Me congratulo de que los gobiernos autónomos ceutí y
melillense proyecten solicitar el ingreso de ambas ciudades
en la europea Unión Aduanera.
Y me satisface porque supondría fortalecer sus resentidas
economías y recibir un tratamiento más considerado a todos
los niveles. Con este ingreso, el principal objetivo -entre
otros- sería, convertir Ceuta y Melilla en auténticas
fronteras y aduanas comerciales de territorialidad y
funcionalidad europeas, actuando intermediariamente entre
Marruecos y Bruselas -Unión Europea o UE- de forma conjunta
y coordinada. Pero me alegro además, porque las españolas
ciudades norteafricanas ‘caballa’ y melillense irian de la
mano, juntas, como hermanas que son.
Tras esa desavenencia infraterna por aquello de las
iniciativas de reformas estatutarias autonómicas en que
Melilla se desvinculaba de su ‘melliza’ Ceuta, por fin han
imperado el sentido común y la necesidad de aunar esfuerzos
- ya se sabe que la unión hace la fuerza y cuatro ojos ven
más que dos- en un tema coincidente como es el aduanero.
Ceuta y Melilla se parecen como gotas de agua. Es mucho más
lo que las une que lo que las separa. Son mayores las
coincidencias que las diferencias. Sus ubicaciones costeras,
sus puertos, sus suelos reducidos y aislados rodeados por
tierra extranjera y mar, la cultura y las costumbres, así
como sus problemáticas y necesidades; todo ello contribuye y
las ‘condena’ eternamente a ayudarse, a cooperar, a actuar
conjuntamente como dos buenas hermanas e ‘hijas’ de España.
Así ha de ser.
El ingreso de las ciudades ceutí y melillense en la unión
aduanera europea traería abundantes ventajas y apenas
contados inconvenientes. Se trataría de equipararse por
ejemplo, con Canarias, que tiene el mismo status como aduana
de la UE.
A las islas les va muy bien comercial y económicamente desde
que son aduanas europeas. Ambos casos, el canario y el ceutÍ-melillense,
serían paralelos.
Con el ingreso en la Unión Aduanera, se impulsarían los
estatutos autónomos de Ceuta y de Melilla como territorios
comunitarios conformándolos oficialmente como fronteras sur
de la Unión Europea, se fomentarían nuevos negocios a largo
plazo resultando beneficioso al reportar ventajas fiscales,
empleos y subvenciones, y sobre todo -aqui está lo
importante- eliminaría las dudas acerca de la innegable
españolidad y la falsa marroquinidad de Ceuta y de Melilla
Evidentemente, ésto generaría alguna que otra tensión
diplomática con Rabat que volvería a ‘cabrearse’ y sólo
aceptaría con algunas concesiones o compensaciones de tipo
económico-mercantil a cambio, pues Marruecos hace años que
se desvive porque sus productos arriben a toda Europa,
porque la UE los compre -pasando o ‘puenteando’ por encima
de los españoles- y porque se le acepte como estado de la UE
alegando que es ‘país ribereño mediterráneo’ y que Europa
también es bañada por el ‘Mare Nostrum’. (¡¡?¿). Romances,
dicen en mi tierra. ‘Que ladren, luego cabalgamos’.
Esta es la única pega, pero vale la pena ingresar en la
Unión Aduanera. Vale la pena aguantar dicha pega porque las
ventajas son numerosas y gratificantes. Vamos, que ‘sarna
con gusto no pica’.
Ni el Consejo de Ministros de la UE ni la Comisión Europea
podrán negar a Ceuta y a Melilla algo que igualmente se le
concedió a Canarias en 1991. Con su aprobación e ingreso en
la Unión Aduanera, ceutíes y melillenses se sentirán más
españoles aún y también europeos. Aunque estén en África.
Porque es posible ser y sentirse al unísono español,
africano y europeo. ¿Por qué no?
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