La aparición del libro “Hijos de
la Logse”, que examina la Ley, en el avance del primer
capítulo, cuyo autor Francisco Robles, escritor y
periodista, desgrana las claves para entender el fracaso de
la misma y, al mismo tiempo, enumera un decálogo para
empezar a superarlo. El autor se apropia del Lenguaje
“demagógico y eufemístico” de la Ley y las bases
psicopedagógicas en que se asienta: “La Logse es algo más
que una Ley, es una unidad de destino en lo curricular”
sostiene el autor.
En el primer capítulo, el autor piensa que “a falta de una
verdadera revolución social, política o económica, el
logsiano llevó todo su atalaje de utopías al único sitio
donde podría ponerlas en prácticas sin que se le rebelase el
personal: al ámbito de la educación…”
“Se empezó por poner en cuestión la autoridad del profesor,
al que pronto se le acusó de haber sido cómplice o
practicante de los métodos represivos del franquismo. Una
vez se impuso la ley del péndulo, que convertía al alumno en
inocente, aunque se demostrase mil veces lo contrario.
Palabras como culpa o castigo fueron eliminadas ‘ipso facto’
del vocabulario escolar y sustituidas por otras de
significado blando y sentido. Ahí empezó todo…Luego vinieron
los cambios léxicos que convirtieron el programa en
currículo, las bajadas de niveles en adaptaciones
curriculares no significativas, o el aprobado general en la
evaluación para la diversidad… Desposeídos de la autoridad
que les permitían mantener el orden y la disciplina en la
clase, los profesores se convirtieron en chivos expiatorios
y en cabezas de turco. El diploma discriminatorio le dio
paso al PA, vulgo ‘progresa adecuadamente’: curioso empleo
del verbo progresar, digno de la progresía andante. Y los
suspensos que traumatizaban a los pobres infantes se
convirtieron en la mayor obviedad que han visto los siglos:
‘necesita mejorar’. ¿Quién no lo necesita por mucho que
sepa…?”
Conviene recordar que el 3 de Octubre de 1990 se publicó la
Ley Orgánica de Ordenación del Sistema Educativo (LOGSE),
promovida por el PSOE. La base va a ser la evaluación del
sistema para poder mejorar, reformar y ampliar el proceso
educativo. La escolarización se hace obligatoria hasta los
16 años, se establece la promoción de curso automática, se
crea la etapa de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Las
críticas llegaron por la falta de medios para aplicarla. En
los últimos 17 de años se han sucedido varias leyes. Tras la
LOGSE, llegó la Ley Orgánica de Calidad de la educación (LOCE),
reforma auspiciada por el PP, entonces en el Gobierno, y
aprobada en 2002. Fue muy discutida, y en 2005, con el PSOE
en el poder, se inicia otra reforma que ha dado lugar a la
Ley Orgánica de Educación (LOE). Un galimatías de siglas que
encierra un debate político centrado, sobre todo, en
detalles como la enseñanza de la Religión y la polémica
asignatura Educación para la Ciudadanía (EpC).
En los momentos de darse a conocer la implantación de la
reforma, a lo largo de un proceso prolongado, con relativa
frecuencia, el Ministerio enviaba a los centros de
profesores un equipo de técnicos documentados, donde se
presentaba la Ley como un instrumento imprescindible y
decisivo para llevar a cabo la reforma, asegurándose que se
iba a contar con los medios suficientes y necesarios para su
efectiva puesta en práctica, presentada como un compromiso
político y social, y que la Ley contenía la suficiente
flexibilidad como para aspirar a servir de marco a la
educación española durante un largo período de tiempo,
siendo capaz de asimilar en sus estructuras las
reorientaciones que pudiera aconsejar la cambiante realidad
de futuro.
Por el interés que despertaban los debates que se
establecían entre técnicos y asistentes, en general
profesores de la fagocitada EGB, que a partir del momento de
su implantación, recobraríamos el tan ansiado título de
maestro, quedábamos perplejos por la excelencias que nos
“vendían” los expertos. Ni que decir tiene que ninguna de
nuestras sugerencias sirvieron para nada, en particular
aquellas que iban dirigidas al proceso de promoción, ya que
vislumbrábamos que se pasaría de nivel sin superar las
materias programadas en cada curso.
Cuando se supo que, de forma oficial, se había aprobado la
LOGSE, algunos compañeros nos encontrábamos en una de las
Escuelas de Verano, que con mucho acierto se celebraban en
nuestra ciudad. Daba la impresión que todo estaba preparado,
pues, coincidiendo con la clausura de la Escuela, una
autoridad educativa recibió la noticia de la “buena nueva”.
Aquello fue una fiesta.
Implantada la Ley en la ESO, curso 1995-96, al finalizar el
mismo, en 1º de la ESO, se empezó a debatir por el equipo
docente que atendíamos a los dos grupos que tenía nuestro
centro, sobre qué criterios teníamos que aplicar para la
promoción a 2º de la ESO. “Via libre”. Todos los alumnos y
alumnas promocionaron, al entenderse que el proceso era
“cíclico”, es decir que los objetivos se valorarían al
finalizar el 2º curso. Conviene recordar que estos dos
cursos se impartían en los centros de Educación Primaria.
Fue en el 2002-2003 cuando se incorporaron a los IES.
Llegada la evaluación del 2º curso de la ESO, nos
encontramos con lo ya esperado: los alumnos que no habían
conseguido superar los objetivos del 1º curso, lógicamente
no superaron los objetivos del 2º curso, por lo que nos
planteamos realizar “algunos ajustes” para “maquillar” los
malos resultados, o retenerlos en 2º curso. Se optó por lo
primero, con lo cual los alumnos que promocionaron a 3º en
estas condiciones terminaron en inferioridad con respecto a
aquellos que habían conseguido superar el ciclo. ¡Todo un
gran éxito!
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