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OPINIÓN - SÁBADO, 19 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / AL SUR DEL SUR

El mal jefe
 


Juan Carlos Trujillo Muñoz
juancarlostrujillo@elpueblodeceuta.com

 

Dirigir una empresa del siglo XXI requiere algo más que el simple hecho de poseer los conocimientos teóricos y prácticos relacionados con el fin de la misma. Existen muchas teorías relacionadas con la dirección de estas pero resulta evidente que para alcanzar las metas fijadas es totalmente necesaria la complicidad de los empleados con el proyecto en cuestión a través de un firme pero comprometido liderazgo que reconozca y valore equitativamente, en todo momento, la capacidad y el trabajo desarrollado por cada uno de ellos.

Valorar las Capacidades, los Conocimientos y las Experiencias del personal bajo nuestra dirección planificando la estrategia a seguir para conseguir el mayor rendimiento de estos debería ser la labor fundamental del buen gestor alejando otras valoraciones que en nada beneficiarían a la empresa en cuestión.

A manera de ejemplo, la planificación de las necesidades de personal no se limita de ningún modo al cálculo de las necesidades actuales, sino que debe ir a una “previsión” de las necesidades, y no sólo necesidades numéricas, sino “necesidades” del trabajador, e implica un análisis y valoración de los puestos de trabajo, de forma personalizada, con lo cual ya se interrelaciona la planificación con los aspectos organizativos.

Un mal jefe es un peligro para el trabajador pero también lo es para la propia empresa ya que, sus irregulares actuaciones provocan gran parte de las bajas laborales producidas originando con ello una evidente disminución en la productividad y por supuesto, la salida de los trabajadores más cualificados en busca de una mejor situación laboral.

Podríamos mencionar algunos comportamientos significativos de los malos jefes; falta de respeto, forma de mirar, expresión corporal defensiva, mala actitud, nerviosismo excesivo, falta de confianza en los demás, usar el miedo para motivar, demasiado amigable en algunas ocasiones y ensimismado.

En definitiva, el mal jefe lo es para el trabajador pero también para la empresa que, comprueba como disminuyen las cifras en su cuenta de resultados como consecuencia lógica de la inapetencia creciente entre sus empleados en respuesta a las aptitudes déspotas de este. Por todo ello, solo existe una solución que subsane esta crítica situación, un cambio en la dirección de la empresa.
 

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