Muchas son las mujeres que
componen el Gobierno de Juan Vivas. Y a mí me
gustaría que todas fueran desfilando por esta pasarela de la
contraportada para que ninguna pudiera sentirse desdeñada.
De las mujeres hay que estar siempre muy pendientes. Y ya no
digamos nada acerca de las que han decidido hacer de la
política un medio de vida a tiempo completo.
Es cierto que las hay que suelen figurar cada día en lugares
destacados de los medios. Mientras otras apenas se dejan
ver. Con lo cual no suscitan el menor interés y pasan tan
inadvertidas para la gente, mucha gente, que llega a pensar
que, más que consejeras o viceconsejeras, son funcionarias.
Lo cual tiene ventajas e inconvenientes.
Veamos. La más destacada entre todas las mujeres del
Gobierno presidido por Vivas es, sin duda, Yolanda Bel.
Porque en un momento determinado, tal vez dejándose llevar
por una arrebatada ambición de poder, dio un paso al frente
y aceptó la responsabilidad de convertirse en portavoz del
Gobierno. Un puesto que quema más que exponerse sin reservas
durante la canícula en un descampado astigitano. A cambio le
ofrecía la oportunidad de hacerse notar. De convertirse en
la mujer estrella del Gobierno del PP en Ceuta.
De modo que si se pregunta por la calle a cualquier
ciudadano por Yolanda Bel, de diez personas nueve son
capaces de dar una información exhaustiva de quien destaca
no sólo por su aspecto andrógino sino, además, por tener
todos los días que sacarles las castañas del fuego a sus
compañeros de gobierno.
Detrás de la consejera de Medio Ambiente, y portavoz del
Gobierno, YB, destaca en popularidad la consejera de
Educación y Cultura: Mabel Deu. Otro peso pesado de
la política local. La señora Deu, que es mujer atractiva y
cuya fotogenia la realza aún más, cuenta asimismo con ese
decir las cosas con el titubeo y melosidad de las tímidas y
que tantos adeptos le consigue entre hombres y mujeres.
Y si a todo eso le unimos la experiencia que ha ido
adquiriendo durante los años que lleva actuando como
consejera, no me extraña que sea requerida cada día más por
los periodistas y goce de popularidad y simpatía a partes
iguales. Eso sí: empieza a ser envidiada.
Carolina Pérez, por antigüedad en tareas de gobierno,
le tendría que haber sobrado tiempo para haberse convertido
ya en una figura indiscutible de la política. Pero ella, por
su forma de ser y porque tampoco ha sido aconsejada bien por
quien puede hacerlo, se ha conformado con ser lo que es. Y
ha perdido esa lozanía de política que teniendo
oportunidades de hacerse cada vez más influyente ha decidido
encerrarse en su mundo y no dar más de sí. Lo cual no es ni
bueno ni malo. Pero conduce al aburrimiento. Aunque el
sueldo haga el milagro de sobrellevarlo más que
pacientemente.
Con Adela Nieto, en cuanto termine la persecución de
la que viene siendo objeto su marido, existen fundadas
esperanzas de que recupere la tranquilidad y comience a
notarse la labor de una mujer, de muy buena formación, que
ha llegado al cargo con ánimos de destacar por medio de un
trabajo bien hecho. No la pierdan de vista.
Bien que me gustaría hablar de las demás consejeras y
viceconsejeras. Pero, al margen de problemas de espacio,
apenas si hallo motivos para atreverme a enjuiciarlas. De
momento. Así que, por favor, no se me molesten.
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