Ya es casualidad que el miércoles
mantuviera yo una conversación acerca de las elecciones a la
presidencia de la Federación de Fútbol de Ceuta y el jueves
apareciese en las páginas deportivas de este periódico la
noticia de que Antonio García Gaona había decidido
presentarse como candidato cuando corresponda.
El primer paso de García Gaona consistirá en desligarse de
la Asociación Deportiva Ceuta, de la que es adjunto a la
presidencia, desde hace dos temporadas. Lo cual significa,
si alguien no dice lo contrario, aportando pruebas
desconocidas para mí, que ha estado transgrediendo las
normas federativas durante ese tiempo.
El segundo paso de García Gaona será, como vicepresidente de
la Federación de Fútbol de Ceuta, ofrecerles las cuentas del
organismo a quienes decidan disputarle la presidencia. De lo
contrario habrá que pensar que su decisión está basada en
una más que necesidad de conseguir el puesto con la única
idea de tapar las carencias contables que puedan existir en
la federación ceutí.
A partir de ahí, amén de cualesquiera otros requisitos que
deba cumplir el aspirante, se podría pensar en que éste
reúne cualidades suficientes para convertirse en presidente
de una federación que se había quedado anclada en los
tiempos de Maricastaña. Y, por lo tanto, estaba pidiendo a
gritos una renovación interna, que eludiera la consabida
consigna de hacer siempre lo mismo que se había hecho desde
hacía muchos años, muchísimos años...
Así que la tarea que le espera al futuro presidente, si
quiere ser de verdad un presidente de una federación de
fútbol y no una marioneta al servicio de otros intereses...,
es tan ilusionante como exigente de una labor dedicada de
lleno a obtener logros para esta ciudad, por medio de un
deporte que más que nunca es el deporte rey.
Antonio García Gaona ha venido diciendo, y hay que contarlo,
que a él no le interesaba en absoluto el competir por
hacerse con la presidencia de una federación donde hay que
meter, como mínimo, el haz de luz de una linterna que nos
muestre el registro de todo cuando se ha venido haciendo
durante casi tres décadas. Tela marinera de tiempo como para
que el futuro presidente, aunque fuera por protegerse a sí
mismo, no diera el visto bueno para que tamaña claridad
inundara la sede del organismo federativo.
Pero todo el mundo tiene derecho a cambiar de idea. Y a mí
me parece que en el cambio experimentado por García Gaona
han tenido mucho que ver tanto Ángel María Villar
como Juan Vivas. Máximos interesados, por cuestiones
obvias y en las cuales tampoco conviene ahondar, en que la
presidencia recaiga en una persona de la entera confianza de
ellos y que, además, asuma ese refrán de que una buena capa
todo lo tapa. Mala cosa.
Sea como fuere, la noticia es que nuestro estimado Antonio
García Gaona ha dado un paso al frente muy importante. Y nos
ha dicho que quiere ser presidente de la Federación de
Fútbol de Ceuta. Y uno, que recuerda las muchas veces que le
oyó decir que jamás optaría a ese cargo, pensaba ya en otro
candidato.
Otro hombre joven, muy preparado, y sin ninguna dependencia
para tener que asumir la continuidad de líneas trasnochadas.
Y sobre todo dispuesto a pedir luz, mucha luz en el
organismo. Antonio sabrá lo que hace. Pero estará muy
mediatizado. Seguro que sí.
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