La visita de “amistad” ha vuelto a
servir para que el aparato de Gobierno de Marruecos recuerde
en la mismísima cara del presidente de nuestro país el
‘especial interés’ de los vecinos por Ceuta y Melilla,
aunque eso sí, “no serán un obstáculo para nuestras
relaciones”. Eso lo ha defendido El Fassi [primer ministro
marroquí] ante el cariacontecido rostro de Zapatero. El
mandatario del país alauí fue más conciso ante los
micrófonos de los periodistas marroquíes. El Fassi lanzó un
mensaje para el consumo interno, hizo unas declaraciones a
las televisiones locales en las que aseguró que las dos
ciudades autónomas son “un derecho de Marruecos” y que
España no debe hacer nada “que eleve la tensión”. Eso para
los paisanos, aunque para España, el monarca alauí habría
manifestado su “interés especial” por el desarrollo del
español en Marruecos, pidiendo que se extiendan los centros
para enseñanza del idioma.
Mientras tanto la evidencia es que ambos países han de
establecer relaciones serias y de confianza por muchas
razones, fundamentalmente económicas. Medio millón de
marroquíes trabajan en España legalmente, el comercio entre
ambos países crece a un ritmo del 20% anual y nada menos que
600 empresas españolas están establecidas en Marruecos
generando riqueza en el vecino país. Y todo ello sin añadir
las generosas ayudas de España y de la Unión Europea para
proporcionarles un avance socioeconómico a base de
inversiones relevantes.
Pero raro se hace el hecho de ver, con lo fastuosos que son
cuando quieren, una simple bandera de España en el momento
llegada de Zapatero a Oujda frente a la mas de una veintena
de enseñas marroquíes. En otros momentos la rojigualda se
hacía más evidente entre los fastos. Casi al mismo nivel que
cuando se recibían oficialmente a los altos representantes
del Gobierno francés.
Sin embargo lo interesante es entender que nos podremos
llevar bien sí, pero la persistencia absurda de la
reivindicación sin fundamento, consigue amargar
permanentemente.
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