Leo, en alguna parte que hay
intención de retirar los crucifijos de aquellos lugares
oficiales donde estaban desde hace varias generaciones.
La decisión va a tener distintas interpretaciones, a favor o
en contra. Yo, de momento, estoy en contra de que se retire
el símbolo más representativo de la cultura de occidente,
porque no olvidemos que estamos en occidente y las
religiones imperantes aquí, con un sentido o con otro, están
entroncadas con Cristo.
Además, España, por mucho que se considere en la actualidad
como Estado laico, a lo largo de la historia ha defendido y
ha practicado el catolicismo, con lo que su representación
más fundamental, no sé hasta qué punto estamos legitimados
para retirarla de la circulación.
Lo primero que se me ocurrió al leer tal noticia fue:” Pues
los crucifijos ni piden pan, ni han subido las hipotecas, ni
tampoco son los causantes de la crisis galopante en la que
ha entrado este país, que siempre fue católico”.
Debo aclarar, como otras veces lo he hecho al tocar temas de
este tipo, que no estoy defendiendo algo que me afecte en el
día a día, ni que yo sea un practicante “ a machamartillo”
de ninguna de las religiones que, libremente, se pueden
practicar en este país, sin embargo, lo que no voy a hacer
nunca es renegar de mis raíces familiares, nacionales o
culturales, y de ahí que ese crucifijo que vi siempre en la
humilde escuela donde aprendí a leer, ese crucifijo que,
casi sin saber lo que representaba, vi en todas las iglesias
desde pequeño, o ese crucifijo que aparecía en juzgados y
otros organismos, en ninguna de las partes que he citado
estorbaba, ni tampoco creaba problemas a los que a diario
“convivían” con él.
Por eso, partiendo de mis orígenes católicos de Castilla, y
analizando la serie de problemas que hoy nos afectan, desde
múltiples ángulos, considero un “ sin sentido” pararnos en
estas cosas, mientras los problemas de verdad quedan ahí sin
solucionarse.
Más importante que quitar un crucifijo de un aula de clase
es que quienes hacen oposiciones, por ejemplo, para llegar a
ese aula no tengan que estar impugnando, según en qué
tribunales, porque el sistema imperante, desde hace varios
años, lo único que acarrea es desaliento a la hora de esas
oposiciones.
Más importante que quitar un crucifijo de una sala donde se
celebra un juicio es tener todo lo necesario para que la
Justicia no sea tan lenta como es.
Con los crucifijos en organismos oficiales, las dos
generaciones que nos han precedido han sido capaces de
levantar y poner en orden un país que quedó arrasado por
enfrentamientos entre los que aceptaban “los cristos” y los
que los combatían, por ejemplo.
Esas dos generaciones, unas veces forzadas y otras por
iniciativa propia, en vez de mirar tanto a las estrellas y
pararse en menudencias, lo que hicieron fue mirar hacia el
suelo y trabajar. Hoy, con todos estos “entretenimientos”
superfluos, lo que parece interesar más es distraer a la
gente para que se despreocupe del problema del día a día, y
no piense en como va a poder pagar esa hipoteca que le está
martirizando.
Si quitar un crucifijo es la solución a los problemas, que
se quiten, pero si es para aborregar más a la gente, creo
que es el momento de decir:” no estamos de acuerdo”.
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