Estoy de nuevo en Barcelona,
capital de una Comunidad Autónoma que se llama Catalunya y
donde se habla catalán, para los envidiosos “polaco”, cuya
cosmopolita contaminación no me agobia tanto como muchos
declaran.
Catalunya, ese trozo de un país llamado España, trozo odiado
por el resto de trozos menos uno y que, sin embargo, no deja
ni dejará de mantener económicamente a ese resto de trozos
menos uno, no deja ni dejará nunca de permanecer en el disco
duro de mi cerebro, ¿será el cerebelo?, hasta que llegue el
día en que haga reset definitivamente la operadora de la
informática vital llamada Parca si antes no sufre un
cortocircuito y las constantes vitales se transformen en
inconstantes.
El viaje resultó bueno, sin contratiempo alguno, excepto de
mi tortuga “Ninja” se ahogaba en su recipiente y prefirió
salir del mismo y vagar por el suelo del coche, hasta llegar
al punto crítico de la ruta. Este punto crítico es el acceso
a Barcelona, el cruce de toda el área metropolitana y la
salida hacia Mataró. Hora y media duró el trayecto de oeste
a este de esa zona, normalmente se recorre en cinco minutos.
Miles y miles de vehículos parecían conchabados para
perseguirme por delante y por detrás.
Antes, durante el viaje, había visitado a mi hermano
pequeño, en realidad no es pequeño si ya pasa de la
cincuentena, en el antiguamente considerado mayor municipio
de este país: Lorca, y de paso saludo al director de la
empresa donde mi hermano lleva los asuntos de Personal. Buen
tipo este hermano aunque nos veamos de vez en cuanto cada
siglo. El director salió disparado.
Regreso a la realidad cotidiana de nuestra sociedad con el
habitual cambio en mi forma de opinar.
La información que recibo sobre los avatares de la Asamblea
de la Ciudad no ha hecho otra cosa que producirme la risa
tonta. Políticos que gritan lavándose la cara; escobas de
plata que pueden transformarse en escobas de estopa, que
resultarían difíciles de colgar en los ojales, a la menor
muestra de lo contrario… advierto a quién interese que
dispongo de un surtido álbum de fotos clasificadas como
“desperdicios” porque son tomas de las suciedades que
encuentro a diario por nuestra ciudad y que bastarían para
transformar la ya demasiado popular “Escoba de Plata” en
algo parecido a la medalla de Aznar.
La afirmación institucional de que la “Escoba de Plata” ha
costado cero euros se contradice rotundamente con la que se
hizo la semana pasada en que se afirmó, también de manera
institucional, que había constado 12.000 euros… ¿en qué
quedamos?
Lo que de verdad no entiendo es que tarden tanto en
presentar las cuentas de la Ciudad. ¿En 2008 presentan las
cuentas de 2006?... eso es de Juzgado de Guardia. Ya sabía
yo que la gente de la Ciudad, y del Ayuntamiento, están
apegados al café con leche… pero estar tomándose el café con
leche durante un año me parece una exageración. Tacharía a
la oposición de cómplice, por aprobarlas, pero votaron en
contra lo que les salva de la posible quema. Aún así,
también son culpables.
Estoy viendo que aquella ya lejana opinión mía sobre la
monstruosidad de la Manzana del Revellín está redondeándose
como una verdad… ya no sigo opinando sobre la misma, los
propios políticos dirigentes de la Ciudad se lían ellos
mismos y así suscriben la opinión que ofrecí. Gracias por
vuestros esfuerzos, señores dirigentes peperos, para
refrendar lo que opiné. Gracias.
Lo que me da la risa tonta es que nuestros dirigentes
traten, de manera institucional, a los otros de “oposición
de los despropósitos”. ¿Ellos son “propósitos”?
Bueno, estando en Barcelona dejaré por unos días de escribir
sobre Ceuta y sus políticos y me centraré en otras cosas que
pasan y pasarán en mi entorno diario. No es por nada pero lo
prefiero así.
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