Sin duda, el término hipoteca es
el más pronunciado en nuestros días, y es que escasamente
hay un 10% de la población que no tenga alguna, bien del
piso en el que vive habitualmente, o de la casita que, al
estar barato el dinero, compró en la playa o en la sierra.
Es la época del consumismo, y para consumir un poco más se
echa mano de las “facilidades” que da la banca, o que daba,
porque al haber subido el dinero ahora se restringe lo que
antes parecía que “regalaban”.
He empezado, pues, por algo que desde hace un año comenzó a
atormentar a muchos, que con el dinero caro no iban a poder
hacer frente a esa deuda contraída.
Sin embargo, mi intención hoy, en esta columna, es hacer
mención de otros seres que ni están hipotecados, ni han
tenido problemas para construir su “chalet” allí donde mejor
lo vieron.
Estoy paseando por la plaza de mi pueblo, un pueblo
castellano, con muchos restos medievales y al fondo la
Iglesia Parroquial, que en su día fue el Palacio de la Reina
Berenguela de Castilla. En ese palacio, dicen, una partida
de nacimiento lo acredita, nació Fernando III el Santo, con
lo que es de suponer que por donde yo paseaba, hace unos
minutos, el niño – rey jugaría en más de una ocasión.
En la torre de lo que fue palacio y hoy es la Iglesia de
Santa María la Mayor, casi se pierde uno contando los nidos
de cigüeña. Hasta 15 llegué a contar, y todos ellos con
tantos inquilinos –cigoñinos- como muchos de los pisos que
alquilan u ocupan algunos de los “sin papeles”.
Dando vueltas a mi mente, mientras contaba y recontaba los
nidos, me vino a la mente esto:” Las cigüeñas no tendrán
problemas de hipoteca”. “Las cigüeñas no tienen problemas de
haber edificado su “mansión” en terrenos que se
recalificaron de forma irregular”. Las cigüeñas, por seguir
con mi pueblo, desde hace tiempo se asentaron y parece que
están cómodas aquí, hasta el punto de que hace un siglo, el
poeta y maestro de mi pueblo, Gabriel y Galán, en uno de sus
versos decía: “ y parece mentira, pero enseña / muchas cosas
un nido de cigüeña”.
Eso era entonces, cuando las casas no corrían el riesgo que
empiezan a correr en esta época de crisis, mal que le pese a
quien utiliza ciertos eufemismos engañosos.
Salgo de la plaza de mi pueblo y me encamino a lo que fue el
Palacio de los Duques de Alba. Veo que en un cedro
centenario hay también otra colonia muy numerosa de
cigüeñas, cuento 12 nidos.
Nadie ha molestado, ni molestará a estas cigüeñas, lo malo
es cuando su nido asentado en la cumbrera de una casa, con
el peso hunde la techumbre. Entonces el pagano, si quiere
seguir teniendo casa, es el dueño que no puso freno al
“ocupa” de turno. En esos casos, los listos, defensores de
–según ellos- la naturaleza, no dicen esta boca es mía.
Ahora, en vísperas de Santiago, las cigüeñas abandonan las
tierras de Castilla, para volver en febrero. Estamos en la
época de “Cuando las cigüeñas emigran”, pero estas volverán,
no se quedarán al otro lado del estrecho, y al volver no se
van a encontrar con la carta del banco reclamándoles nada de
su hipoteca. Tampoco tendrán una cita del Ayuntamiento
obligándoles a quitar el nido de donde lo han hecho, aunque
lo hicieron sin permiso municipal.
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