Pregunta.- Medalla al Mérito en el Trabajo en su
categoría de Plata. ¿Merecida?
Respuesta.- Eso tiene que decirlo quien me la ha otorgado.
P.- Algo habrá hecho pero, echando la vista atrás, ¿no se
arrepiente de haberle dedicado tanto tiempo al trabajo y de
no haberle robado algo más para la vida?
R.- No se puede separar el trabajo del resto de la vida.
Todo es un conjunto y en la mía ha habido trabajo, familia,
educación y ocio.
P.- Es un mérito considerable teniendo en cuenta que en sus
años mozos no se trabajan 8 horas diarias
R.- ¡Claro que no, y menos en el puerto [Cerdeira empezó a
trabajar para Ibarrola en los años 40 y después, desde 1951
hasta su jubilación, para Atlas]! Yo tenía que estar
disponible las veinticuatro horas del día para cumplimentar
el trabajo natural del consignatario, de noche y de día,
pero también teníamos la ventaja de no tener hora de entrada
en la oficina.
P.- Es usted hijo natural del Protectorado
R.- Sí, mi padre era traductor oficial de la Alta Comisaría
en Tetuán adscrito al cuerpo diplomático cuando yo nací.
P.- Y en Ceuta le deja estable casi casi la Guerra Civil
R.- Nosotros teníamos aquí una casa a la que veníamos a
veranear. Cuando estalló el Alzamiento estábamos en Ceuta y
un mes después fuimos detenidos e incomunicados, todos, los
Cerdeira y el resto de la familia, los García de la Torre.
Nos quitaron todas nuestras propiedades, los libros y
documentos de mi padre, que después acabaron plagiados... y
nos tuvieron dos años encerrados.
P.- A todos menos a su padre
R.- Mi padre, que conocía de una forma muy cercana a Franco,
estaba en Tánger, siempre leal a la República. Le llamaron a
Madrid y él pidió 200 fusiles y un millón de pesetas para
hacer frente al Golpe de Estado en el Norte de África, pero
armas no tenían ni una. Nosotros después del 18 de julio no
volvimos a ver a mi padre.
P.- Sale del encierro y, apenas veinteañero, se pone a
trabajar porque no le dejaban estudiar
R.- Yo terminé el Bachiller y ya no me dejaron hacer más.
Por fortuna en El Cairo, donde mi padre estuvo destinado
casi dos años, aprendí idiomas [se maneja bien en francés,
italiano y árabe y domina el inglés]. Gracias a eso pude
entrar en Ibarrola.
P.- Y después, por la política también, a la calle
R.- Yo creo que alguien calentó la cabeza a mi jefe porque
quejas de mí no tuvo ninguna más que la de que no quise
llevar la bandera más grande en una manifestación a favor
del Régimen.
P.- Siguiente parada, Casablanca
R.- Antes pasé por Agadir, pero sólo aguanté 24 horas porque
era un montón de barracas. Ahora es un capital, pero
entonces no valía nada, así que llegué a Casablanca y me
puse a trabajar en el sector del automóvil gracias también a
la familia Valverde del Pino [hijos del último alcalde
socialista de Ceuta, fusilado durante la Guerra Civil, y
emparentados con su prometida y posterior esposa, Carmen
Morterero].
Vuelta a Ceuta
P.- Favor con favor se paga, ellos le ayudaron después a
volver aquí
R.- Mi futura esposa [se casó con ella en 1953, dos años
después de regresar de Casablanca] intercedió directamente
por mí y volví directamente al departamento de
Consignaciones de Atlas, donde trabajé hasta que me jubilé.
P.- Medalla al Mérito en el Trabajo pero no perdonó ni un
día cuando le llegó la edad de jubilarse, ¿verdad?
R.- Cumplí los 65 años en octubre de 1986 e inmediatamente
advertí a la empresa: ‘En enero me voy’. Me dijeron que
continuara, pero me sentía ya bastante baqueteado.
P.- Lo de su familia es socialismo genético. Todos han
salido iguales, por delante y por detrás de usted
R.- ¡Hombre, con todo lo que nos han hecho, tanto a mi
familia como a la de mi esposa, normal! Si a mi suegro lo
mataron, mi padre murió como murió [de un infarto, en el
exilio], si a nosotros nos trataron como nos trataron...
P.- Precisamente por eso, porque habiendo sufrido tanto
buenas ganas de seguir peleando, ¿no?
R.- Al contrario. Siempre pensamos que lo que había que
hacer era quitar a los culpables de lo que le había ocurrido
a mi familia. Siempre dentro de los límites legales,
obviamente. Mi mujer es católica practicante, todos mis
hijos han hecho la Primera Comunión... Socialistas sí, pero
sobre todo ciudadanos. La política me ha dado de todo, al
principio sobre todo disgustos y después más satisfacciones,
ideológicas y personales.
P.- ¿Y su vena deportista, tan imprevisible a simple vista?
R.- ¡Yo he sido campeón del Norte de África de natación de
fondo en Tánger y la gente decía: ‘¡¿Cómo puede ir tan
rápido este enano!?’ Y he ganado cinco veces también la
travesía del puerto. Y árbitro internacional de natación, de
waterpolo y de baloncesto.
P.- Y fundador del Club Natación Caballa
R.- Tengo el carné de socio número 2 y participé, con un
buen montón de amigos, en la construcción de sus
instalaciones.
P.- Decía antes que socialista, ciudadano... y empresario
también
R.- En los años sesenta monté con mi hermano Alfonso el
‘Garaje Cervantes’ junto a la casa de mi madre.
La pelea contra Franco
P.- Años sesenta. Por esa época ya era usted padre de cinco
hijos [la sexta, Encarnación, nació en 1966] y compaginaba
esa faceta con la consignatario, pequeño empresario y...
¿conspirador? ¿Cuándo empezó a meterse en los líos de la
oposición para tumbar a Franco?
R.- Por esos años, aunque el socialismo así de verdad, por
decirlo de alguna manera, lo conocí en Casablanca, donde
solía reunirme con franceses que trabajaban conmigo o me
conocían.
P.- ¿Pasó muchos sustos al otro lado del franquismo?
R.- Alguna vez estuvieron a punto de pillarme. Recuerdo que
por aquel entonces había una revista vinculada a la
masonería que funcionaba por suscripción, pero que en
realidad era una tapadera de la Policía. Por suerte un
agente de los menos malajes advirtió a Fructuoso Miaja y le
pidió que hiciese algo, que me retractase o lo que fuera,
porque si no acababa entre rejas. Miaja me lo dijo y ahí
empezamos a estar en contacto, reuniéndonos en el ‘Noray’
con Francisco Vallecillo, con Alejandro Curiel, Diego Rosano,
José Montes y otros. Ahí empezamos a meternos en el lío.
P.- Aquí sería mucho más difícil moverse, viendo la
composición ideológica de la sociedad ceutí aún hoy, andarse
con esas rojerías suyas
R.- Era muy difícil, es verdad, pero tampoco sabían dónde
nos reuníamos del todo. En el ‘Noray’ era evidente que
quedábamos, pero cuando queríamos hablar de algo importante
de verdad íbamos a una casa de Vallecillo que estaba cerca
de Playa Benítez, al lado de un cuartel de la Guardia Civil
que había allí. ¡Todos los días pasando por delante de
ellos! No hacíamos más que tonterías porque otra cosa no se
podía, pero así se fue fraguando la cosa.
P.- Volvamos a sus hijos. Todos rojos y socialistas, pero la
mitad también le salieron abogados. ¿Esa afición por el
Derecho de dónde viene?
R.- [Se levanta y señala un cuadro antiguo] Mi tío era
abogado. Mi padre, también. Hay muchísimos antecedentes en
mi familia vinculados al Derecho.
P.- Y usted porque no le dejaron los fascistas, si no,
¿también hubiera elegido ese camino?
R.- Posiblemente sí. Y si no, cualquier cosa de Letras,
porque los números y el don de palabra nunca han sido lo mío
P.- Sin embargo, vencidas las dificultades y ya en
democracia, se decantó por el Graduado Social, título que
también otuvo en los sesenta. ¿Por qué? ¿De dónde sacaba el
tiempo?
R.- Lo sacaba de donde no había. ¿Qué iba a hacer si no?
¡Pues estudiar! Ahora mismo soy el más veterano de los
inscritos en el Colegio de Graduados Sociales de Cádiz.
P.- Y se ha forjado también una carrera diplomática
sorprendente [fue vicecónsul honorario de los Países Bajos
hasta los 65 años, cuando recibió por esa labor la Orden de
Nassau Orange, y cónsul honorario de Italia, por lo que le
fue concedido el título de Caballero de la República
italiana]?
R.- En eso lo que más me han ayudado han sido las amistades
que yo he tenido y los idiomas que de una u otra forma
dominaba.
P.- ¿Y Marruecos? ¿Cómo se forjó su pasión por el país
vecino, que aún hoy mantiene tan viva?
R.- Imagino que gracias a mi padre, que fue una personalidad
muy importante desde el principio hasta el final del
Protectorado y que tenía prácticamente la de mentalidad de
ellos.
P.- ¿No tiene usted ninguno de los prejuicios tan extendidos
sobre el marroquí, sobre el musulmán, sobre el moro?
R.- Ninguno.
P.- ¿A los españoles nos ata demasiado aún la Iglesia o no?
R.- No, qué va, no creo. Los cuatro meapilas de siempre ya
no condicionan nuestra sociedad, o eso creo yo.
P.- Algo habrá hecho pero, echando la vista atrás, ¿no se
arrepiente de haberle dedicado tanto tiempo al trabajo y de
no haberle robado algo más para la vida?
R.- No se puede sepa
P.- ¿Ese recelo al vecino, justificado o no, es uno de los
grandes lastres de esta ciudad?
R.- Ese recelo, esos prejuicios, sólo los tienen los
idiotas. Todos somos personas, seres humanos, iguales.
P.- Un mal repartido a izquierda y derecha del espectro
político ceutí
R.- Aquí en Ceuta, y creo que esa es la razón, la comunidad
musulmana, de ascendencia marroquí, sigue ocupando una
escala social muy baja que, creo, también genera buena parte
de ese recelo.
¿Salir de aquí? A veranear
P.- Usted que lo ha vivido y lo ha estudiado, ¿diría que
España se portó bien en Marruecos durante el Protectorado?
R.- Intelectualmente no. Francia estuvo mucho mejor, y que
el francés siga siendo idioma oficial en el país vecino lo
demuestra.
P.- Desde la última vez que regresó, procedente de
Casablanca, ha pasado ya más de medio siglo. ¿Alguna vez le
ha apetecido cambiar, irse a la península, o a Marruecos, a
vivir?
R.- No. ¿Para qué? Aquí lo he tenido todo. A mí me gusta
salir de Ceuta para veranear, para ver cosas distintas, para
conocer otros lugares y otros paisajes, pero para vivir aquí
lo tengo todo.
P.- ¿Qué le ha dado más satisfacciones en la vida?
R.- La familia.
P.- ¿Volverá a gobernar el PSOE en Ceuta?
R.- Lo veo muy difícil, la verdad. Hay raíces de la derecha
que están muy asentadas todavía en esta ciudad. Si eso
ocurre, creo, tendrá que ser gracias al voto de la comunidad
musulmana porque en el contexto de los ‘europeos’, por así
llamarnos, la mentalidad es de derechas: pensamos con el
bolsillo, de una forma muy egoísta.
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