Tras sufrir durante noventa y
cuatro minutos la victoria de la selección española ante la
de los teutones y disfrutar de lo lindo de la gran fiesta
que montaron los mesoneros del mejor restaurante de Mataró,
pasada la crisis de nervios mía y de varios presentes, me
dispongo a opinar como si nada hubiera pasado.
La detención del marroquí Yahya Yahya muestra la verdadera
cara de nuestros vecinos alauitas y hace crecer nuestro
deseo de que el Gobierno tome radicalmente cartas en el
asunto.
No ya por tratarse de extranjero residente en España sino
porque quién afrenta al país dentro del mismo debe ser
expulsado inmediatamente. La conocida postura del marroquí
Yahya Yahya viene de lejos y era de esperar esa reacción de
sus acólitos y de los marroquíes en la frontera de Melilla.
Que tenga condición de aforado eso será en su país, no en el
nuestro, y por tanto se le debe aplicar las leyes como a
otro cualquiera. Si atenta contra la legalidad vigente y
encima proclama que no reconoce la jurisdicción de la
justicia española en las ciudades “ocupadas” de Ceuta y
Melilla debe ser considerado como terrorista.
Su clasificación es muy clara: terrorista agitador político.
Nuestro Gobierno debe tomar seriamente, repito, cartas en el
asunto de los inmigrantes, legales o ilegales es igual, en
el sentido de que si vienen a residir en el país han de
cumplir a rajatabla las leyes existentes en todos los
conceptos.
Tanta permisividad llega ahora a crear puntos conflictivos
que se pueden agravar al paso de los días, máxime que ahora
pasaran por las dos fronteras millones de marroquíes.
Nosotros, los españoles, pecamos de quijotes hasta que nos
revientan los cojones. A pesar de que les abrimos nuestras
puertas, aceptamos que levanten mezquitas (aunque sea en un
local antiguo garaje), toleramos su cultura… ello no es
óbice para que se crean tener derechos migrados de su país
de origen al nuestro.
Cambio de tema pero sigo con los inmigrantes.
Esta tarde, por la del domingo, he estado con toda mi
supernumerosa familia catalana celebrando el cumpleaños de
dos de mis nietos. El mejor proyecto que se nos ocurrió fue
hacer una comida campestre en el Parc Nou de EL Prat de
Llobregat. Mi sorpresa, que no la de mis hijos, fue tal al
encontrarme con que el Ayuntamiento había suprimido las
barbacoas fijas existentes en el mismo así como la
desaparición de miles de inmigrantes que frecuentaban el
mencionado parque.
¿Por qué?, porque desde hace unos años el parque natural se
había convertido en terreno acotado de inmigrantes
sudamericanos –argentinos, chilenos, ecuatorianos, peruanos,
etc.- provinentes de casi toda Catalunya y que lo ocupaban
todos los fines de semana, sin excepción, reservándose todas
las mesas y todas las barbacoas e impidiendo su uso a los
vecinos de la ciudad.
No sólo eso sino que montaban por su cuenta carpas y traían
equipos de música super sonoros que ponían en marcha a todas
horas, incluso de madrugada, y que molestaban a los vecinos
de las viviendas colindantes con el parque natural… ¡se
apropiaron del mismo!
Inmigrantes que desplazan a los lugareños se ha visto a lo
largo de la historia y como se crecen tanto, traen consigo
su cultura de discusiones y refriegas entre ellos,
protagonizando una encarnizada batalla que colmó la
paciencia de todos los vecinos de El Prat de Llobregat, que
tiene una población similar a la de Ceuta.
Con todo ese lío encima, los munícipes ribereños optaron por
lo radical: prohibiendo acampadas, barbacoas y aparatos de
música, entre otras muchas cosas, e impidiendo que dieran
carácter de “territorio ocupado” con la prohibición de
reservar mesas con demasiada antelación. Los habían que
dormían encima de ellas las vísperas.
Los inmigrantes sudamericanos desaparecieron como por
encanto y hoy en día el parque es un remanso de paz y
tranquilidad sin sobresaltos inesperados. Lo malo es que
nosotros tampoco podíamos hacer barbacoas. Tuvimos que hacer
los asados en casa de uno de mis hijos.
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