Mediocridad y desengaños es lo que
está a la orden del día. Las consecuencias son torres de
espanto. El diluvio de los desocupados ha tomado posiciones
en las familias como un verdadero glaciar de angustia y
dolor. El deber de trabajar y el derecho al trabajo es un
astro caído en este país de ideas mutiladas. La clase
política aún no ve la gravedad de la crisis porque, en
realidad, es la clase obrera la que soporta el naufragio,
aunque los sindicatos obreros no pidan todavía ni socorro.
La idiotez y el letargo son como un surtidor de sueños que
se contagia e impide discernir lo real de la tomadura de
pelo. La política ha dejado de ser una política entusiasta,
de servicio social y de ideales revolucionarios, para
convertirse en una política programada en la mentira
persistente, en el oportunismo y en el descaro permanente.
Política y ética es hoy por hoy el amor más imposible de los
imposibles en un paraíso de charlatanes.
La crisis española porta tintes mucho más graves que otros
países europeos, en parte, porque se viene haciendo un
diagnóstico falso del problema, aplicando remedios
equivocados como son unas simples migajas. La
condescendencia de una oposición pasiva, más enfrascada en
sus guerras internas de partido que en poner en solfa la
grave situación del país, tampoco ha ayudado a que se
produzca una política de cambio. El escenario de crisis es
tan fuerte que la sociedad de este país se va a ver
empobrecida, con el efecto de que se acrecienten aún más las
desigualdades. Bajo este contexto de declive económico,
sobre todo en las familias obreras, hay que actuar con rigor
y firmeza, ya está visto que no es sólo una mera fiebre que
afecta sólo a la construcción, es más honda y en España más
dura, por lo que habrá que priorizar la cuestión, ya que no
es únicamente causada por exclusivos factores externos.
La imparable crisis económica que sufre España, exige que la
clase política y los gobiernos tomen con urgencia medidas de
consenso, antes de que las familias sigan endeudándose aún
más, disparándose los precios, con regulaciones de empleo
por doquier, empleos en precario y en condiciones abusivas,
y con un galopante incremento del desempleo sin precedentes
en los últimos tiempos. Estas son las cuentas y este es el
escenario, tan real como la vida misma. Negarlo es
contradecir la evidencia. Como alguien dijo: cuando la
política promete ser redención, promete demasiado; cuando
pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina, sino
demoníaca. A lo que servidor añade: cuando el político se
interesa, no por todo el pueblo, sino por el sector a que él
pertenece, la justicia es una quimera, la libertad una
utopía y la igualdad un delirio. Con estas mimbres confusas
esparcidas por este país, promover condiciones favorables
para el progreso social y económico y para una distribución
de la renta regional y personal más equitativa en el marco
de una política de estabilidad económica y orientada al
pleno empleo, va a resultar que es como pedir peras al olmo.
Como dijo Cernuda: “dame la guitarra para guardar las
lágrimas”. Lágrimas que empiezan a nacer del alma, en muchos
hogares, porque ven que los sueños se desvanecen.
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