Pregunta.- ¿Qué supone para usted que su ciudad natal la
reconozca con el Premio de las Artes y la Cultura?
Respuesta.- Estoy muy orgullosa y satisfecha. Ha sido una
sorpresa, muy agradable. Querían que estuviese en julio en
Ceuta para recoger el Premio, pero tenía compromisos y ya
estoy un poco mayor para coger tantos aviones y barcos.
Hemos quedado en que después de la Feria de Agosto, a
mediados, viajaré a Ceuta y me harán entrega del galardón.
P.- Para una persona que ha vivido en lugares del mundo tan
diferentes como el rif marroquí o Alemanía, ¿qué le supone
su ciudad natal, Ceuta?
R.- Ceuta supone mucho para mí. Yo siempre digo que nací en
Ceuta por elección, porque mi madre estaba en Ketama y
decidió darme a luz en Ceuta. Además, he tenido un hermano
en la ciudad, que murió hace un par de años. De joven,
cuando vivía en Barcelona, fui bastante de vacaciones y
luego dí también clase en el Instituto de Ceuta durante
cuatro años: del 59 al 63. Luego ya me fui para Alemania y
me casé.
P.- ¿Le marcó en algo su temperamento artístico haber pasado
su infancia en Marruecos?
R.- Hasta los 14 años prácticamente viví en Marruecos. La
cultura árabe me marcó mucho, aunque estábamos siempre
deseando ir a la península. Realmente la ciudad que me
impresionó mucho fue Gerona. Me entusiasmó. Prácticamente no
había salido de Marruecos y para mí algo exótico era una
ciudad románica con muchas catedrales e iglesias. No
obstante, luego empecé a añorar Marruecos y Ceuta. Todavía
hoy en día añoro Ceuta. Pasé buenos momentos de mi juventud
allí. Un tiempo precioso. Pinté mucho en Ceuta en mis
primeros años creativos.
P.- ¿Cree que Ceuta está lo suficientemente abierta al arte
y la cultura en general?
R.- Yo creo que sí. No estoy demasiado enterada. Quizás hay
poca divulgación de Ceuta hacia fuera. No se habla en otros
periódicos de fuera sobre Ceuta. Habría que tratar de
influir un poco más y darlo a conocer.
P.- ¿En qué se basó para crear su ‘Monumento a la
convivencia’ de Ceuta?
R.- Es un monumento a las cuatro culturas, es decir, a la
convivencia, el diálogo. De hecho, son cuatro personajes
enlazados charlando animosamente, con las manos expresivas y
las bocas abiertas.
P.- ¿Está de acuerdo con el cambio de ubicación del
monumento de la plaza de los Reyes a las Puertas del Campo?
R.- Pues la verdad es que no. No me gustó. Ya lo dije en
principio. Ahora está colocado de cualquier forma, al lado
de una farola enorme. Dijeron que lo cambiarían y espero que
lo hagan. Me lo han prometido que lo harán cuando remodelen
Ceuta, que está toda en obras, por lo visto. Yo creo que se
puede volver a colocar perfectamente donde estaba, en el
centro de la plaza o en un ángulo. En fin, eso es cuestión
de que le guste o no al arquitecto.
P.- ¿Por qué se decantó por la escultura ?
R.- Siempre me gustó desde niña tanto la escultura como la
pintura e hice las dos cosas. En la Escuela de Bellas Artes
de Barcelona llegué a hacer una pequeña trampa junto a dos
compañeros. Nos matriculamos en las dos cosas aunque no
estaba permitido. Lo fuimos trampeando, pero al final nos
cogieron. Luego me decanté por la escultura y la pintura se
ha quedado para mí, como descanso o como hobby. Me encanta
pintar cuando estoy harta de la escultura.
P.- ¿Qué pasó cuando les pillaron matriculados en las dos
clases?
R.- Ya casi al final del curso, el director, Federico Marín,
nos cogió. Las clases solían ser de dos horas y había veces
que coincidían pintura y escultura. Iba una hora a una y una
hora a otra. Un día entró el director de la escuela en la
clase de pintura y me preguntó: “¿Usted qué hace aquí”.
“Pues ya ve, pintando”, contesté. “No se pueden hacer las
dos cosas”, dijo. “Soy la mejor del curso en las dos cosas,
ya ve usted que no sólo se puede hacer, sino que me
enriquece”. Se quedó un poquito fastidiado y casi me
suspende.
P.- ¿Cuáles son sus fuentes de inspiración a la hora de
esculpir?
R.- De todo: el ser humano, animales, un grupo, una
figura... Yo busco hacer una escultura con un tema,
desarrollar unos volúmenes, una composición que tengo en
mente. A veces lo simplifico, otras lo complico...
P.- ¿De qué salud goza la escultura hoy en día?
R.- Bien. Estaba muy abandonada, pero yo creo que se están
poniendo muchas esculturas hoy en día. Se suele hacer
siempre un poco antes de las elecciones y luego se pará la
demanda -risas-, pero por lo menos se pone la escultura, que
antes era considerada la pariente pobre del arte. La
escultura es para el exterior, por supuesto, que juegue
mucho la luz con ella.
P.- Luego realiza el camino hacia París. ¿Es la Ciudad de la
Luz tan bohemia como dicen? ¿Se relacionó con muchos
artistas?
R.- Recibí una beca del Gobierno francés para asistir al
Instituto Aristide Maillol, donde daban unos premios que
gané. Tenía mucho prestigio porque era lo único no
politizado, que no dependía de Madrid. A los menores de 20
años nos daban una beca, a los otros dinero. La beca era
para cuatro años, pero no me llegó ni para tres meses. París
era en aquella época la meca del arte, antes de que pasase a
serlo Nueva York. Todo el mundo quería ir a París. Yo fui a
una academia muy bohemia. Tenía mucho nombre por el escultor
que la llevaba, Ossip Zadquine, que le daba mucho prestigio.
Lo que pasa es que era una persona ya muy mayor y no
enseñaba. Fui unos días y no volví. A mí me gustaba mucho
Zadquine, pero la gente que iba allí era muy bohemia, mucho
niño de papá, que iba a jugar a ser artista. No sabían
modelar y entonces cómo iban a hacer nada. Recuerdo que
llegué el primer día y a la modelo, en cuclillas, no la
movían. Yo comencé a girar alrededor con el caballete, hice
el encaje y terminé cuando los otros todavía no habían ni
empezado con los hierros. Yo llevaba ya cinco años modelando
diariamente con yeso, del natural, del natural al
movimiento. El oficio lo tenía. Lo terminé. Me dijeron que
Zadquine sólo venía los sábados y que enseñaba abstracto. Yo
les dije que cómo iba a enseñar abstracto a personas que no
sabían modelar, que no saben la base. Creo que la escuela
superior de Bellas Artes era más seria y la gente trabajaba.
Me vino bien, porque estaba harta de academias, así que me
dediqué a ver París, exposiciones y con otro compañero
becado alquilamos un estudio y pintamos.
P.- ¿Estaba muy politizado el arte con el franquismo?
R.- Los premios estaban muy politizados. No obstante,
todavía ahora cada Gobierno tiene sus artistas del régimen,
que son los que se llevan los premios. En todas partes
cuecen habas, no sólo con el franquismo.
P.- ¿Llegó a vender sus pinturas por las calles de París?
R.- No. Yo eso lo he hecho en Barcelona. He vendido mi obra
por la calle.En París me dijeron que siguiese en la escuela,
pero yo no le encontraba sentido. Lo que quería era irme a
mi casa en Barcelona, tener mi estudio y hacer mis obras.
Una vez conocido París quería volver. Eso sí, era una ciudad
muy impresionante. Había muchas exposiciones y museos que en
España no había.
P.- Ya en la década de los sesenta en Barcelona, ¿su carrera
tuvo un punto de inflexión y comienza a exponer por todo el
país?
R.- Sí. Empiezo a hacer exposiciones y luego me invitaron a
una especie de festivales que se movían por toda España
llevando conciertos, teatro y exposiciones. En 1963 expuse
en la Sala del Prado del Ateneo de Madrid, que era la más
importante que había entonces en España. Luego me casé y
marché a Alemania. Me iba muy bien; luego me fue peor. Esto
del arte es una lotería.
P.- Su traslado a Alemania, donde estuvo tres años ¿qué
supone para su carrera artística?
R.- Fue conocer otra forma de vida, de otra cultura. Me
gustó la seriedad y el trato que te daban en la galerías.
Había galerías muy buenas que se siguen manteniendo hoy en
día y con las que todavía tengo muy buen trato. Me vino muy
bien la estancia en Alemania. Vendí bastante.
P.- Y en los 80 su obra salta a América y comienza a ser
conocida en Nueva York.
R.- Me invitaron a exponer obra grande en Nueva York. Expuse
también en una galería de Washington y en Atlanta. También
en el Guggenheim hice una exposición con una obra pequeña de
50 centímetros. Eso me ayudó mucho también para que la parte
privada demandase mi obra. Los coleccionistas americanos
todavía me siguen comprando.
P.- De todas sus exposiciones, ¿cuál es de la que ha quedado
más satisfecha?
R.- De bien montada, la penúltima que hice en Benálmadena
hace un año y pico. Estaba muy bien hecha. El comisario de
la exposición, Antonio Abad, lo hizo muy bien y no tuve que
decirle nada, porque normalmente yo me peleo siempre con los
comisarios de las exposiciones.
P.- De los premios, ¿cuáles han sido de los que más
orgullosa se ha sentido?
R.- Todos me han hecho mucha ilusión... y el Premio de las
Artes y la Cultura de Ceuta también. No me lo esperaba; y
estoy encantada de que me dén un premio tan importante.
P.- ¿Cómo ve el panorama artístico en la actualidad?
R.- Lo veo muy raro. Me parece que se confunden mucho las
cosas, porque está muy mercantilizado por un grupo de gente
que son los que dicen lo que se tiene que hacer. Supongo que
esto habrá pasado en todas las épocas, pero ahora mucho más,
porque el arte mueve más dinero que nunca. Son cuatro
señores o cuatro galerías los que dictan lo que se tiene que
hacer, que precisamente es siempre lo que hacen los artistas
que ellos promocionan y con los que ganan dinero. No es
político decir esto, pero lo he dicho siempre y lo seguiré
haciendo hasta que esto no cambie. Ahora hay un arte
oficial. Antes había unos jurados que seleccionaban la gente
que acudía a una bienal. En la actualidad sólamente los
pueden mandar los países. Están promocionando gente con mi
dinero, porque si lo hacen galerías privadas no me parece
tan mal, pero lo peor es que se hace a nivel institucional.
Yo prefiero ir por mi cuenta. Me duele porque hay muchos
artistas que no se pueden mover como yo y a los que rechazan
simplemente porque no son de la cuadra.
P.- ¿Qué escultores han marcado la carrera de Elena Laverón?
R.- A veces me han influido culturas enteras, como el arte
negro, el prehistórico, la escultura precolombina, la
azteca... Creo que la inspiración de uno es levadura para la
creación de otro.
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