Corbata sí, corbata no. ¡Ay!
corbata mía, de mí corazón. Como no tenemos nada mejor que
hacer, porque todo marcha sobre ruedas, en este caluroso e
insoportable verano, pues nos inventamos la guerra de las
corbatas. No es que, con esa guerra, vayamos a salir de la
crisis pero, al menos, nos entretenemos y nos olvidamos de
los calores.
La cosa de “la guerra de las corbatas” empieza porque el
ministro de Industria, Miguel Sebastián, decide ir al
Congreso sin semejante prenda colgada a su cuello y todo,
aquí se dice todo, para ahorrar energía. De tal forma ha
recomendado a los funcionarios se su ministerio que en
verano no se pongan ni corbata ni chaqueta, para que el aire
acondicionado pueda instalarse a 24 grados y, de esa manera,
ahorrar energía.
Bono que es le presidente de la Cámara, al percatarse de
ello, el asunto no le gustó anda y ordenó a un ujier le
entregara al ministro una corbata, envuelta en papel de
regalo, con una nota en la que, con ironía, escribió:
“espero que te guste”.
Está por saber si al ministro le gusto o no le gusto la
corbata, con dibujos de leones, el caso es que no se la
puso. Este y no otro ha sido lo que ha dado lugar a “la
guerra de las corbatas” que, por supuesto, va a tener
seguidores ya que, el ministro de Trabajo, Corbacho, anuncia
que irá al Parlamento sin corbata.
Servidor, usease el menda lerenda, nada tiene que ver en “la
guerra de las corbatas” y, aunque algunos me puedan
criticar, cosa que me importa un bledo y el otro también,
estoy de acuerdo con ambos ministros y con todos aquellos
que quieran pertenecer al grupo de los “descorbatados” al
que llevo perteneciendo desde que mí santa madre tuvo a bien
de parirme.
En muy raras ocasiones uso corbata y chaqueta. Por cierto
chaqueta nada más que tengo una y, jamás, me la he cambiado,
con lo cual, no puedo ser un “chaquetero” que, como las
meigas, haberlos haylos y en cantidades industriales.
Según mí propia teoría, cada uno puede ir como le venga en
ganas. O es qué sise quita la corbata, va a ser menos
ministro o menos inteligente. Soy de los que creen que el
hábito no hace al monje. Cuántos personajillos del tres al
cuarto, politiquillos de medio pelo, no se quitan la corbata
ni para… creyendo que el llevarla le da la personalidad y la
cultura de la que carecen. Cuando los pobres míos dan la
sensación de ir metidos en un florero, asomando la cabeza
que ni la pueden mover a un lado u otro.
A algunos de estos personajillos del tres al cuarto,
politiquillos de medio pelo les queda, ambas prendas, como a
un cristo dos pistolas. Y es que, sin ellas, se encuentran
como desnudos, sin darse cuenta que con ellas o sin ellas,
siguen siendo los mismos árboles que al moverlos echan
bellotas.
Señores ministros, pertenecientes al grupo de los
“descorbatados”, desde aquí y desde ya, mí máximo apoyo en
esa “guerra de las corbatas”, digan lo que quieran decir
todos esos que la cogen con un papel de fumar, y siguen
creyendo que el llevar chaqueta y corbata les dan un don de
gente frente a los “descorbatados” cuando, en realidad,
siguen siendo unos don nadie. ¿O no?
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