El maquillaje del cónclave popular
acapara todos los medios. Es de justicia y normal que así lo
sea. A primera vista todo parece marchar con gesto de
prietas las filas. Advierto que la habilidad de la sonrisa
es común en todos ellos. Lo nefasto es que la sonrisa se
fuerce, sea interesada, y no tenga pizca de sinceridad
alguna, por muy fascinante que sea el guiño.
Nos han participado la bandeja del orgullo como entremés. A
juzgar por los coros de machos compromisarios y féminas
compromisarias ha sido todo un acierto. Como es natural en
estos tiempos, de paridades y paridas, tiene nombre de
mujer: Cospedal. Al parecer, a la susodicha musa todas sus
acciones y opciones le embellecen. Con decirles que hasta el
mismísimo divorcio lo subrayan hoy, al conocer la
designación, todos los medios, como si fuese también un
valor, cuando el divorcio en si mismo ya es un fracaso, y
máxime creo que debe serlo para un partido inspirado –según
sus Estatutos- en el humanismo cristiano de tradición
occidental.
En cualquier caso, ahora Cospedal podrá demostrar toda su
valía. Pienso que no lo va a tener nada fácil, por muchos
brazos y abrazos que le asistan. Lo primero que tiene que
hacer es integrar sonrisas sinceras en el campo de servicio.
Sus votantes, el pueblo entero, han de sentirse comprendidos
y protegidos. También por la oposición. Deben poder
constatar que sus líderes trabajan y no para sí. La búsqueda
egoísta del interés personal, en detrimento de la dedicación
necesaria al bien común, es un virus excesivamente extendido
en el ámbito de todos los partidos políticos de nuestro
país. El gran Nizami advierte: “No comas delante de los
hambrientos o, si lo haces, invita a todos a tu mesa” (Las
siete bellezas), puede ser una buena reflexión para comenzar
la tarea de servicio, tanto para los del cónclave actual
como para los que no lo hacen, pero que ejercen la política.
No desearía que en el cónclave popular la crisis se cerrase
en falso. No es cuestión de perder identidades para ganar
votos, sino ser lo que se es, aunque no sea lo políticamente
correcto. Hay que tener presente en la hoja de ruta, que la
coherencia política va ligada al compromiso político
adquirido. En nuestro país, además, tenemos fuerzas
contrarias al hacer de la transparencia política. Desde que
se ha adoptado la política como profesión es imposible que
se de la honradez. Luego también abundan en los partidos,
ciertos políticos que, con la presunción de Prometeo, se
constituyen en árbitros del bien y del mal, hasta el punto
que elevan el canto de sirenita del progreso a su ideal
absoluto, aunque luego quedemos aplastado por él.
La política seria no es cuestión de sonrisas, tampoco de
tristezas, sino de trabajo incondicional y responsable. A mi
juicio, el cónclave popular será un éxito en la medida que
considere y refrende la coherencia personal del político que
ha de estar en consonancia con una correcta concepción de la
vida humana y social a la que desea servir. Ya está bien que
en política- como dijo Machado- sólo triunfe quien ponga la
vela donde sopla el aire; y jamás quien pretende que sople
el aire donde pone la vela. Que el cónclave no sea el
paraíso de los oportunistas y charlatanes. La oposición ha
de ponerse a trabajar con urgencia, dejar de ser noticia por
sus espadas en alto, porque en un periodo de crisis como el
actual todas las fuerzas políticas son más que necesarias.
|