Es veinteañero. Atesora, por
tanto, juventud a raudales. Es alto. Aunque sin que los
bajitos precisemos unir nuestro occipital con la espalda
para mirarle. Lo cual sería un problema en su contra. Luce
figura estilizada. Esa delgadez que haría exclamar a
Esperanza Aguirre, en momentos de puro, copa, y alegría,
que de hombres así, con el abdomen como una tabla, las
mujeres deberían evitar toda tentación de bailar agarrada a
ellos.
José Antonio Carracao representa el futuro del
socialismo ceutí. Y en él tienen depositadas muchas
esperanzas los suyos. Jenaro García Arreciado, tal
vez llevado de un estado emocional pasajero, le hizo un
flaco favor al destacarlo como un ‘crack’ de la política.
Algo que no le sentó nada bien al entonces candidato a
diputado. Pues me consta que Carracao se puso como una
amapola y tentado estuvo de no pisar la calle en varios
días.
A pesar de esa timidez que trata de disimular echándose para
adelante en momentos cruciales, Carracao consiguió un éxito
extraordinario en las últimas elecciones generales. Cierto
es que se benefició muchísimo de la enorme ayuda que le
prestó Mohamed Alí. Ayuda que el candidato nunca
negó. Con lo cual trataba de demostrar dos cosas: que es
agradecido y que carece de prejuicios al proclamar que se
pueden compartir muchas ideas con el líder de la UDCE-IU.
José Antonio Carracao es maestro. Pero está en excedencia.
Pues ejerce como asesor en la Delegación del Gobierno. Lugar
idóneo para que se curta en tareas que le serán de enorme
utilidad para su devenir en política. Juan Vivas, por
ejemplo, no se cansa de decir que su paso por el edificio
emblemático de la Plaza de los Reyes fue todo un acierto. Y
que siempre le estará muy agradecido a Luis Vicente Moro.
Y es que el presidente de la Ciudad es persona agradecida.
¿Lo duda usted...? Ah, pues yo no...
Carracao está viviendo momentos estupendos. No en vano, a
sus veintinueve años, disfruta de un cargo destacado, en
sitio destacado, y goza de la confianza de José Fernández
Chacón. Y me da a mí en las pituitarias que es muy
estimado por sus compañeros.
Cuando hablo de compañeros no me estoy refiriendo ni a
Basilio Fernández ni tampoco a Antonio Gil.
Quienes, es una impresión mía, creyeron que José Antonio no
dejaba de ser un muchacho con el cual se podía jugar al
abejorro y, claro, metieron la pata hasta el corvejón.
Verdad es que ese error está al alcance incluso de quienes
se tienen por lumbreras, pero siguen mirando con desprecio a
los jóvenes.
Por eso los jóvenes con aspiraciones de ser alguien en la
política activa, como es el caso del hombre a quien le
estamos dedicando ‘El oasis’ de hoy, han de sentir gran
apetencia de conocimientos y ponerse a estudiar como si en
ello les fuera la vida. Máxime si gozan de todas las
posibilidades habidas y por haber. De lo cual está sobrado
JAC.
Tan sobrado está de ayuda, de tiempo, de edad, de
tranquilidad, y de aptitudes..., que debería someterse a un
trabajo concienzudo de lecturas para convertirse en un
orador brillante. Y seguro, vamos, tanto como que yo voy a
cumplir setenta años, que se metería por los oídos de las
mujeres. Y todas ellas acudirían con prisas a las urnas, en
su momento, gritando el nombre de José Antonio Carracao.
|