Escribo estas líneas a las 18.00
hora local (una más en Ceuta y Melilla así como en el resto
de España, ya saben), a la espera de alguna comunicación
marroquí referente al viaje de Rodríguez Zapatero previsto
para mañana. En vano. El vocero oficial, la MAP (Maghreb
Arabe Presse), a la que acabo de consultar hace mutis por el
foro y en general, salvo “Almassae” (La Tarde) que continúa
en portada con la saga de Perejil, una atonía general
envuelve el viaje del Presidente de España y -guste o no- de
todos los españoles, empezando por el presente. Cuando menos
un vacío. La impresión vivida es que Zapatero, el de la
eterna sonrisa (perdón eterno solo es Allah/Dios), está
siendo ninguneado cuando no hostilizado por el Estado
marroquí, con la idea de erosionarlo (a él, a España y los
españoles) a fin de que se presente en el vecino país desde
el que les escribo (que de “amigo” no tiene ni el nombre) lo
más debilitado posible y, por tanto, a los pies de los
caballos.
Tan solo en el contexto, una vez más, de conflicto de baja
intensidad con el que Marruecos modula, estira y encoge a su
albedrío las relaciones bilaterales con España, es posible
seguir arrojando luz sobre lo que está ocurriendo, con el
tractor detrás… arando, arando. Rodríguez Zapatero viene de
un Estado de Derecho, el Reino de España y viaja a otro
país, el Reino de Marruecos, en el que el Estado de Derecho
es todavía un proyecto al que le faltan varios hervores,
ello pese a los notables esfuerzos y dinámica de cambios, al
estilo “Biotato” (permítame el amable lector rendir honor a
un hombre clave de nuestra Transición, el político asturiano
Torcuato Fernández Miranda), implementados desde su llegada
al Trono de los Alauís por el joven soberano Mohamed VI,
hombre de buen corazón (lo sigue demostrando con la familia
Oufkir), reformista religioso y paladín del nuevo Marruecos
en construcción en el que, sin duda alguna, el Rey es su
principal valedor. A fin de que el árbol no nos deje ver el
bosque, sugiero al lector un repaso a las columnas de los
días 6, 9 y 10.
Es curioso que España, teniendo por así decirlo la sartén
por el mango, venga presentándose desde la Independencia de
Marruecos a la defensiva y como en situación de
inferioridad, lo que es hábilmente percibido por el fino
olfato de los vecinos del sur. Bajo Hassan II, Marruecos
invadió nuestra soberanía con tres armas tácticas típicas de
los conflictos de baja intensidad: droga (el haschís salía
entonces con el beneplácito real), inmigración ilegal
(impulsada o retenida pero siempre mantenida, al vaivén de
nuestras procelosas y espesas relaciones), hasta lograr
introducir más de 500.000 inmigrantes ilegales como baza de
negociación (del específico caso de Canarias les escribo
otro día) y terrorismo islamista, sobre cuyas coordenadas
paso ahora por encima. Un buen cóctel no precisamente “halal”,
que debidamente usado (y Rabat sabe como) en clave de
chantaje y extorsión (¿o cómo lo llamamos?) puede ayudar a
inclinar la balanza de las negociaciones hacia el lado…
marroquí. ¿La “Alianza de Civilizaciones” de Zapatero?: una
buena idea pésimamente ejecutada y que es utilizada, por
Marruecos y otros países islámicos, exclusivamente en
provecho propio. No es agradable lo que escribo -y no me
gusta hacerlo- pero es la realidad. ¿El día de hoy…?. Ya
veremos.
|