Existen personas que son capaces -o dicen serlo- de adivinar
el futuro observando los posos del café o en bolas de
cristal. Otras, por el contrario, se contentan con saber qué
ocurrió antaño y, para ello, estudian libros antiguos, y, en
el caso de los yacimientos, hasta analizar con detenimiento
la forma en que se manifiestan los restos óseos y funerarios
en necrópolis, puesto que todo aquello que se esconde bajo
el suelo es susceptible de dar mucho que hablar y contar.
Los restos óseos se suelen mandar directamente al
laboratorio, “luego los arqueólogos nos perdemos
determinadas informaciones y, si estudiáramos nosotros estos
restos, podríamos analizarlos”. Así lo afirmó Victoria Peña,
trabajadora del Museo Arquológico Nacional y arqueóloga de
la empresa Arqueotectura, firma que lleva a cabo distintos
trabajos de rehabilitación de patrimonio histórico como la
Puerta de Fez y que ha organizado hasta el próximo 28 de
junio el ‘I Curso teórico-práctico de arqueología
antropológica’, un curso que fue presentado el pasado lunes
en el salón de actos de Murallas Reales por el arqueólogo
municipal, Fernando Villada. Este espacio formativo pretende
ser un curso “eminentemente práctico”, expresó Villada en el
acto de presentación, y, por ello, de diez de la mañana a
dos de la tarde todos los participantes en la actividad se
encuentran haciendo las prácticas en el recinto funerario de
la Basílica Tardorromana, que abrió sus puertas al público
en el año 2006. Este sacro lugar fue escenario ayer para la
inhumación de huesos, en la que diez personas hicieron un
ejercicio de trabajo en cadena. Mientras uno excavaba y
retiraba la tierra de los restos óseos, otros examinaron el
objeto con lupa, lo medían y anotaban todos los datos que
serán necesarios más tarde para detallar un informe sobre lo
hallado.
Peña apuntó que, con motivo de este curso, será la primera
vez que se ofrezca una salida práctica a la metodología
tanatoarqueológica, ya que “los cursos que se ofrecen aquí
son meramente teóricos”. Se trata además de “aprender a
cuidar los objetos que se encuentran”: ajuares, vestimentas,
hsta un sesamoideo, un hueso incrustado en un tendón. A lo
largo de la jornada de ayer se pudo aprender a usar apósitos
“para trasladar los huesos desde la tumba hasta el
laboratorio, una vendas adhesivas que protegen las piezas
durante el camino y que se pueden eliminar fácilmente, según
indicó María Antonio Moreno, restaurador del Museo Nacional
de Arqueología.
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