Tras años y años de exigencia de un imposible, al fin los
nacionalistas han encontrado a un Presidente del Gobierno
que, imbuido del espíritu del mayo del 68 francés (aquello
del “sed realistas, pedid lo imposible”) les ha dado el
gusto de publicar las denominadas balanzas fiscales. Si uno
lee con detenimiento las explicaciones que los pobres
técnicos del Instituto de Estudios Fiscales han tenido que
dar sobre como han pergeñado las susodichas balanzas, llega
rápidamente a las siguientes conclusiones: uno, no hay
manera de calcularlas con un método único; dos: todas son
parciales, y por tanto, inexactas; tres, requieren una
interpretación tan alambicada que, en realidad, desvirtúan
cualquier conclusión posible. Y todo este esfuerzo inútil
para acabar descubriendo la pólvora: que los ingresos
fiscales del Estado son mayores en las regiones con mayor
renta per cápita, y que los gastos del Estado son
proporcionalmente mayores en las regiones con menor renta
per cápita. O sea, exactamente la función redistributiva que
se atribuye a los impuestos desde su concepción originaria,
es decir, que aporten más los que más tienen, para
satisfacer las necesidades de los que menos tienen. Desde
luego, que esto pueda ser puesto en cuestión por alguien que
se autoproclama de izquierdas (el insigne Montilla, por
ejemplo) es para nota.
Porque además, es imprescindible recordar, para no perder la
perspectiva, que quienes pagan impuestos no son los
territorios, sino las personas y las empresas, y quienes son
destinatarios del gasto público estatal tampoco son los
territorios, sino las personas y las empresas. El sistema
pueda funcionar porque los que pagan impuestos aportan más
de lo que reciben a cambio; si no, ¿cómo se podría prestar
servicios a los que no los pagan porque sus ingresos no
llegan al mínimo para hacerlo? ¿Se imaginan que los que
pagan impuestos exigieran la publicación de su balanza
fiscal personal con el Estado? Por otra parte, ¿dónde está
la injusticia?: una persona que tenga una renta X y que
resida en Barcelona pagará los mismos impuestos que otra que
tenga la misma renta X y resida en Jaén. Lo que ocurre es
que en algunos territorios hay muchas más personas que
tienen rentas elevadas que en otros, y por eso la
recaudación es mayor.
Y, en lo que nos afecta más directamente, están las
reflexiones en relación con Ceuta. Algún ignorante se ha
apresurado a afirmar que el saldo positivo de las balanzas
refleja la “solidaridad de Zapatero con Ceuta”. No sabía yo
que Zapatero pagaba de su bolsillo los gastos del Estado en
Ceuta, y desde luego si es así me descubro ante su
generosidad y su patrimonio. Pero me temo que va a ser que
no. Ya he dicho al principio que extraer conclusiones de
balanzas parciales e inexactas es tarea imposible, pero ya
que alguien se atreve a decir tonterías, alguna
puntualización habrá que hacer. Una, que en las balanzas
elaboradas por el método carga-beneficio, se aprecia que
Ceuta no es tanta carga para el Estado como algunos insisten
en hacernos creer ¿Y por qué?, pues porque algunos de los
gastos más elevados que el Estado hace en Ceuta cada año
(defensa, seguridad de la frontera) en realidad no
benefician exclusivamente a los ceutíes, sino al conjunto de
los ciudadanos españoles. Y dos, que las balanzas elaboradas
por el método del flujo monetario sí que reflejan un saldo
positivo muy elevado para Ceuta, pero ello no tiene nada que
ver con el “compromiso zapateril” que nos quieren vender,
sino con el hecho de que, de las tres principales fuentes de
ingresos impositivos del Estado, Renta, Sociedades e IVA,
las dos primeras están bonificadas en un 50% en Ceuta, y la
tercera no se aplica. Por tanto la explicación de esa
diferencia está en nuestro Régimen Económico y Fiscal
Especial, y no en un esfuerzo inversor extraordinario
desgraciadamente inexistente. Son los ciudadanos españoles,
no el Gobierno (ni el actual ni ningún otro), los que nos
permiten pagar menos impuestos para superar los
condicionantes que se derivan de nuestra situación singular
y favorecer la decisión de residir en Ceuta. Y, que yo sepa,
Zapatero nada tiene que ver con el REF, que tiene más de un
siglo de antigüedad, aunque es verdad que se comprometió
hace ya más de cuatro años a actualizarlo y aún lo estamos
esperando. Si uno repasa el saldo resultante entre ingresos
y gastos en Ceuta en los cuadros del citado método del flujo
monetario, pueda apreciar que los primeros son algo menos
que la mitad de los segundos; luego, sin las bonificaciones
y exenciones, el resultado de la balanza sería cercano al
equilibrio.
En definitiva, este descubrimiento de la pólvora que han
supuesto las dichosas balanzas fiscales no va a servir mas
que para que, convenientemente almacenada en barriles, y
añadida la correspondiente mecha, los nacionalistas y
asimilados la utilicen para volar uno de los pocos puentes
que siguen manteniendo la unidad de la Nación: el de la
solidaridad reconocida en la Constitución Española de 1978,
heredera de la “fraternidad” de los revolucionarios
franceses. Y que conste que espero y deseo que no sea así, y
que el Gobierno no permita su utilización ni en el reparto
de las inversiones y gastos del Estado, ni en la negociación
del sistema de financiación autonómica que ahora empieza, y
con el que no tienen absolutamente nada que ver. Pero ya se
sabe que, desgraciadamente, las armas las carga el diablo.
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