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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 16 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El director de la UNED
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Sucedió que un día Fernando Jover Cao de Benos de Les, sin apellidos que está el director del Centro Asociado a la UNED en Ceuta, trató de animarme para que hiciera una carrera. Incluso me aconsejó que me matriculara en la de Derecho: según él porque me sobraban aptitudes para ser abogado. Y le hice caso, dado que Fernando es muy persuasivo. Si bien hube de abandonar muy pronto los estudios. Por tener un trabajo que me absorbía enteramente.

Lo conté el lunes pasado, en una tertulia, porque alguien sacó a relucir el nombre de Jover. Un personaje a quien, digan lo que digan cuantos están en contra de él, hay que reconocerle sus méritos. De carecer de ellos, ya me dirán ustedes cómo es posible que se mantenga siempre en postura; en esa primera línea de una enseñanza a distancia que tantos títulos otorga en la ciudad.

Fernando Jover tiene una facilidad pasmosa para hablarte en plan cándido y decirte sus verdades sin que apenas te percates de que te está sacando las tiras de pellejo. Hay que conocerle muy bien para no caer en sus redes y servirle de muñeco de tiro al blanco de caseta de feria, en sus días gloriosos.

Con Jover hay que andarse con mucho tiento a la hora de meterse en conversaciones de poca monta. Puesto que muy pronto le sale la vena irónica y si no se le sujeta la lengua a tiempo se va creciendo y termina ésta convertida en una fábrica de hacer sarcasmos que hieren con mucho más acierto que un toro cornicorto.

Lo que me habré reído yo con FJ cuando frecuentaba la tertulia del Muralla y se ponía a largar sin temor a la opinión de prensa y público, asistentes a sus actuaciones en momentos donde comenzaba a estudiar el terreno de una ciudad en la cual quería abrirse camino a lo grande. Porque él, el director de la UNED y Caballero de la Orden de San Fernando, entre otros reconocimientos, todo lo que no sea pensar y vivir a lo grande le parece una pérdida de tiempo. Un sinsentido que le causa malestar y le pone al borde de creerse que no es más que un bulto sospechoso. Y, por tanto, jamás ha dejado de estar a la misma hora y en el sitio justo para lograr sus fines: que no son otros que hacer lo que más le gusta y luego vivir a su aire.

El vivir de Jover carece de secretos. Y mucho menos los tiene su conducta como profesional de una enseñanza superior que sabe que respetar a las instituciones es tan necesario como evitar la sumisión. De ahí el trato que les dispensa a los miembros de la Iglesia y del Ejército. De vez en cuando, eso sí, su figura se quiebra y se pone en entredicho. Y todo por mor de dejarse ganar la voluntad por cualquier amigo estudiante que, finalizada la carrera, se convierte en político chanchullero y dispuesto a llevar el mismo tren de vida que su maestro Jover. Lo cual, además de peligroso, no deja de ser un plagio de poca monta. Una horterada. Porque el estilo de Fernando es inimitable. Si lo sabrá Simarro.

Por lo demás, que sepa el director de la UNED que esta columna, le agrade o no, debe ser recompensada con una comida. Y habrá de invitarse a Juan Antonio García Ponferrada. Y a los postres, espero ser testigo de ese humor corrosivo que se gasta Jover. Aunque mucho me temo que García Ponferrada, conocedor del paño, llegue con la lección aprendida y todo quede en un intercambio de impresiones, aderezado con la guasa de Cádiz.
 

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