Uno de los colectivos más perjudicados en los procesos de
separación, y al que rara vez se le escucha, es el de las
segundas esposas.
La primera esposa no suele ver con buenos ojos la nueva
relación de su exmarido por las consecuencias que acarreará,
sobre todo, a su bolsillo.
El acoso de la exesposa hacia la nueva pareja de su exmarido
llega hasta la agresión física con el evidente objetivo de
hacer desistir a la nueva pareja y que abandone la relación.
Las denuncias contra la agresora no serán atendidas ni en
comisaría ni en el Instituto de la mujer ni en las
concejalías de la mujer ni, incluso, en los juzgados. La
agresora es mujer y está defendiendo sus intereses y los
intereses de sus hijos.
La tardanza en conseguir el divorcio hará no sólo aumentar
el malestar y la desesperación de la nueva pareja que verá
como sus derechos, presentes y futuros, no son reconocidos.
La declaración de hacienda, créditos, becas, etc., sólo
beneficiarán a la ex mientras que la sentencia de divorcio
no sea firme. Y ya hemos visto que la sentencia de divorcio
se retrasa por la práctica judicial durante interminables
años. Tras el matrimonio con el divorciado y tras la muerte
de éste, tanto por la menor esperanza de vida de los varones
como por la mala vida en general a la que se somete a los
separados, la nueva habrá de compartir la pensión de
viudedad con la mujer que le destrozó la vida al difunto.
Además el reparto se hace en base a los años de matrimonio
por lo que debido a la tardanza en la obtención del
divorcio, la exesposa se lleva la parte del león.
La involucración en la pelea de los excónyuges es inevitable
(régimen de visitas, reparto de gananciales, etc.) y las
prevenciones y miedos del exmarido, tras pasar por un
juzgado de familia y sus decisiones injustas, viciarán la
nueva relación de forma notable.
La amarga experiencia anterior hará que, entre otras cosas,
los problemas para embarazarse sean grandes pues la
prevención del marido será muy grande.
En cualquier familia con la llegada de un nuevo miembro, ya
sea un nuevo hijo o cualquier otro familiar como el abuelo,
el dinero disponible se acomoda a las circunstancias.
Supongamos que se dispone de un sueldo x entre esposa y
marido. Cuando se tiene un hijo, todo el sueldo x va a parar
a ese hijo. Si se tiene un segundo hijo, el sueldo x se
divide entre los dos hijos. Tras la separación, esto no se
da. Si el padre tiene un nuevo hijo, es muy raro que el juez
de turno de por bueno el repartir el sueldo, obligando al
padre a buscar una nueva fuente de ingresos cuando no
determina que el nuevo hijo ha de ser mantenido por la
madre. Esto es, la segunda esposa es tratada sino como
ciudadana de segunda categoría con respecto a la primera
esposa. La pensión de alimentos de los hijos del primer
matrimonio permanece inamovible aún habiendo nuevos hijos.
La segunda esposa habrá de pasar por estrecheces económicas
al tener que compartir los problemas económicos que conlleva
la separación y divorcio del anterior matrimonio de su
marido. La pensión de alimentos normalmente desmedida y que
utiliza a su antojo la madre de los niños sin tener que
rendir cuentas de en qué se gasta el dinero (muchas veces en
ella misma y no en los hijos); la hipoteca de una casa a la
que no se puede ni acercar el propietario (su marido) y que
disfruta la exesposa, muchas veces sin pagar siquiera los
suministros que también corren a cargo del exmarido; la
pensión compensatoria cuya beneficiaria es una mujer sana y
joven que no quiere trabajar; los gastos extraordinarios de
los hijos que suelen ser decididos de forma unilateral por
la madre; desplazamientos para ver a los hijos en el régimen
de visitas que han de ser cubiertos por el padre aún cuando
haya sido la madre quien ha puesto cientos de kilómetros por
medio con el único objeto de dificultar o anular la relación
padre/hijos; y por supuesto, los gastos de los procesos
judiciales tales como las denuncias falsas pues a las madres
rara vez se las condena en costas mientras al padre, rara
vez se le pasa por alto.
Por supuesto, los hijos del anterior matrimonio son
aleccionados por la exesposa para torpedear la relación del
padre con la nueva pareja.
Lo normal es que las zancadillas sean tantas que la nueva
pareja decida tirar la toalla y dejar la relación.
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