Las relaciones con Marruecos son las mejores que han
existido en la historia de España”, se jactaba, a principios
de mes, el diputado socialista Salvador de la Encina,
encargado de poner orden en el convulso PSOE de Ceuta. La
frase es un leitmotiv de los socialistas españoles. Y, sin
embargo, la viabilidad económica de la ciudad donde nació
este diputado está amenazada a corto plazo por la paulatina
apertura comercial de Marruecos, que acabará dando al traste
con el contrabando. Así comienza su anális publicado por EL
PAÍS el periodista experto en Marruecos y corresponsal en
Rabat, Ignacio Cembreros.
En un informe periodístico sin desperdicio, Cembreros
analiza en su crónica, desde el conocimiento que posee de
Marruecos y de las interioridades del gobierno español, la
situación de Ceuta y Melilla en función del avance económico
del norte marroquí. En los inicios de 2000, cita el
periodista de EL PAÍS el monarca alauí “había explicado a
Zapatero en Rabat que no se preocupara por Ceuta y Melilla
porque no eran sus prioridades. Mohamed VI no es menos
nacionalista que su padre, Hassan II, pero sí más
pragmático. Se ha volcado en el desarrollo del norte de su
reino que su padre castigó por considerarlo rebelde. Con sus
nuevos puertos, zonas francas, autovías y, en 2016, el
primer tren de alta velocidad africano, el Marruecos
septentrional es el que más ha cambiado. De ese rey tan bien
predispuesto, la diplomacia española no sabe sacar partido”.
Lo económico
El comercio transfronterizo “contrabando, que en ambas
ciudades llaman púdicamente “comercio atípico”, es uno de
sus motores económicos (...) Los 140.000 ceutíes y
melillenses venden en Marruecos mercancías por valor de la
mitad de las exportaciones españolas a China. Si se suman
esas ventas a las exportaciones legales, España es el primer
socio comercial de Marruecos, por delante de Francia.”
Pero, según Cembreros el gobierno español no ha transmitido
aún a Marruecos las peticiones múltiples de empresarios
ceutíes y del presidente de la Ciudad, Juan Vivas.
Es más, según el analista, “más allá de apoyar esta
aspiración ceutí, el Gobierno debería aprovechar la ocasión
para hacer un planteamiento global a Rabat sobre la
inserción ‘positiva’ de ambas ciudades en su entorno
marroquí, tratando, de paso, de sacar el máximo partido de
la nueva política de vecindad que pone en marcha la Unión
Europea. Puede lograrse sin renunciar a la soberanía
española y sin que Rabat desista de reivindicarlas.”.
El problema para Marruecos es el contrabando, es decir el
comercio ‘atípico’ con Ceuta y Melilla. Quizá por eso el
Gobierno marroquí es tan reticente a seguir invirtiendo en
nuevas canalizaciones para dar más salida y fluidez al
famoso Biutz. Este comercio genera, por ejemplo, 45.000
puestos de trabajo directos y otros 400.000 indirectos en
Marruecos, según la Cámara de Comercio Americana de
Casablanca, pero son “empleos basura” de los miles de
porteadores que cruzan a diario la frontera, confirma el
periodista.
Pero puede haber soluciones
Cembreros no da puntadas sin hilo, de modo que apunta
posibilidades que de alguna manera pudieran estar presentes
en conversaciones. Por eso señala en su crónicia:”Insertar
Ceuta y Melilla positivamente [en el nuevo entorno venidero]
es tratar de que desempeñen un papel similar al que el Hong
Kong británico jugó en su día con su hinterland chino. Es
adecentar y agilizar unas inmundas fronteras terrestres por
las que entran a empujones 34 millones de personas -90%
marroquíes- al año. Es potenciar también esa actividad de
servicios que ya proporcionan las urgencias y maternidades
de sus hospitales cuando atienden cada año a miles de
marroquíes. Es ofrecer, además, becas para que jóvenes
marroquíes estudien en sus centros de enseñanza como ya
hacen unos pocos en la Escuela de Negocios Hispanomarroquí
de Melilla”.
Y es que realmente hay colaboración. “España y Marruecos
colaboran, a veces, de manera sorprendente, dejando de lado
sus suspicacias nacionalistas, pero lo hacen a escondidas.
Los helicópteros de la Guardia Civil tanto en Ceuta como en
Melilla penetran, por ejemplo, cada noche en el espacio
aéreo marroquí en busca de concentraciones de subsaharianos
con el conocimiento de Rabat. Los Mirage F-1 marroquíes
violan, a veces, el espacio aéreo canario, sin que el Estado
Mayor del Aire se inmute”, publica Ignacio Cembreros.
El periodista, habitual cronista de las relaciones
hispano-marroquíes, analiza y afirma de Zapatero que “nunca
un jefe de un Gobierno democrático español ha reafirmado con
tantos gestos la soberanía de España sobre ambas ciudades.
Fue el primero en atreverse a visitarlas como presidente en
2006 -26 años después de que lo hiciera Adolfo Suárez-.
Organizó en otoño el primer viaje de los Reyes provocando
dos meses de tirantez con Rabat; anunció incluso, en 2004,
en un discurso en el Senado, su intención de mencionarlas en
la Constitución, pero la reforma que barajaba no prosperó.
En el congreso del PSOE, Zapatero se comprometió, por
último, a desplazarse de nuevo a las ciudades autónomas
durante esta legislatura”.
Pero para terminar su artículo en EL PAÍS realiza la
siguiente reflexión: “A ceutíes y melillenses acaso les
resulte más útil que el Gobierno vaya más allá de los meros
gestos simbólicos y de las declaraciones rimbombantes sobre
la amistad bilateral. Es hora de que el socio más próspero
diseñe una relación con su vecino en la que ambas ciudades
contribuyan al desarrollo de su entorno y se inserten
sanamente en él. La aduana comercial para Ceuta es una
urgente prioridad. Mohamed VI ha antepuesto el desarrollo a
la revindicación territorial. Es probable que esté dispuesto
a escuchar nuevas propuestas españolas”. Este podría ser un
nuevo escenario a tener en cuenta.
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