Dirigir una empresa del siglo XXI
requiere algo más que el simple hecho de poseer los
conocimientos teóricos y prácticos relacionados con el fin
de la misma. Existen muchas teorías relacionadas con la
dirección de estas pero resulta evidente que para alcanzar
las metas fijadas es totalmente necesaria la complicidad de
los empleados con el proyecto en cuestión a través de un
firme pero comprometido liderazgo que reconozca y valore
equitativamente, en todo momento, la capacidad y el trabajo
desarrollado por cada uno de ellos.
Valorar las Capacidades, los Conocimientos y las
Experiencias del personal bajo nuestra dirección
planificando la estrategia a seguir para conseguir el mayor
rendimiento de estos debería ser la labor fundamental del
buen gestor alejando otras valoraciones que en nada
beneficiarían a la empresa en cuestión.
A manera de ejemplo, la planificación de las necesidades de
personal no se limita de ningún modo al cálculo de las
necesidades actuales, sino que debe ir a una “previsión” de
las necesidades, y no sólo necesidades numéricas, sino
“necesidades” del trabajador, e implica un análisis y
valoración de los puestos de trabajo, de forma
personalizada, con lo cual ya se interrelaciona la
planificación con los aspectos organizativos.
Un mal jefe es un peligro para el trabajador pero también lo
es para la propia empresa ya que, sus irregulares
actuaciones provocan gran parte de las bajas laborales
producidas originando con ello una evidente disminución en
la productividad y por supuesto, la salida de los
trabajadores más cualificados en busca de una mejor
situación laboral.
Podríamos mencionar algunos comportamientos significativos
de los malos jefes; falta de respeto, forma de mirar,
expresión corporal defensiva, mala actitud, nerviosismo
excesivo, falta de confianza en los demás, usar el miedo
para motivar, demasiado amigable en algunas ocasiones y
ensimismado.
En definitiva, el mal jefe lo es para el trabajador pero
también para la empresa que, comprueba como disminuyen las
cifras en su cuenta de resultados como consecuencia lógica
de la inapetencia creciente entre sus empleados en respuesta
a las aptitudes déspotas de este. Por todo ello, solo existe
una solución que subsane esta crítica situación, un cambio
en la dirección de la empresa.
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