Tiene los pies en el suelo y es una persona próxima,
familiar, a la que no le gusta en exceso hablar de su juego,
porque sabe que el waterpolo es un deporte de equipo.
Guillermo Molina, que fue campeón del mundo con 17 años y el
jugador más impactante del último Mundial, quiere hacer
realidad en Pekín el sueño de colgarse una medalla. Es
ambicioso y no renuncia al oro, pero tiene claro que
selecciones como Serbia, Hungría o Croacia cuentan con un
gran potencial y persiguen el mismo botín.
Lo que está claro es que Guillermo se convertirá en el mes
de agosto en el primer deportista ceutí que participa en dos
Olimpiadas, tras formar parte del equipo nacional en los
Juegos de Atenas; en aquella cita el equipo español estaba
inmerso en un ‘plan renove’ y las medallas eran
inaccesibles. El grupo de Rafa Aguilar fue sexto. Han pasado
cuatro años y España ha ‘crecido’, se codea con los mejores,
además de cosechar medallas en Mundiales y Europeos,
Málaga’08 al margen. En Pekín Molina está seguro de que
rendirá a un buen nivel y su equipo tendrá opciones de
pelear por los metales. Si España se cuelga una medalla en
China el jugador ceutí recogerá el testigo de José Ramón
López Díaz-Flor, que logró la medalla de plata en piragüismo
en los Juegos Olímpicos de Montreal’76. José Ramón, desde
hace años director de la residencia Joaquín Blume, formó
parte del k-4 1.000 metros integrado por Herminio Menéndez,
Esteban Celorrio y Ramos Misioné; un cuarteto de lujo que
tocó el cielo en Canadá.
32 años después otro ceutí podría conseguir una medalla en
la cita estelar del deporte: los Juegos Olímpicos.
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