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OPINIÓN - LUNES, 23 DE JUNIO DE 2008

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Desnarigado y...
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Me he pasado el día recorriendo las costas ceutíes en busca de un lugar que cumpla mis expectativas de baño y pesca.

He topado con el desvío a la zona donde se halla ubicado el fortín que han dado en llamar del Desnarigado, hoy museo militar para no ser menos, y confieso que antes de irme a Barcelona por una larguísima temporada ignoraba la existencia de tal fortín.

Si bien el acceso está en buen estado, no deja de ser una pista militar más con sus curvas, fuerte pendiente y estrechez de calzada. Mi amigo, que me acompañaba en ésta ocasión llevándome en su coche, se las vio y se las deseó por no encontrarse con otro vehículo que subiera la pendiente. Como no iba precisamente a visitar el museo, decidimos continuar por la “pista” hasta el fondo del barranco donde encontramos la explanada de la pomposamente llamada Cala del Desnarigado. Una cala que creía parecida a las que se encuentran en cualquier rincón de la Costa Brava o de las Baleares pero que no es lo que creí.

Esa cala del Desnarigado tiene, antes de entrar en la playa, una zona estupendamente pavimentada con paso directo a través de escaleras a la orilla del mar, pero… ¿por qué siempre tienen que existir los peros? Esa zona, que suponía de estancia temporal de bañistas, se ha convertido en una zona de camping perfectamente aprovisionada. No existen carteles que indiquen que es zona de acampada.

El colmo de ésta situación está en que el acceso propiamente dicho a la playa esté ocupado completamente por una familia, con toldo de lona incluido, y barbacoas por doquier sin el más mínimo respeto a las ordenanzas sobre prohibición de encender fuego en la naturaleza.

Aunque la playa no deja de ser una copia de parte de la del Sarchal, con sus piedras y su musgo tiene unas perspectivas de atractivo turístico a menos que se preocuparan nuestras autoridades de adecentarla de acuerdo con los cánones de supuesta bandera azul. En Catalunya, y no precisamente en la Costa Brava, acostumbran a extender una auténtica alfombra de arena en aquellas playas cubiertas de cantos rodados y piedras espectaculares. Suelen sacarla del fondo del mar mediante inmensas aspiradoras que trasladan la arena a las bodegas del barco y luego la sueltan en auténticos chorros sobre el lugar que se desea cubrir ¿por qué no hacemos lo mismo con determinadas playas ceutíes?, la gente bañista lo agradecerá eternamente, si es que viven así: eternamente.

Lo único malo, bueno no tan malo como suponemos, es que el agua es demasiado fría como para estar un buen rato buceando a cuerpo. De pesca, bien, algunas doradas despistadas suelen acercarse a la zona y mordisquear un rato el cebo hasta que se enganchan con el anzuelo. De vez en cuanto un pececillo chulo se pasa de rosca y queda enganchado. No hay más remedio que soltarlo y devolverlo a su medio ambiente.

Las escarpadas orillas de la zona son un aliciente para los que tiene el espíritu aventurero, de manera doméstica, y quieran pasear a punta de roca. No tendrían nada que envidiar a las orillas de la Costa Brava si no fuera por la cala misma. Una cala repleta de roca menuda, mediana y grande. La mayoría en forma de balón de fútbol disparado y cazado fotográficamente en el cénit del disparo.

Comernos unas tortillas de patatas y unos emparedados de lomo con queso supuso la gloria de los pequeños… y de los grandes. Lo malo era el pedrusco que se clavaba en salva sea la parte. Sin embargo encontramos varias sillas de plástico, con la marca de fábrica de la Pepsi-Cola impresa en el respaldo y de un llamativo color azul que no me extrañaría que los pobres inmigrantes las divisaran desde sus pateras si no fuera que por esa parte no vienen.

Esas sillas de plástico resultaron ser “propiedad” de la numerosa familia que acampaba en la enorme terraza pavimentada. Una terraza transformada en terreno privado, con “chalets”, toldos, fogones, despensa muy bien surtida…

Bien está lo que bien acaba. Pesca: una docena de peces que tuvimos que devolver al mar por carecer de las exigencias establecidas para que vayan a la sartén. Baño: buen momento cuando el calor aprieta y el cuerpo excede su cocido. Niños: se lo pasaron bomba con tantas muestras de la naturaleza agreste. Yo: me voy a la siesta totalmente quemado por un sol sin justicia.
 

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