El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de
Ceuta es, según quienes tienen y han tenido
responsabilidades al frente de las instalaciones, “una
especie de Colegio Mayor con internos de más de 25 años”.
“Sin unas normas mínimas de convivencia y unas medidas
coercitivas para quienes las quebrantan no hay nada que
hacer”, señalan.
En términos generales esas reglas están recogidas en el
Estatuto Básico de los Centros de Acogida a Refugiados,
publicado en el Boletín Oficial del Estado de fecha 7 de
agosto de 1998. Se trata de un conjunto de directrices
genéricas, como las que podría tener cualquier Colegio
Mayor: “utilizar adecuadamente las instalaciones y servicios
del centro manteniéndolos en buen estado de conservación y
uso”, “guardar las normas de convivencia en el centro”, “no
introducir ningún objeto o sustancia que pueda ser
peligroso, “respetar horarios”, “respetar al personal del
centro en la realización de sus funciones, así como los
derechos de los demás residentes”....
Nada del otro mundo
A pesar de ello, como en cualquier grupo humano, las
tensiones existen. Es entonces cuando se adoptan las
“medidas coercitivas”, que en unas instalaciones como las
del CETI se limitan a sacar de su interior a quien se salta
las reglas. Habitualmente la expulsión oscila entre unas
horas y un par de días. Excepcionalmente los internos pueden
ser echados de forma definitiva, volviendo entonces al limbo
jurídico de los inmigrantes irregulares, con el agravante
ceutí de verse encerrado en los 19 kilómetros cuadrados de
la ciudad sin más horizonte que la repatriación.
La penúltima expulsión del CETI local se produjo hace más de
un año, cuando un interno fue denunciado por su pareja,
también residente en el centro, por maltratarla. El asunto
llegó a los juzgados y se dictó una orden de alejamiento que
dio, obviamente, con sus huesos en la calle.
Veterano de Calamocarro
La última se concretó el pasado de junio y se formalizó el
jueves de la semana pasada, cuando la Dirección General de
Integración de los Inmigrantes decidió “dar por finalizada”
la estancia del liberiano Triki Jakson en sus dependencias.
Liberiano de 33 años, Jakson es grande como un armario y
habla un español de primera. Llegó por primera vez a Ceuta a
finales de los noventa y conoció las penalidades de
Calamocarro. Después consiguió un permiso de residencia y
cruzó el Estrecho. Ahora asegura que viajó a Almería con el
propósito de trabajan en el campo, pero que no lo consiguió.
Finalmente acabó en Madrid, donde se dedicó durante un
tiempo indeterminado, dice, a entretener a los viandantes
del Parque del Retiro tocando música. Al menos un par de
veces fue detenido por delitos contra la Salud Pública.
Jakson asegura que él ni vendía ni consumía ni traficaba,
pero que los amigos que le rodeaban sí y que la mala suerte
se cebó con él.
Siempre según su versión, sin darse cuenta de que su tarjeta
de residencia había caducado, se fue a Marruecos, donde las
autoridades sí se percataron de ese presunto despiste.
Jakson quedó así, otra vez, atrapado en África.
La versión oficial recuerda que cuando a un inmigrante se le
acumulan antecedentes penales, aunque sean de pequeño
calado, de acuerdo con la legislación vigente no se le
renueva su permiso. “¿Quién se cree que se fue a Marruecos
sin darse cuenta de que había caducado su residencia? ¿A qué
fue, de vacaciones?”, dejan caer en Comisaría apuntando a la
tesis del dinero fácil, del oro negro. Sea como fuere, el 15
de diciembre del año pasado, a nado, Jakson volvió a Ceuta.
Un día después ingresó en el CETI. “Cuando estábamos en
Calamocarro eso es lo que demandábamos, unas instalaciones
dignas donde pudiéramos vivir como seres humanos”, dice el
liberiano.
El 29 de junio a las 18.18 horas se personó en Comisaría.
Ante la Policía Nacional aseguró que esa misma mañana había
tenido una discusión a causa de “un malentendido” con una de
las trabajadoras que atienden a los inmigrantes. Su versión
y la oficial coinciden en lo básico: Jakson tomó un segundo
café sin pedirlo y la discusión acabó en una llamada a los
vigilantes de seguridad.
Él dice que lo único que hizo fue reírse con sus compañeros
de otra cosa. Desde el CETI se asegura que se encaró con la
cocinera y que la amenazó. Según su denuncia cuando llegaron
los vigilantes “le sacaron del comedor y le llevaron a una
zona [fuera del centro] donde comenzaron a golpearle con las
defensas en la cabeza y el brazo izquierdo” y le quitaron su
carné identificativo del CETI.
Desde allí Jakson se fue al José Lafont y más tarde al
hospital del INGESA, donde se le emitió un parte médico
certificando que presentaba una contusión “en la región
frontal izquierda y tercio medio miembro superior
izquierdo”. “Pronóstico leve salvo complicación” fue el
diagnóstico facultativo.
“Confianza total”
En el CETI niegan cualquier posibilidad de maltrato. “Es
posible que hubiese un forcejeo: ‘Sal’, ‘Que no salgo’, ‘Que
salgas’. Nunca un maltrato”, aseguran fuentes cercanas a la
Delegación del Gobierno que reiteran su “confianza total” en
el trabajo que desempeñan los vigilantes de seguridad de la
empresa Serramar. De hecho, uno de los viser implicados en
el suceso denunció también al inmigrante por agredirle.
Jakson no señala a todos sino que, al contrario, descarga de
responsabilidad a varios de ellos por sus nombres de pila, a
los más veteranos. Fuentes oficiales niegan la mayor: “Puede
haber cambios de adjudicataria del servicio, pero el
personal se subroga contrato tras contrato; todos tienen
experiencia y un magnífico comportamiento”, defienden.
Jakson lo niega y justifica que la suya sea la primera
denuncia que se produce a pesar de que, lamenta, el trato
irregular hacia los inmigrantes es “habitual”. Dice tener
testigos dispuestos a respaldarle, pero ninguna de las
fuentes consultadas ayer dio verosimilitud a que se dé una
situación así. “Hace muchos años que nadie denuncia algo
parecido”, aseguraron ayer desde la Comisión Española de
Ayuda al Refugiado (CEAR).
“Entre los inmigrantes hay de todo, como en cualquier
colectivo, pero todos están obligados por igual a respetar
al personal del centro y a sus compañeros, y nosotros a
velar por ello para evitar que el CETI se convierta en un
caos”, advierten responsables gubernamentales dejando claro
que esa tarea se desarrolla siempre “dentro del respeto más
escrupuloso hacia la legislación y hacia los internos”.
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Voluntarios de Cruz Roja acompañarán hoy a
residentes en el CETI al parque de San Amaro
La Oficina Provincial de la Cruz
Roja en Ceuta continuará hoy a través de su Departamento de
Intervención Social con las actividades al aire libre para
residentes en el CETI que comenzaron la pasada semana con la
visita a la playa de La Ribera, donde niños y mayores lo
pasaron en grande. Así, y en colaboración con el CETI,
voluntarios de la institución humanitaria ceutí realizarán
hoy la segunda visita, esta vez al Parque de San Amaro. A
primera hora de la tarde el personal de Cruz Roja-Ceuta, que
acompañará en todo momento a los inmigrantes, ofrecerán una
serie de dinámicas de ocio y tiempo libre a estas personas,
que serán trasladadas en vehículos de la institución desde
el CETI hasta San Amaro, donde podrán pasar un rato fuera de
su rutina habitual, y viceversa.
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