Ceuta y Melilla se convirtieron,
anteayer, en sorprendentes protagonistas del 37º Congreso
Federal del PSOE que se celebra este fin de semana en el
Palacio de Congresos y Exposiciones del Campo de las
Naciones de Madrid. Curiosamente, los socialistas ceutíes
acumulan éxito tras éxito mientras el partido continúa
disuelto: en las últimas generales su candidato al Congreso,
José Antonio Carracao, logró más votos de los que sus siglas
habían recibido nunca en la historia. Ahora, el secretario
general de los socialistas ha colocado a las dos ciudades
autónomas junto a Madrid y la Comunidad Valenciana entre las
regiones que deben ser objeto prioritario de la atención del
PSOE a nivel estatal.
El partido socialista choca en las dos ciudades autónomas
con prejuicios forjados por dudas y errores que sus actuales
responsables, quienes parecen predestinados a serlo en un
futuro inmediato y quienes se encuadran en el denominado
sector crítico o renovador deben esforzarse en disipar con
hechos, tal como vienen haciendo con palabras desde hace
tiempo, incidiendo en lo caduco de los mensajes
catastrofistas o timoratos, siempre con la sombra presente
de una amenaza del vecino país.
La visita de febrero de 2006 fue un gesto de una
trascendencia que tal vez no se ha asimilado todavía del
todo. Su retorno, tal como se comprometió a hacer ante el
auditorio del Congreso, instalaría definitivamente a Ceuta y
a Melilla dentro de la normalidad. Nada puede beneficiar más
a ambas ciudades que la visita de un presidente del Gobierno
deje de considerarse un hecho excepcional, o al menos no más
que su paso por cualquier otra localidad española. El día
que un anuncio de estas características se interprete desde
esa lógica la ciudad entera habrá dado un paso de
extraordinarias dimensiones. Al menos durante los próximos
tres años Zapatero y los socialistas ceutíes tienen tiempo
para conseguirlo o, al menos, intentarlo. Y es su deber
hacerlo.
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