Estoy reunido con un grupo de
amigos en el centro al que acostumbramos a acudir para
desarrollar una de esas tertulias de carácter bastante
encendido, sin llegar a la categoría de esos hinchas de
fútbol furibundos de sus respectivos equipos enfrentados, en
las que se debate desde lo que cuesta una miga de pan hasta
un Rolex de oro.
No ha pasado ni cinco minutos del inicio de un debate sobre
inmigración cuando una trifulca tiene lugar a escasos metros
de nuestra mesa. Un sudamericano y un marroquí se enzarzan
en una discusión sobre sus respectivas religiones matizando
el sudamericano que en su país existe otra religión
muchísimo más antigua que la del Islam.
No se que pasa a continuación, pero lo cierto es que me
encuentro con una pelea que deja en paños menores a la lucha
libre que alguna cadena televisiva ofrece a los fanáticos de
ese deporte violento.
Visto y no visto, los “mossos d’esquadra” se presentan con
tal celeridad que a los cinco minutos el lugar es un remanso
de paz lleno de gente con la boca abierta… ¡ni “mu” se oía!
Se llevaron detenidos a los dos “luchadores”.
Desde tiempos inmemoriales todas las guerras, casi sin
excepción, se han desarrollado en torno a la religión.
Existen dioses justos, coléricos, vengativos o bondadosos y
la humanidad lleva miles de años matándose entre sí por
imponer sus propias creencias sobre su dios. Es una verdad
inmensa que budistas, cristianos, judíos, musulmanes,
taoístas…, blancos, negros, amarillos, cobrizos, etc. se
empeñan en marcar sus diferencias a través de la violencia
en casi todo.
Lo extraño es que nadie monta una guerra por tener
diferentes criterios sobre el diablo, sobre la
representación del mal. En todas las religiones adoran al
dios que adoren; cambiando en todo tiempo y cultura… pero la
figura de Satanás, en todas las religiones queda inalterable
¿por qué?
¿Por qué Dios no hace acto de presencia y pone fin a los
infinitos padecimientos de su amada humanidad, hecha a su
semejanza? No es suficiente tener fe porque esa fe es tan
quebradiza que un cristiano reniega de ella y se convierte
al Islam… nada le pasa. Ni un rayo le cae del Cielo ni sufre
la cólera de Dios.
Cuando se desintegró el Imperio Romano, con sus dioses y
diosas, aparecieron los godos, antiguo pueblo de Germania
que entre los siglos III y VI (dC) constituyeron una
importante potencia que coincidió con el inicio de la crisis
romana. Los godos tenían sus propios dioses y dejaron, en su
camino desde el sur de la actual Suecia hasta el sur de
Europa, tras de sí a numerosos pueblos con sus respectivos
dioses que fueron imponiéndolos (alanos, burgundios, esciros,
gépidos, hérulos, suevos y vándalos).
Las riñas que tuvieron esa división de pueblos sobre sus
respectivas creencias dieron paso a su vez a otra división:
en los ostrogodos, que se desplazaron por el centro y el
este de Europa, y los visigodos, por el oeste y sur del
continente. Hispania incluida.
A los visigodos, que habían erradicado a los suevos, alanos
y vándalos aliados con los romanos antes de expulsar también
a estos, le siguieron los musulmanes con su Islam a cuestas.
Durante el dominio árabe muchos godos e hispano-romanos se
convirtieron al Islam…
Bueno, no voy a dar una perorata de Historia que para ello
hay gente mucho más preparada que yo. Lo que quiero plasmar
es mi convencimiento que la existencia de Dios, de cualquier
dios se llame como se llame, sólo ha servido para que la
Humanidad se mate entre sí y para que una tercera parte de
la mitad de esa mitad de la Humanidad viva en la opulencia
mientras que el resto vive en la miseria forzada con la
complicidad de esos dioses. ¿Complicidad?, sí, porque ese
Dios consienten que se mate y se robe en su nombre… Pio XII
dijo “… si es por una causa justa…” ¿No te jode?
¿Qué pintan, entonces los Mandamientos de Dios? Sobre todo
el quinto, cuando hay un primero. ¿Por qué exige Dios que le
ame por encima de todas las cosas si no lo conozco ni
conoceré nunca?
|