El martes y en su primera salida
mediática en el diario “Le Figaro” el nuevo presidente del
CFCM, Mohamed Mouassaoui, apostaba decididamente por una
formación de imames siguiendo el modelo francés, mientras
enfatizaba que el Islam debía estar “en armonía con las
otras religiones”. ¿Y en España?; ¿qué modelo debe seguirse
aquí…?. Esa es la madre del cordero, pues hasta el momento
han fracasado las políticas de representación impulsadas por
el Estado a través del ministerio de Justicia: el ala
moderada y “pesetera” de ciertos conversos autóctonos
(financiada en buena medida por Libia) tiene escasa
influencia entre la población inmigrante musulmana, en la
que han desembarcado peligrosas doctrinas radicales que han
superado ya la cabeza de puente y comienzan a desplegarse
ante la pasividad de los responsables.
Pero no corramos más de la cuenta, sin reparar antes en la
procedencia geográfica del largo millón de musulmanes (una
buena parte de ellos sin documentación en regla) afincados
en España, obviando tanto a un puñado de miles de conversos
como a los musulmanes españoles de segunda generación. Según
cifras provisionales adelantados por el Instituto Nacional
de Estadística (INE), España contaba a primeros de enero con
46.063.511 habitantes, de los que 5,22 millones eran
extranjeros, representando la población musulmana-marroquí
la primera comunidad extranjera con oficialmente 664.688
personas (de hecho se acercan al millón…), o sea y a la baja
al menos el 12,3% de la población inmigrante, elevándose en
regiones (Autonomías) como Cataluña al primer lugar entre
los residentes extranjeros con más de 207.000 marroquíes,
llevándonos a interesantes extrapolaciones (entre otras,
Cataluña es el primer inversor español en Marruecos) que no
vienen ahora al caso; rumanos (87.889 personas) y
ecuatorianos (80.350 personas), seguirían a los marroquíes.
En la búsqueda de un equilibrio y tratando de cerrar el
camino a la influencia del Makhzén (el Estado marroquí), los
responsables españoles se han encontrado de repente con que
han crecido bajo sus pies, como las malas hierbas,
movimientos radicales y fundamentalistas afectos a los
Hermanos Musulmanes, al Tabligh y, recientemente, al
movimiento disidente marroquí Justicia y Espiritualidad. ¿Es
bueno eso para el conjunto de los musulmanes radicados en
España…?; ¿es correcto para los intereses de España?. Para
nada. Las corrientes islamistas citadas conforman un
potencial subversivo que amenaza directamente, primero el
horizonte de la convivencia intercultural al impedir la
integración y, segundo, la infiltración del terrorismo
islamista, al camuflarse en su seno corrientes adictas al
yihadismo salafista. Permítanme expresar lo que pienso a
través de un popular refrán bereber recogido días pasados
durante mi viaje por el Medio Atlas: “Si dejas a tu camello
asomar el hocico por la tienda, pronto lo encontrarás
dentro”. A ver si algunos empiezan a tomar nota y proceden
en consecuencia, al menos en Ceuta, tomando las medidas
necesarias y erradicando la islamización dura a lo que
ciertos elementos extremistas someten a centenares de niños
ceutíes en garajes y otros establecimientos, so pretexto de
enseñarles la lengua árabe por medio del Corán.
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