El año pasado, en el mes de julio
y más o menos por estas fechas, hubo un pleno del que
recuerdo cómo algunos periodistas destacaron su carencia de
interés. Y nos contaron que fue tal el aburrimiento que se
esparció por el salón plenario, que no faltaron quienes
entre cabezada y cabezada terminaron por rendirse a la
voluntad de un sueño, calcado al que logró darle popularidad
a Jaime Wahnon. Quien se quedó dormido mientras
estaba Vivas en posesión de la palabra, también es mala
suerte, y desde entonces el presidente del consejo de
Administración de la televisión pública, aunque sea más
conocido por aquel inoportuno sueño, dicen que es tenido
como un cero a la izquierda por el presidente de la Ciudad.
Lo cual no debería ser así. Puesto que el aburrimiento, ya
lo dije en su momento, es un estado de ánimo que le viene
muy bien al presidente. En vista de que el primer requisito
de un político destacado, y Vivas pertenece a esa escala, es
procurar por todos los medios que en los escaños primen los
bostezos. Sobre todo cuando gobernar no consiste en resolver
problemas, sino en hacer callar a cuantos los plantean.
De modo que si el discurso de Vivas tiene propiedades
sedativas, hasta el punto de que cuantos le oyen entran en
algo más que en un estado dormitante, debería éste
aprovecharse de semejante facultad. Pues no hay cosa mejor
que dirigirse a una concurrencia cuya felicidad consiste en
no enterarse de nada mientras sueña con la mejor de las
vacaciones.
Antonia María Palomo era el antídoto contra esa
facultad que tiene la oratoria del presidente para que sus
oyentes queden domeñados en los plenos. Pero desde que ella
se dio el piro la gente amén de bostezar,
ininterrumpidamente, ha dado en la manía de dormirse en sus
escaños. Que no es igual que dormitar o caer en una
dormivela. Menudos sustos se pegaban los diputados que
arrullados por las palabras de Vivas se quedaban algo
traspuestos cuando surgía la voz sonora y un poco tronante
de la secretaria general de los socialistas, pidiendo orden
y bien gobernar en todos los sentidos.
Pues bien, de todo lo reseñado me he ido acordando cuando he
visto que la ausencia de la señora Palomo ha sido cubierta,
este verano, por los empleados de Obimace. Cuyas
reclamaciones parecen dispuestas a despertar a los miembros
del gobierno de ese letargo que ha ido aumentando entre
ellos y que en estas fechas, caniculares, podrían haberse
convertido en un sueño reparador entre los brazos de ese
Morfeo que aguanta todo el peso del Gobierno de la
Ciudad. Con la consiguiente alegría por parte de los
periodistas, que de este modo no tienen que inventarse
ningún monstruo, como aquel tradicional del lago Ness, que
eso queda ya muy cutre, para paliar la falta de información
que se padece en medio de un sol de julio mortificante.
De momento, el presidente ha enviado a Yolanda a Bel para
que ésta diga que nanay de la China a lo reclamado por los
empleados de la empresa municipal. Y, claro, como la palabra
de la portavoz más que sedar lo que hace es excitar, le han
respondido los trabajadores que este verano, incluso durante
las Fiestas Patronales, los diputados del PP no podrán
dormirse en los laureles ni soñar con peces de colores.
Aunque verán ustedes como todo se arregla cuando salga Vivas
y les inocule a los empleados el clásico sueño de la
confianza...
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