No se ven, apenas se nota o
percibe su presencia, pero están ahí en las cimas de los
montes; en los lugares desde donde mejor se otea el
horizonte en su labor, entre otras, de vigilar porque
cualquier inesperado fuego termine por quemar más extensión
de la que debiera.
Hasta la fecha son dieciocho los pequeños fuegos que se han
computado desde el mes de junio en Ceuta. Fundamentalmente
en las zonas denominadas periurbanas y en las que han caído
matojos y poco más. Pero se está en alerta. Lo están los
miembros de las Brigadas Forestales dependientes de la
Consejería de Medio Ambiente y lo están también, como no
puede ser de oto modo, los funcionarios del Servicios de
Extinción de Incendios de la Ciudad Autónoma.
Este verano apunta peligro real. Se prevén temperaturas
altas y una más que notable presencia de vientos de poniente
que puede da lugar a la fatídica correlación de los famosos
tres treinta [30 grados de temperatura, 30 km/h de viento y
30% de humedad], factores que unido a una simple chispa que
prenda en la seca vegetación puede ocasionar un incendio de
gran magnitud.
Por eso es tan necesario que la población cumpla con las
normas. No hacer fuego en el monte o evitar tirar colillas
son medidas fáciles de cumplir que provocarán una reducción
considerable del peligro siempre real que existe en esta
precisa época del año.
De momento el trabajo desarrollado por las Brigadas tiene
sus positivos efectos en modo de control y de rapidez en los
avisos, lo que unido al buen hace de los bomberos de Ceuta,
consiguen un más que considerable éxito frente al nunca
deseado fuego.
Es cierto que no se pueden lanzar las campanas al vuelo,
adentrarnos en el mes de julio y aproximarnos al complicado
mes de agosto con temperaturas aún más sofocantes, sólo hace
elevar el escenario para el peligro de un incendio. Al
menos, se sabe que las medidas de prevención están tomadas y
eso de por sí ya es un alivio.
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