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OPINIÓN - LUNES, 14 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¡Bienvenido, Sr. Melgar!
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

En sus “Crónicas del andar por casa”, el profesor D. Juan Díaz Fernández, en Mayo de 1.995, en páginas del decano de nuestra ciudad, se refirió a la barriada de Villa Jovita, como “la de los poetas”. Recorriendo sus calles, le acompañaba el recuerdo del poeta José María Arévalo, hijo de la barriada… “Las calles de villa Jovita tienen casi todas nombres de poetas y escritores: Calderón de la Barca, Lope de Vega, Tirso de Molina, Góngora, Quevedo, Juan R. Jiménez, Marqués de Santillana, Benavente, Campoamor, Pereda…” El profesor echaba de menos a Machado y Lorca. Y se preguntaba si algún día se decidiría el Ayuntamiento a bautizar alguna con el nombre de José Mª Arévalo, como hacía tiempo que venía solicitándolo. Recordaba algunos versos de nuestro poeta: “Triste me dices adiós Villa Jovita/ canora como un ave que en la rama/ del sueño se me anida y que me inflama/ toda la angustia que en mi pecho habita”.

Si el profesor viviera, con toda seguridad que entonaría un canto hacia los docentes de Villa Jovita. El nombramiento del Sr. Melgar, como nuevo director provincial del MEPSYD, le serviría como fuente de inspiración. Han sido muchos lo vecinos de la barriada que se han dedicado y dedican a la enseñanza. El nuevo director procede de enraizadas familias de nuestro barrio, como asimismo el Director saliente, Sr. Molina. La relación de vecinos dedicados a la tan noble labor haría una lista interminable, que, aún con riesgos de algunas omisiones, los voy a citar: la saga de los Acosta, Dª Isabel, sus hijos Isabelita, Remedito y Pepe, como hijos y nietos que cogieron el testigo de ellos; Dª Victoria, la parvulista, mi primera maestra; D. Alberto y sus hijos, Alberto, Nono e Isidro, los hermanos Ragel, Juan y Manolo; los hermanos Herrera, Puri y Paco, hijos de otro gran maestro, dedicado a la enseñanza privada que al mismo tiempo ejercía de cartero en la propia barriada; siendo el también maestro, Pepe Carracao, un alumno destacado. D. Juan Romera Tudela y su hijo; D. Modesto, en la enseñanza privada; Pepita Basurco que trabajó en la enseñanza diferenciada y mixta, Maruchi y Gregorio Basurco; el infatigable Paco Canto, injustamente valorado, que gracias a su entrega, muchos estudiantes de Bachillerato de la época, pudieron superar sus materias suspendidas e iniciar sus estudios profesionales o universitarios.

Bienvenido, pues, Sr. Melgar, a este nuevo cargo. Le deseo de todo corazón que sus decisiones se contabilicen como éxitos. Los recibiría con enorme satisfacción. Nuestro “viejo barrio” como os gusta llamarle al colectivo de niños y niñas de Villa Jovita (años 50-60 del siglo pasado), también os lo agradecerán.

Yo, qué podría decirle, qué consejos podría transmitirle siendo ya un alejado de mi compañera inseparable, la tiza. Un maestro que llegó a serlo venciendo múltiples dificultades, que conoció, desde el año 66, todos los rumbos que tomó nuestro sistema educativo, y que tuve el acierto de decir adiós, cuando los problemas que vive ahora la escuela empezaron a aflorar.

En declaraciones a este diario, dijo vd. “apostar por la construcción de nuevos centros como una de las bases para mejorar la educación en nuestra ciudad, señalando al fracaso escolar como el gran problema de la educación, siendo el diálogo, la concertación y la cooperación los instrumentos diarios para conseguir los objetivos propuestos, concediéndole importancia al papel de todos los agentes sociales implicados en la educación… En síntesis, para reducir el fracaso escolar necesitamos más medios y ello es sinónimo de nuevas instalaciones”.

A finales del los años 80, siglo pasado, se puso de actualidad la expresión “fracaso escolar”. Muchas han sido las opiniones sobre las causas que lo producen, siendo pocos fructíferos las soluciones y resultados. Algunos expertos piensan que el “pasar de un ciclo a otros, de Primaria a la ESO, por ejemplo, puede conllevar problemas de adaptación en el adolescente. Por otra parte, se acusa a la escasa formación y falta de vocación del profesorado o la mala organización de nuestros centros de enseñanza. También se ha señalado el ambiente familiar como factor primordial a la hora de estimular el rendimiento del niño en la escuela. Y a estas opiniones se les puede añadir muchas más, por ejemplo: la enseñanza que se imparte no es adecuada al desarrollo psicológico del alumno, que se ve obligado a memorizar sin aprender. Pero, sin duda, mientras el docente no recobre la autoridad perdida, no se podrá superar la situación del fracaso escolar”.

De cómo está el profesorado lo demuestra la carta que he recibido hace unos días, de un compañero que ejerce en un Instituto de León. Compartimos centro entre los años 89-93. Y me llena de tristeza, cuando al leer mi libro “Un antes y un después” descubre que “…la primera impresión que he tenido es la de que las cosas han cambiado mucho. Entonces a los maestros nos querían. Nos querían nuestros alumnos, sus padres. La sociedad y la Administración nos tenían en consideración. Hoy siento que pertenezco a un colectivo denigrado, humillado, odiado, tolerado, como mucho. Sólo tendré malos recuerdos de una vida desaprovechada. Que aquello que era vocación se ha convertido en maldición. No sé. Tal vez, la sociedad tenga razón. Ya no somos útiles como hace medio siglo. Hoy hay otras fuentes de conocimiento al alcance de todos…”.

Sr. Melgar: le espera un trabajo muy duro. De su experiencia en labores educativas, el colectivo de enseñantes, espera lo mejor. Quizás no comparta lo anteriormente expuesto, pero la carta de mi compañero es demoledora. Pero es la realidad. Ya no se siente útil. Puede ser la voz de muchos profesionales. Pero piense que con sólo más centros educativos, no se resuelve el fracaso escolar…
 

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