teniendo un trato poco menos que seres dependientes de
terceros cuando no debe ser así.
He estado muchísimos años luchando por el mejoramiento
general de las condiciones de este sector de la ciudadanía
española y he conseguido muchos beneficios, para ellos que
no para mí, en todos los campos reivindicativos sobre el
derecho a la igualdad y sobre el derecho al reconocimiento
como personas válidas.
Hoy en día ya no me dedico a luchar a favor de los
minusválidos porque dejé un amplio margen bien preparado
para que mis sucesores siguieran trabajando en ello aunque
los caminos emprendidos y los resultados están muy lejos del
que era mi proyecto.
Me enorgullezco de ser sordo porque así demuestro al mundo
que un sordo puede escribir, puede proyectar edificaciones,
puede vivir libremente sin depender de nadie más que de sí
mismo…
En fin, desde estas líneas de mi humilde artículo de opinión
diario sólo me queda desear un cumpleaños feliz, no sólo a
Almudena si no a todas aquellas personas, minusválidas o no,
que lo celebren en la soledad de su ser uniéndome a la
celebración como si fuera su más íntimo amigo. Aunque no me
inviten.
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