Me he acercado al inmenso
aeropuerto del Prat de Llobregat, en espera de la llegada de
un familiar, y me he dado un paseo por las instalaciones del
mismo. Anda lleno de gente, como vulgarmente se dice, hasta
la bandera.
En la terminal de vuelos intercontinentales los pasajeros
andan cabreados por la huelga de celo que hace la policía
nacional. El control de pasaportes es tan riguroso que
diríase que el policía de turno está leyendo una novela en
vez de revisar el pasaporte. Sus compañeros, que no están de
servicio y de paisano, pitan como árbitros locos. O sea, con
silbatos potentes.
Quieren que les equiparen el sueldo al de los Mossos
d’esquadra catalanes. Normal, si la diferencia ronda entre
un 12 y un 20%. ¿Quién no? El Ministro de Interior deberá
espabilarse, aunque sea el más espabilado de todos, si
quiere devolver inmigrantes con prisas.
Paso, como siempre, al carril que me conduce a la política
y, “empeñao” que es uno, sigo escribiendo sobre el PP, ésta
vez PPC.
Me parece que al PPC le sobra la C porque de catalán no
tienen nada, ni siquiera tienen la bandera catalana en su
sede, mientras en el resto de Autonomías sí lucen la
respectiva bandera.
Los criterios que rigen al PP, desde que quitaron la A y
repitieron la P, siguen siendo los mismos que los de aquella
antigua AP de Manolo Fraga. Maneras dictatoriales que
retratan claramente al partido. Sobretodo el claroscuro
retrato de su líder, Mariano Rajoy, que no ha tenido empacho
en imponer a la senadora Alicia Sánchez Camacho, cortando
por lo sano.
Con esto el PP pseudo catalán estará dirigido por una
elegida a dedo, tal como pronostiqué ayer, sin debate previo
y sin el respaldo de ningún sector de los militantes peperos
catalanes. Rajoy ha vuelto a quedar retratado y la fantasmal
promesa de hacer un partido renovador y de centro se ha
quedado en eso: una fantasmal propuesta claramente tocada.
Una muestra más de cómo serán los peperos si llegaran a
gobernarnos. Hasta los peperos catalanes se preguntan por
qué las urnas les maltratan con tanta insistencia aquí en “Polonya”.
Ignoran que no han sido capaces de montar un partido con
estructura suficientemente estable y democrática que esté
refrendada por las bases.
Aunque se de seguro que mi amigo Alberto Fernández Díaz ha
realizado, en éste caso, una maniobra bastante aliñada para
que entronizaran a Sánchez Camacho y defenestraran a Daniel
Sirera. Aunque afirme que nadie ha impuesto nada. No se lo
cree ni él.
Menos mal que Montserrat Nebreda insiste en mantener su
candidatura, pese a las presiones, y así creo que llegará al
Congreso catalán del PP.
Esta puesta en escena hubiera alegrado las pajarillas a los
aficionados al teatro.
Lejos de aquí, otras voces sueltan coces contra su propio
partido. El cabeza cuadrada de Alex Vidal-Quadra ha mostrado
los colmillos, mientras la presidenta de la Comunidad de
Madrid, la envidiosa y permanentemente cabreada Aguirre,
asegura esperar que el nombramiento de la candidata no sea
eso… la mentira, descomunal, es la que ha soltado la
flamante nueva secretaria general, de Cospedal, que ha
replicado con que no existe ningún tipo de imposición.
Permítanme que me ría un poco, o mucho, antes de seguir
escribiendo. Estos chistes me dan la risa tonta.
Aunque creo que detrás de toda esta operación está Javier
Arenas, por cuanto su afirmación de que Sánchez Camacho
tiene una preparación personal y jurídica suficientemente
garantizada… ¡qué retrato claroscuro!
Mientras tanto, en Ceuta andan discutiendo sobre el paso del
Biutz con la promesa de un nuevo puente de 15 metros de
anchura… a cuenta íntegramente del Estado. ¿Por qué será que
los marroquíes no cubren nada?
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