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OPINIÓN - JUEVES, 3 DE JULIO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

El presidente camina solo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El domingo pasado, cuando me encontraba metido en las aguas todavía solitarias de la Playa de El Chorrillo, pude observar cómo Juan Vivas caminaba a buen ritmo por la acera del lugar. Iba cumpliendo el presidente con su tarea de someter el cuerpo a un esfuerzo necesario para combatir las muchas horas de trabajo sedentario y también buscando esa calma momentánea que tanto bien hace a las personas sobre las que recaen grandes responsabilidades.

Desde mi posición en el mar, apenas la cabeza asomando por encima de las aguas, y en vista de que la playa estaba desierta a esa hora de la mañana, pude seguir atentamente, durante un buen trecho, la caminata del presidente acompañado por uno de sus guardaespaldas. Con la ventaja de que él no podía ver a quien estaba avizorándole desde un sitio adecuado para no ser visto.

Y lo primero que pensé fue en aquellos días... Los primeros de un presidente que había generado una corriente de simpatía insospechada y despertado una enorme ilusión ciudadana y en los que éste hacía carrera continua cada mañana y era acompañado por una comitiva cuyos miembros hacían esfuerzos sobrehumanos para aguantar el ritmo que Vivas imponía.

En ocasiones, como uno también suele echarse abajo de la cama a prima mañana, me tropezaba con aquel cortejo presidencial que amenazaba con ir sumando miembros y entorpecer la circulación del mismo modo que suelen hacer quienes corren por las mañanas desordenadamente y no en fila de a uno.

Al cabo de un tiempo, noté cómo el grupo iba menguando; tal vez porque habían llegado a la pleamar de lo grotesco los aduladores principiaron a darse cuenta de que se estaban poniendo no sólo en ridículo –la calle es el mejor escaparate-, sino que asimismo comprendieron que estaban arriesgando sus vidas, debido a que llevaban sin correr desde que hicieran la Primera Comunión.

Sea como fuere, aquellas personas que esperaban todos los días al presidente a la puerta de la casa de éste y formaban círculo junto al guardaespaldas de turno que esperaba ya la salida del jefe, fueron abandonando en cuanto se percataron de que estaban poniendo en riesgo su salud sin que el presidente se decidiera a ofrecerles la canonjía esperada.

Que es lo que yo pensé en su momento y no en lo que me dijeron en su día: que el presidente había jugado sus bazas para que los miembros de aquel grupo que ocasionaban risas y comentarios malintencionados de los transeúntes mañaneros, fueran desertando de los alrededores de su domicilio. Lo cual empezaba a ser un calco de esa imagen de los mozos pamplonicas arremolinados alrededor de la imagen de San Fermín pidiendo suerte para salir ileso de su arrojado cometido. Aunque en el caso que nos ocupa era para suplicar por un empleo de mucho dinero y pocos esfuerzos.

Tuve tiempo, además, para pensar que el presidente ha perdido algo de frescura con el transcurrir de los años sentado en sitio donde nadie puede decirle lo que debe hacer pero sí evitarle disgustos y contratiempos innecesarios. Por ello, me extraña que haya destacado al cumplirse un año de su nuevo mandato el que no se ha procedido a relevar a nadie de su cargo. Mas, conociendo a Vivas, he decido interpretar sus palabras como un aviso a quienes como consejeros andan desatinados. Cuidado con el presidente.
 

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