Cuando regresé a este periódico,
hace ya más de tres años, me encontré con un periodista que
lucía buena planta y mejor carácter, además de juventud a
raudales, y a quien le agradaba tirarme de la lengua. Se
daba pote de ligón. Pero lo hacía de manera que ni siquiera
podía ser tachado de pretencioso. Porque destilaba un grado
de ingenuidad que le ayudaba, sin saberlo, a caer muy bien.
Aquel periodista, cuyo nombre voy a omitir, estaba siempre
deseando que Yolanda Bel anunciara una comparecencia
pública, para asistir y recrearse en la suerte de mirarla. Y
cuando se impacientaba, porque ella no se prodigara en dar
conferencias de prensa, allá que trataba por todos los
medios de convencerla para que se dejara entrevistar.
En aquel entonces, tres años atrás, más o menos, YB era
consejera de Bienestar Social e iba acompañada siempre de
Mohamed Amadi, Tafi. El cual supo ganarse muy
pronto la confianza de una mujer que sigue pisando firme en
el seno de un partido donde se la observa con cierta
admiración no exenta de envidia. Nada original en tales
casos.
Ni que decir tiene que al periodista, tan colado por la
señora consejera, se le atragantó Tafi. Por el mero hecho de
ver a éste disfrutando de la compañía de una mujer con la
que él ansiaba compartir todas las horas posibles. Hasta que
un día, con la copa de rigor por delante, le hice ver lo que
hasta ese momento él no lograba entender: que el
viceconsejero de Bienestar Social era, única y
exclusivamente, la mano derecha de la consejera.
Mas el espíritu de aquel periodista, caído de boca por la
consejera, con lo que ello significaba de afecto, ha
permanecido latiendo en esta redacción. Un hecho
incuestionable, que me es posible comprobar, cada dos por
tres, cuando, a propósito, trato de sondear la opinión de
los estupendos profesionales que componen la plantilla de
‘El Pueblo de Ceuta’. Y, por tanto, no tengo el menor
empacho en resumir esa corriente de simpatía hacia ella con
una frase hecha: “Algo tendrá el agua cuando la bendicen”.
Y es así, créanme, a pesar de que la consejera de Medio
Ambiente está expuesta, como la flor del vilano, a todos los
vientos. Por el desempeño de esa portavocía que es capaz de
poner en evidencia al político más encopetado. Ya que es
tarea complicada donde las haya tener que hacer de
hermeneuta. Es decir, estar diariamente tratando de
interpretar las decisiones que toma el Gobierno.
Dar la cara ante los periodistas, todos los días y fiestas
de guardar, para convencer a la opinión pública de que las
decisiones tomadas por el Gobierno son las mejores o las
menos malas y que se ajustan además a derecho. Y todo lo que
eso acarrea de contratiempos y sinsabores a la persona que
asume esa misión de enorme riesgo, no deja de suponer un
desgaste físico y mental de mucho cuidado.
YB se ha visto obligada a explicar, en los últimos tiempos,
los cambios de opinión del Gobierno en lo tocante a la
Manzana del Revellín; tuvo que responder a las tempestuosas
declaraciones de García Arreciado, casi diariamente;
trató de pararle los pies al sindicalista iluminado; hubo de
tragarse el marrón de evitar la huelga en Semana Santa de
los trabajadores de Urbaser. Y por si fuera poco, debe
cuidarse de las tarascadas del presidente de su partido. A
ver si no va a tener derecho a equivocarse en ocasiones.
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