Es un permanente recuerdo del GIL
en esta tierra. Es el símbolo que compró Antonio
Sampietro. Quien, por más que tuviera las entendederas
lacias y la voluntad sometida a la tiranía de un chochete
ambicioso, se percató bien pronto de que inmortalizando a la
‘pavana’ se inmortalizaba él. Se hacía eterno en una Ceuta
que le había ofrecido la oportunidad de codearse con el Rey
de España.
Sampietro llegó a esta ciudad convencido de que los medios
de comunicación tardarían cinco minutos en someterse a sus
caprichos. Y así fue. Pero nunca consiguió que este
periódico doblara la cerviz ante él. Mas presumía de haberse
hecho con la propaganda de una viñeta cuyo autor festejaba
el cambio de gobierno porque Jesús Fortes se había
desnortado y ya no contaba con la confianza del editor donde
a él se le publicaba su tira.
Las llamadas del autor de la tira a la redacción eran
diarias y pedía instrucciones para destacar la inminente
llegada de las huestes de Jesús Gil. Higinio Molina,
director entonces, aleccionaba al bueno de Vicente
Álvarez. Y a éste sólo se le ocurría alabar a un partido
que proclamaba tener la misión de evitar que esta ciudad se
despeñara por la ladera de la perdición manejada por el PP.
No cabe la menor duda de que Vicente, con su humor político
y sociológico, como de coña, había conseguido una enorme
popularidad con su ‘pavana’. Pero Vicente, que es artista
con aires de bohemia y un punto de despreocupación
controlado, en vez de sacar a relucir su identidad lo que
hizo fue echarse en los brazos del director Molina. El cual
pertenecía ya al GIL en cuerpo y alma.
Así, en cuanto Sampietro fue investido presidente, y los
periodistas que habían ayudado al GIL en la campaña
electoral se situaron en puestos de poco trabajo y sueldos
de locura, Vicente siguió trabajando con ellos codo con
codo. Juntos repasaban las cosas del día y la ‘pavana’ salía
cada mañana contando historias de grandeza y haciendo loas
de un Sampietro al que consideraba genial en todos los
sentidos.
Sampietro, que nunca había destacado en nada y mucho menos
se había visto reflejado en los periódicos con tanta
prosopopeya, cuando le pasaban la tira de Vicente caía en un
trance que le hacía gemir cual si estuviera disfrutando de
placeres carnales. Grititos que traspasaban el umbral de su
despacho y llegaban hasta los dominios de los periodistas
que le habían recomendado ganarse para su causa a un Vicente
que con dos dibujos y cuatro palabras era capaz de conseguir
adeptos para la causa. Lo que les valía a los periodistas
para adornarse con plumas ajenas.
Una mañana en la que Sampietro estaba eufórico, por razones
afectivas y económicas, un profesional muy reputado del
periodismo local (!), le dijo al presidente que ya era hora
de encumbrar a la ‘pavana’. Y se explicó: “Porque es una de
las muy pocas personas (e instituciones), que defiende a
este pueblo con firmeza, independencia y valentía”. Y el sí
de Sampietro quedó eternizado en la Avenida del Cañonero
Dato.
Ahora, cuando el GIL forma parte de la historia de este
pueblo, triste historia, el secretario general de CCOO le ha
pedido a Vivas que le erija otro altar a la ‘pavana’ por la
defensa numantina que ha hecho contra el traslado del
Mercado Central de Abastos a la Manzana del Revellín. Y ya
están los técnicos municipales buscándole sitio.
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