He cumplido con el deber de
ciudadano asistiendo a la entrega, desfasada, del premio de
Convivencia a Daniel Barenboín en el Salón del Trono del
Palacio de la Ciudad.
Toda la crema y nata de la política y de la sociedad ceutí
se encontraba allí.
Saludo cordial y gratamente a los asistentes, entre los que
destacan el delegado del Gobierno, el alto jefe militar,
toda la plana mayor del Gobierno local y muchos conocidos y
amigos. Por una vez, en mi caso al menos, la política no
está presente y da paso a la Cultura, con mayúsculas.
No entro en la crónica del acto en sí mismo porque los
compañeros del diario cubren perfectamente la noticia. Sólo
he dado un prólogo, como es mi costumbre, de mis andanzas
diarias.
El día en que ofrezca el epílogo… tal vez sea el epitafio de
mi tumba.
Hoy quiero escribir sobre los riesgos que tienen los medios
de comunicación al dar noticias sensacionales carentes de
bases sólidas que las respalden.
Sin ir más lejos, entremos en el caso de la niña inglesa,
Madeleine, secuestrada en Portugal.
Tengamos presente lo que pasó con Dolores Vázquez. Fue
condenada de antemano principalmente por los medios de
comunicación. La plancha, o metedura de pata, fue enorme.
Estos últimos meses corrió la misma suerte el sospechoso de
haber secuestrado a la niña inglesa, ahora se hace
millonario merced a la demanda interpuesta contra los medios
de comunicación que destruyeron su vida con difamaciones.
Los más de 100 artículos publicados por los medios de
comunicación en los que difamaban al sospechoso del
secuestro han costado la friolera de 800.000 euros que se
embolsa el mencionado sospechoso difamado.
Esos 133.108.800 de las antiguas pesetas han convertido esta
demanda en la mayor compensación de una denuncia por
difamación aprobada por la Higth Court británica y con ello
el que fue principal sospechoso de tan triste secuestro se
siente reivindicado.
No soy quién para llamar la atención a nadie. Todos somos
mayores de edad y por tanto somos responsables de lo que
hagamos, escribamos o pensemos. Pero sería de agradecer que
tuvieran presente, siempre, un margen de espera antes de
precipitar los acontecimientos a través de trolas, más o
menos, manipuladas o interesadas.
Que viertan sus opiniones, según el punto de vista de cada
cual, no tiene tanta trascendencia mientras esas opiniones
no sean convertidas en “verdades” cuestionables, por otro
lado, en base a imaginaciones novelescas sobre hechos
reales.
Los propios padres de la niña inglesa también denunciaron a
los medios de comunicación que los apuntaron como
sospechosos y recibieron, en su momento, 550.000 libras
inglesas de indemnización y les causaron un fuerte daño
moral.
No obstante, según expertos en derecho periodístico, el
montante global podría haber llegado a suponer una
indemnización récord de más de 2,6 millones de euros, ya que
si el proceso hubiera seguido adelante y se saldase a su
favor, sus reivindicaciones podrían haber dado como
resultado una indemnización de unos 260.000 euros por
publicación, que sumarían más de 2,6 millones en total.
En consecuencia, el sospechoso, quien podría ver cómo esta
condición se mantiene mientras la investigación siga
abierta, protagonizó un episodio sin precedentes en la
prensa británica, puesto que las acciones legales que
presentó supusieron la más elevada cifra de demandas de
difamación promovidas sobre una misma cuestión por una sola
persona.
Para terminar, mis opiniones son eso: opiniones. No son
aseveraciones en absoluto. Son opiniones de cómo veo las
cosas desde la óptica de mi cristal multicolor y, como todas
las opiniones, están sujetas a errores que, llegado su
momento, reconoceré absolutamente y pediré disculpas en su
caso. Mientras tanto… permítanme opinar. Soy libre de verter
mi opinión ¿verdad?
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