Hace mucho tiempo que dejé de
viajar a Marruecos. En realidad, pocas han sido las veces
que me he permitido cruzar la frontera. Prueba evidente de
que, estando tan cerca de esa tierra, sigo de lejos los
acontecimientos relacionados con ella.
Aun así, sería acto de osadía por mi parte si, dejándome
llevar por lo que dicen unos y otros, más o menos expertos
en asuntos marroquíes, creyera con la fe del carbonero en
que algo se está tramando bajo cuerda sobre Ceuta y Melilla.
En realidad, si uno le hiciera caso a lo que ha venido
leyendo en ‘El Imparcial’, presidido por Anson,
habría asumido ya que Mohamed VI le tiene ganada la
voluntad a José Luis Rodríguez Zapatero. Y que el Rey
de Marruecos está completamente seguro de que ahora es el
momento clave para sentar las bases sobre una coso-beranía
de Ceuta y Melilla, por ser ZP tan feble de carácter como un
antipatriota contrastado.
Lo cual no deja de ser un asunto que ha terminado aburriendo
a mucha gente. Como todo lo que se repite machaconamente y a
veces de manera mecánica. Entiendo que para muchos
españoles, y sobre todo para ceutíes y melillenses, las
continuas reclamaciones de Marruecos se hayan convertido en
rumores monótonos, hirientes y provocativos.
Unas reivindicaciones que suelen generar más irritación que
miedo. Y que da pie a que los sentimientos ciudadanos se
exalten en esos momentos y afloren las susceptibilidades de
las personas que se sienten ofendidas y menospreciadas por
quienes no cesan de reclamar unas tierras que nunca les han
pertenecido.
En tales momentos, es decir, cada vez que las autoridades
marroquíes, que no tienen sentido de la pesadez, se ponen a
reclamar Ceuta, Melilla y otras posesiones españolas,
convendría que los periódicos españoles, en vez de insistir
en que Máximo Cajal es un demonio que terminará
convenciendo a ZP de la necesidad que tiene España, para
mantener las buenas relaciones con Marruecos, de entregar
sus posesiones en el Norte de África, le recordaran a la
gente lo que no deja de ser también un tema muy manido.
Deberían recordarle que un pueblo, en este caso Marruecos,
con muchos problemas internos, necesita un enemigo concreto,
superior en desarrollo, para medirse a él cada dos por tres.
Porque con un enemigo así, inventado a conveniencia, el
pueblo entiende que sus males son causados por quienes
disfrutan de unas ciudades que les fueron arrebatadas en su
día. Y, desde entonces, no levanta cabeza. Y la gente, que
pide un culpable, desvía la mirada para, como decía el
poeta, acertar equivocándose. Con lo cual está asegurado que
el pueblo no dé con el verdadero culpable de sus desgracias.
Por consiguiente, me parece que ‘El Imparcial’, periódico
digital que nació odiando a ZP y luciendo una portada para
amedrentar a los ciudadanos de Ceuta y Melilla, vuelve a la
carga para sembrar el veneno de la duda en ambas ciudades.
Proclamando que ante la desconfianza que genera el
presidente del Gobierno, los gobernantes de Melilla ponen
velas a los santos por lo que pueda ocurrir... Con semejante
portada, seguro que mi admirado Anson, presidente del medio,
le hace un flaco favor a Ceuta y Melilla. Los habrá que
piensen todo lo contrario. Es la cantinela de siempre.
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